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¿Cuántos ‘Kwasi Enin’ colombianos se han frustrado por la falta de oportunidades educativas?
Por Jilmar Robledo Caicedo, estudiante de maestría en Economía Agrícola de la Universidad de Nebraska-Linconl, USA, becario Fulbright 2013. Especial para Color de Colombia.
Esta semana los diarios y medios informativos de Estados Unidos divulgaron la noticia de un joven estadounidense de apenas 17 años, Kwasi Enin, hijo de padres ghaneses, que logró ser admitido en todas las instituciones del grupo más prestigioso de universidades de dicho país.
Lo que ha logrado este joven es completamente loable, considerando que solo 5 de cada 100 aspirantes de todo el mundo logra el sueño de ser admitido en una universidad como Harvard. Enin obtuvo los resultados más altos en las pruebas requeridas para ser admitido en cada una de estas ocho universidades, lo que lo convirtió en motivo de admiración y noticia internacional.
La noticia también generó reacciones en Colombia. Sin embargo, basta hacer una pequeña revisión de las opiniones entre las publicaciones de los diarios para encontrar a quienes nunca faltarán, en principio admirados con la noticia, pero luego inquietados por la sospecha al ver la foto de estudiante.
Aquellos que interrogarán el mérito del estudiante acudiendo a argumentos viciosos como “compasión por su color de piel”. No quisiera imaginarme entonces el difícil trabajo para las universidades y los profesores tener que preparar procesos de admisión de menor rigor y exámenes menos complejos como acto de misericordia para con los estudiantes de “menor” capacidad intelectual. Pero el interrogante que debemos plantear es si esta noticia es de alguna importancia para el país.
Entonces permítanme opinar que sí debería importarnos, y mucho. Mientras jóvenes estudiantes de otros países brillan por su desempeño académico, esta semana se conocieron nuevos resultados de las pruebas internacionales de educación PISA que evalúan el rendimiento de los alumnos de más de 60 países y su capacidad de resolver problemas, prueba en la cual nuestro país obtuvo el último lugar.
Por un lado, esto debe generarnos, más que lloriqueos, interrogantes, y servir como campanazo para iniciar una revisión de las políticas gubernamentales en materia de calidad de la educación en todos los niveles, como también para evaluar los esfuerzos del gobierno de invertir y fortalecer la calidad educativa en todos los estratos sociales.
El gobierno argumenta que los resultados de sus políticas tomarán tiempo pero vaya uno a saber cuánto, pues esta no es la primera prueba internacional de desempeño académico en la que evalúan a nuestros estudiantes y Colombia sigue en los últimos lugares.
Los gobiernos llegan, elaboran discursos, prometen, pero al final nadie asume; mientras tanto los problemas se agravan. Por otro lado, es urgente reflexionar profundamente acerca del papel que debe jugar la juventud colombiana y hacer un análisis prospectivo sobre nuestro compromiso con la educación como pilar de desarrollo para el país.
Muchos nos preguntamos con afán: ¿qué pasará con esta generación que hoy crece confundida entre la música, los partidos de fútbol, y hasta el cambio de look de la farándula?
El caso de Kwasi Enin puede servir de base para la reflexión en materia social y política en nuestro país, no solo por el compromiso que él ha tenido con su educación, sino porque en Colombia su inteligencia muy probablemente habría quedado por fuera de la cobertura.
No quiero dimensionar casos de jóvenes colombianos con aspiraciones como las de Kwasi Enin que se frustraron por la falta de oportunidades y la exclusión social. Ya es hora de poner una mirada atenta al pacífico, no solo cuando la violencia obligue, sino cuando las estadísticas continúen distanciándose de las del resto del país.
Pero como últimamente se mira más a los vecinos que a nuestro propio país, los medios deberían quitarle un poco de protagonismo a Venezuela y quizá voltear la mirada hacia Ecuador, por ejemplo, donde esta semana inauguraron un proyecto educativo de gran trascendencia histórica que le abre las puertas del conocimiento a la población indígena y campesina que fue excluida del sistema educativo durante mucho tiempo.
Ojalá el ejercicio de hablar tanto de los vecinos sirviera para aprender lo positivo, reflexionar y empezar a eliminar vicios sociales, para que las historias de colombianos que a pesar de los prejuicios logran superar las barreras socio-económicas, escalan académicamente, y cuyos trabajos reciban apoyo de la NASA, no sean perseguidas o sometidas a descrédito.
En ese caso es más pertinente platear interrogantes como: ¿cuánto retrocedemos como país socavando misterios en los buenos ejemplos, en lugar de preocupamos por conocer y criticar la idoneidad de quienes dirigen la vida nacional?
Por el momento, yo seguiré con mis preocupaciones mientas el país vuelve a la normalidad. Muchos pronto olvidarán los sucesos de esta semana, quizá solo con otra avalancha de especulación mediática sobre si Falcao jugará o no el Mundial.