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“¡Hacer reparaciones me ha liberado!” me dijo Antonio, un
alcohólico rehabilitado. Luego agregó: “Me ha permitido quitarme el gorro de la
humillación de la cabeza. Yo creía que humildad era humillarse. Caminar con la
cabeza agachada recibiendo golpes e insultos de todo el mundo. Cada vez que
recibía maltrato, pensaba para mis adentros que debía estar pagando alguna de
las fechorías que había hecho en mi vida. Supuse que así me liberaría de la
culpa y lo único que logré fue llenarme de resentimientos”.

Como decíamos en el paso anterior, los pasos ocho y nueve no
son para atormentarnos, ni son una penitencia que nos pone el programa. Son dos
de los pasos que más sanación traen a nuestras vidas.

Estos son los pasos que nos liberan de la culpa, la
vergüenza y transforman nuestras relaciones basadas en la sumisión o dominación
en unas relaciones basadas en el respeto y el amor.

El noveno paso de alcohólicos anónimos dice: “Reparamos directamente a cuantos nos fue
posible el daño causado, excepto cuando el hacerlo implicaba perjuicio para
ellos o para otros
“.

Este es el paso en el que nuestra alma alcanza la paz en las
relaciones. Con este paso recibimos un bálsamo en el corazón con respecto a los
nombres que escribimos en la lista del paso anterior. Ya no tendremos
sentimientos incómodos hacia ellos, sean estos, miedo, culpa, vergüenza o resentimiento.

Algo muy importante de este paso es que nos sugiere que
hagamos la reparación, excepto cuando el hacerlo implique perjuicio
para ellos o para otros
. ¿Qué quiere decir esto? Que no hacemos
reparaciones si con ellas producimos más daño. O al menos, no de una forma que
produzca daño.

Constanza, una adicta al sexo en recuperación aprendió esto
de la manera difícil:

Mi esposo era alcohólico y me desatendía, lo que me había generado
resentimientos hacia él.

Pero yo también tenía mi problema y sabía que no me gustaría nada que
alguien me hiciera lo que yo le había hecho a él.

Me sentía muy culpable. Quería liberarme de la culpa. Así que un día lo
invité a comer en un restaurante muy agradable en la 93, y le conté todas y
cada una de mis infidelidades.

Le conté acerca de mi enfermedad y le dije que estaba en un programa de
recuperación, además le dije con quién había estado, cuándo, dónde, cuántas
veces. Él no reaccionó negativamente en ese momento. ¡Creo que estaba
estupefacto! Simplemente me hizo algunas preguntas sin expresar sentimientos,
como un psicólogo cuando le pide detalles a su paciente.

Yo me extendí en detalles. Solo me faltó mostrarle películas. No
hablaba con placer. En realidad estaba hablando desde el dolor y la culpa, pero
no era consciente del dolor que le estaba causando a él.

Cuando íbamos en el carro de vuelta a casa, intenté recostar mi cabeza
sobre su hombro. Él lo retiró y me dijo: “He recibido mucha información hoy y
necesito procesarla. Por favor déjame solo”.

Continuó solo y sin hablarme durante quince días, hasta que decidí
preguntarle qué le sucedía. Él me contestó: “¿Por qué no te lo guardaste? El
dolor que me causaste hace dos semanas fue infinito. Si te sientes mejor
contigo misma, lo lograste a costa de destruirme. No quiero volver a saber nada
de ti ni de tu programa de recuperación. Ojalá Dios te perdone algún día,
porque yo no podré perdonarte nunca”.

Esa fue la última vez que hablamos como pareja. Tuvo que pasar mucho tiempo
para que yo entendiera que en vez de una reparación había producido un daño
irreparable.

Nunca podré quitarle el dolor que le causé. Lo único que he podido
hacer para  no volver a causarle ese
dolor a nadie ni a mí misma, es ser fiel por convicción.

