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Los colombianos, muy dados a los extremos y de mirar lo blanco y lo negro olvidando los grises, nos movemos de un lado para otro casi que sin inmutarnos. Así pasa en la vida diaria y en las decisiones más importantes de Estado.

Este el caso de los procesos de paz. Pasamos del show mediático del proceso de San Vicente del Caguán, con las mismas Farc en 1999, en donde los periodistas tenían la posibilidad de llegar hasta la propia mesa de negociación, hablar con los negociadores al final de cada jornada para conseguir los titulares de rigor y el inicio de los diálogos con concierto de Marbelle, como si de la firma de los acuerdos mismos se tratara.

Ese proceso del Caguán dio más para titulares de prensa, esperanzas y desesperanzas de los colombianos, que resultados reales. La misma estrategia del proceso ocasionó que se cometieran después todos los errores posibles en un evento de este tipo: no había agenda, ni prenegociaciones, ni tiempos definidos, ni la confidencialidad necesaria, ni las ganas de las Farc.

De allí se pasó al de La Habana, unas negociaciones enmarcadas en un secretismo que le ha hecho daño al mismo proceso, lo que le ha dado la oportunidad a los detractores para lanzar toda clase de conjeturas, muchas veces malintencionadas, y que la mitad de los colombianos no lo apoye.

Al Gobierno le faltó explicarle a la opinión pública desde un comienzo porqué para que el éxito de las conversaciones era necesario que estas se realizarán fuera del país, porqué negociar en medio del conflicto, porqué la confidencialidad de lo que se negociaba, porqué el objetivo es el fin del conflicto mismo, porqué es mejor la paz negociada a la de los fusiles y el objetivo último de lograr la paz.

En resolución de conflictos se sabe que para lograr la paz en un caso como el colombiano, con un conflicto tan complejo y largo, es necesario el apoyo de la sociedad civil y es en esto que el Gobierno ha fallado en la comunicación, algo que sí han hecho muy bien los opositores.

El Gobierno Santos pasó de la línea de la confidencialidad que se necesitaba al secretismo. Aunque poco a poco ha ido explicando y dando a conocer detalles (como la publicación de los puntos acordados), todavía es mucho lo que la opinión pública sigue sin entender del proceso de La Habana y el para qué de una paz que se necesita.

Con unas negociaciones bien encarriladas, con acuerdos que tienen que ser aprobados por los colombianos, es necesario que el Gobierno explique más y mejor en qué consiste el proceso, y para eso necesita saber qué decir y que no. Pasar del secretismo a lo confidencial.

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PERFIL
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Pedro Vargas Núñez. Periodista y magister en Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana. Posgrado en Resolución de Conflictos y Negociaciones de American University en Washington DC, (USA). Interesado en el periodismo, resolución de conflictos, construcción de paz y reconciliación, relaciones internacionales, política, historia y literatura.

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