No he dejado de ser infiel por miedo a que mi pareja me descubra y me
abandone. Lo hago porque sé que con la infidelidad le causo mucho dolor a la
persona a quien amo, y porque a la larga ese dolor se me termina devolviendo a
mí. Además, al ser fiel, puedo confiar en mi pareja. No me estoy imaginando que
comete adulterio cuando no lo estoy viendo… y lo puedo mirar a los ojos y
decirle que lo amo con seguridad.

También Leonardo nos cuenta una historia de una reparación
que causó mucho daño:

Yo pertenezco a un grupo de Codependientes Anónimos. Un día se me
acercó una mujer con quien eventualmente cruzábamos un par de palabras. Y me
dijo: “Necesito una reparación contigo”. Yo, extrañado, le pregunté a qué se
refería. Entonces me contestó que yo siempre le había parecido un gordo,
prepotente, antipático, desagradable y repulsivo, pero que quería darme una
oportunidad de demostrarle que yo era una buena persona.

Yo le contesté que esa no era ninguna reparación. Que si le había hecho
algún daño, me lo hiciera saber. Que mientras tanto, ella era la que me había
hecho daño con sus prejuicios y que mientras no sanara su corazón, no quería
que se me acercara nunca más.

Duré como un año recordando sus palabras y sintiendo rabia por lo que
me había dicho. Todavía me pregunto: “¿Cómo podría ella pensar que estaba
haciendo una reparación al decirme esas palabras tan duras?”.

 

Ahora vamos a las listas.

En el paso anterior habíamos hablado de hacer tres listas.
La primera, de las personas a quienes habíamos hecho daño. Otra, de las
personas que nos habían dañado y otra, con nuestro nombre en ella.

Si hiciste dichas listas y estás listo(a) para poner tu
corazón en paz, puedes comenzar a hacer las reparaciones por la lista que
primero te apetezca.

 

Supongamos que comienzas con las personas a quienes has
hecho daño. Lo difícil es comenzar. El proceso se irá retroalimentando y
alentándote a hacerlo. Una buena sugerencia es decir simplemente la falta que
cometiste y que lo sientes. No hay nada tan sanador como las palabras “Lo
siento”. No hay necesidad de que digas que estás en un programa de
recuperación, ni que el programa te sugiere hacer reparaciones. Simplemente
puedes decir: “El otro día te hice sentir mal por las cosas que dije acerca de
ti. Por favor discúlpame. No lo volveré a hacer” o “Es probable que tuviera
razón en lo que decía, pero no debí haberte gritado. Lo siento”. Lo ideal, es
no volver a cometer la misma falta. Si de verdad te duele, no querrás volver a
tropezar te con la misma piedra. Si dices que lo sientes y cometes la misma
falta una y otra vez, tu intención de reparar perderá credibilidad.

Otra buena sugerencia es no atacar. No sirve decir: “Lo
siento. He estado haciendo por ti lo que deberías hacer por ti mismo y por eso
te he convertido en un inútil. No voy a seguir haciéndolo para que puedas salir
adelante”. En ese caso, puedes decirle que no vas a meterte más en sus asuntos,
pero evitar todos los calificativos insultantes como inútil, incapaz, borracho,
irresponsable, ladrón, etc., para la persona con quien estás tratando de sanar
la relación.

Si la persona a quien debes la reparación ya se ha muerto o
está muy lejos, no te preocupes. Hay otras formas de hacer reparaciones.

Reparar con alguien con quien has cometido una falta
similar, ayuda.

Expresar mentalmente que lo sientes y prometer no volver a
cometer la misma falta con nadie, ayuda.

No volver a cometer ese tipo de falta con nadie, nunca más
en tu vida y agradecer mentalmente a la persona ausente por haber sido tu
maestro, ayuda un montón.

Haciendo este tipo de reparaciones irás sintiéndote cada día
más libre, menos cohibido para presentarte en determinados sitios o reuniones,
o ante ciertas personas, y finalmente más seguro de ti mismo y tus valores.

Una última sugerencia: La reparación solamente es entre tú y
la otra persona afectada. No hay necesidad de que grites a los cuatro vientos
acerca de las reparaciones que estás haciendo. Eso debe quedar para ti, y
generarte satisfacción por el simple hecho de hacerlo, independientemente del
resultado o de la aprobación que traen consigo algunas de estas acciones.

Algunas personas no estarán listas para recibir tu disculpa.
No te preocupes. Di que lo sientes con el corazón y verás que te sentirás
mejor.

 

La otra lista es la de las personas que nos han hecho daño.

Si hiciste esa lista conscientemente, es probable que tengas
algunas, o muchas personas en ella. De cualquier manera estará bien.

Esa lista te irá mostrando las conductas tuyas que permiten
o retroalimentan los comportamientos ofensivos de otras personas.

Te podrás dar cuenta de tu parte en muchas de esas ofensas y
comenzar a cambiar. Verás que muchos de los límites que no pones son por miedo
a terminar la relación, pero de cualquier manera terminas distanciándote de las
personas debido al malestar que te genera la transgresión de tu espacio.
Entonces te sentirás más seguro para poner límites, pues verás que no poner
límites también afecta las relaciones.

Te darás cuenta de algunas actitudes como el reírte cuando
hacen chistes a costa tuya, que retroalimentan esas conductas en los demás.
También podrás ver que quedarte callado y no manifestar lo que sientes, hace
que los demás no se den cuenta de lo que te molesta.

Hay infinidad de conductas disfuncionales que retroalimentan
el maltrato que recibes de los demás y que irás descubriendo a medida que
profundices en esta lista.

Para eso es esta lista. No para pedirles a los demás que
hagan una reparación contigo. Tampoco para victimizarte. Esta lista es para
comenzar a cambiar en ti aquellas conductas y actitudes que invitan a los demás
a hacerte daño.

 

La última lista es la que tiene solamente nuestro nombre. En
muchos procesos, esas son las reparaciones más difíciles.

El peor daño es el que nos hemos infligido a nosotros
mismos. Muchos de estos daños son tan profundos y reiterados durante toda la
vida, que se han vuelto normales y nos cuesta trabajo verlos.

Lo bueno de todo esto, es que estas reparaciones son las que
mayor alivio producen.

Consentirnos es una reparación.

Darnos permiso de tener nuestros sentimientos es una
reparación.

Darnos permiso para vivir, recibir las cosas buenas de la
vida y ser felices, es una reparación.

Cuidar de nosotros mismos frente a los demás de una forma
benévola, compasiva y amorosa es una reparación.

Poner límites claros es una reparación.

Proponernos salir de la parálisis, es una reparación.

Defendernos del control y maltrato de otros es una
reparación.

Dejar de exigirnos ser perfectos es una reparación.

Aceptarnos como somos, escucharnos y confiar en nosotros
mismos, es una reparación.

Satisfacer nuestras propias necesidades es una reparación.

Cuestionar y evitar las ideas terribles que hemos creído
acerca de nosotros mismos, es una reparación.

Hay muchas formas de hacer reparaciones con nosotros mismos.
Para algunos puede ser ir a un restaurante y comer algo que les gusta. Para
otros dejar de comer algunos alimentos que les hacen daño, les disparan la
compulsión por comer más y destruyen su figura.  Para unos, comprarse ropa interior nueva. Para
otros dejar de comprar cosas que no necesitan.

 

Cuando hemos concluido los pasos cuatro a nueve, habremos
sentido una verdadera transformación en nuestras vidas, nuestros cuerpos,
nuestra manera de pensar, de ver el mundo, de relacionarnos con los demás y de
vernos a nosotros mismos.

No nos convertiremos en otras personas, ni en personas que
no queremos ser. No perderemos eso que nos hace únicos. Nos libraremos de lo
que nos frena y paraliza.

Algunos adictos llaman a los pasos cuatro a nueve, los pasos
de los tornillos y las tuercas. Otros los llaman, los pasos de la carpintería.
El caso es que estos pasos nos invitan a realizar algunas acciones específicas
con las cuales lograremos un resultado concreto. La reparación de las grietas
de nuestro carácter. La alineación de nuestros propósitos con nuestras
acciones. La coherencia entre lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos.

Podemos volver a ellos cada vez que los necesitemos; cada
vez que trabajemos sobre algún comportamiento compulsivo que vayamos
descubriendo sobre el camino. A medida que vayamos dominándolos, nos iremos
dando cuenta de que estos pasos son las herramientas ideales para alcanzar una
vida útil y feliz.

 

El libro grande de Alcohólicos Anónimos enumera unas
promesas que se les han cumplido a la mayoría de alcohólicos en recuperación y
que luego otros adictos a diferentes sustancias, conductas o personas, han
visto cumplirse en sus vidas. Este libro dice:

Debemos tener sentido común y tacto, ser considerados y humildes, sin
ser serviles o rastreros.

Como criaturas de Dios nos paramos en nuestros propios pies; no nos
arrastramos ante nadie. Si nos esmeramos en esta fase de nuestro desarrollo,
nos sorprenderemos de los resultados antes de llegar a la mitad del camino.

Vamos a conocer una libertad y una felicidad
nuevas.
No nos lamentaremos del pasado ni desearemos cerrar la puerta que nos conduce a
él.
Comprenderemos el significado de la palabra serenidad y conoceremos la
paz.
Independientemente de lo bajo que hayamos llegado, veremos cómo nuestra
experiencia puede beneficiar a otros.
Desaparecerá el sentimiento de inutilidad y lástima por nosotros mismos.
Perderemos el interés en las cosas egoístas y nos interesaremos por nuestros
semejantes.
Se desvanecerá la ambición personal.
Nuestra actitud y nuestra visión de la vida cambiarán.
Perderemos el miedo a la gente.
Perderemos el miedo a la inseguridad económica.
Intuitivamente sabremos cómo comportarnos en situaciones en las que antes nos
sentíamos desorientados.
Repentinamente, nos daremos cuenta que Dios está haciendo por nosotros lo que
no éramos capaces de hacer por nosotros mismos.
¿Acaso prometemos algo extravagante? Sinceramente, creemos que no. Estas
promesas están cumpliéndose entre nosotros– a veces rápida, a veces
lentamente, pero siempre se convertirán en realidad si llevamos a cabo las
acciones correspondientes.

¡Te invito a recibir estas promesas en tu vida!

_______________________________________

Espera el próximo sábado a las
10:00 am, Décimo Paso: “Continuamos
haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocábamos lo admitíamos
inmediatamente
© Alcohólicos Anónimos

_______________________________

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Ramiro Calderón (Adicciones del Nuevo Milenio): Después de haber obtenido una de los mayores puntajes del país en las pruebas de estado ICFES y recibir los premios Andrés Bello y Bachilleres por Colombia, lo perdió todo por el alcoholismo. Hace más de veintisiete años dejó el alcohol; en el año 2003 recibió, gracias a uno de sus libros, el Premio al Pensamiento Caribeño otorgado por la UNESCO, ha sido catedrático universitario, asesor de importantes empresas en Colombia, Ecuador, y Perú; ahora es escritor, conferencista y coach (presencial y online) con énfasis en manejo de todo tipo de adicciones. Autor de la novela “Un Favor Antes de Morir”, la primera novela que aborda con profundidad el tema de las adicciones del nuevo milenio (Pornografía, sexo, chat, redes sociales, etc.), y otros libros sobre adicciones (http://unfavorantesdemorir.wordpress.com) disponibles en formato electrónico a nivel global. Email: calderon.ramiro@gmail.com - Twitter: @ramiro_calderon

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