En nuestra REDACCIÓN cuando sabemos que si FRANCIS se embala con una PROPUESTA como el poder describir el talento de Romy Pocztaruk, un SUNAMIde LETRAS, IMÁGENES, AROMAS & SABORES se producirán…
Nosotros FELICES pues nuestros SEGUIDORES así nos lo hacen SABER…Les compartimos este…
“Monstruos y Profetas
Por Francisco Rodríguez-Prada
¿Se ha dado cuenta de las Imprudencias y la falta de corrección política en las conversaciones privadas de WhatsApp? Referir aquello haría sufrir de gingivitis al asesado lector por poner palabras groseras en su boca e indelicadezas en su imaginación. Hace poco buscaba videos de música que hubiese estado de moda durante la Guerra Fría. Veinticinco años de música anglosajona sobrepasaron todas mis expectativas… Para comenzar me encontré con la canción Surfin’ Bird – The Bird is the Word (1963) de la banda Thrashmen y algunos covers derivados de aquella como la canción Papa Oom Mow Mow de las bandas the Rivingtons y los Beach Boys. ¿Qué explicación sociológica justificaría que algún imbécil escuchara -ESO-, durante la Crisis de los Misiles, el Incidente del golfo de Tonkin, el asesinato de JFK y el Concilio Vaticano Segundo? Mientras discurría en esa necedad, el algoritmo de Youtube, presenta en mi Smartphone el video de un aficionado. Edita la canción Papa Oom Mow Mow con fotos de la masacre de la plaza de Tiananmen y otras intransigencias asesinas del autoritarismo chino. El payaso autor de aquel video aprovecha la coincidencia fonética entre los sonidos Mow Mow pronunciados en inglés con aquellos otros sonidos fonéticos al pronunciar el primer nombre del dictador Mao Zedong. No pude contener la risa majadera y sin pensarlo dos veces se lo envié por WhatsApp a un amigo no poco cínico. La respuesta de mi amigo fue tajante. –“No me vuelva a enviar esas estupideces pacho… estoy trabajando”. En mi defensa, solo atiné en responder tímidamente –“Pues esa era la música que le gustaba a Henry Kissinger” … Largo silencio… en la interfaz de WhatsApp, los dos chulitos de mensaje en visto… aún mas silencio… Seguido a esto, vino una cascada de risotadas y de improperios que dieron lugar a atrevidas aseveraciones. Imaginamos una escena en donde Kissinger, McNamara y Brzezinski jugaban póker en Hawái escuchando a los Beach Boys, tomando coctel de Cuba-Libre y sumergidos en una nube de humo de finísimos cigarros habaneros. Esto, mientras caían sus bombas por el mundo y agentes de la Cheka y de la KGB trataban de tapar los escándalos de Glásnost. Negaban insistentemente los horrores de los infernales gulags. Aunque pensándolo bien, semejante majadería requeriría mejor la musicalización de la canción Monster Mash de Bobby Pickett. ¡Produce grima comprender cómo algunos relatos culturales articulan imaginarios en donde se ensalzan a ciertos personajes como monstruos y a otros como profetas! Horas después de la conversación por WhatsApp, ya por la noche, me puse a pensar cómo había llegado a aprender sobre la Guerra Fría.
Crecí durante la década de los 80s, nada sabía sobre el desmoronamiento del pacto de Varsovia, ni del polaco Lech Wałęsa galardonado con el Premio Nobel de la Paz, ni del Picnic Paneuropeo; solo viví el júbilo de la Caída del Muro de Berlín sin entender bien qué era aquello que los adultos celebraban. En aquél entonces, lo políticamente correcto, la moral dominante, la normatividad de valores celebraba aquello que Francis Fukuyama llamaba “El Fin de la Historia”. El régimen del mal había caído, el mundo disfrutaría de época dorada unipolar, en donde los valores de las democracias-capitalistas-liberales triunfarían. Había un consenso unívoco en torno a esta idea dadas las nuevas legislaciones, los relatos de los medios de comunicación y los imaginarios trazados por las ficciones artísticas.
La propaganda cebaba la mente de los preadolescentes. Las industrias del entretenimiento dibujaban el panorama triunfalista. Reemplazaré el término propaganda por otro más sofisticado. El filósofo Jacques Rancière desarrolla los conceptos de Régimen de visibilidad y de inteligibilidad: Archiético. Es decir; refiere a la normatividad cultural que establece aquello que se puede ver y cómo se debe ver, aquello que se puede decir, cómo se puede decir, lo que se puede pensar, cómo se puede pensar. Se favorece la producción de ciertos contenidos artísticos a favor del establecimiento y se omiten voces disidentes de acuerdo con una coyuntura histórico-cultural específica denominada sensorium. Las industrias del entretenimiento representaban el desenlace de la Guerra Fría de manera prosaica:
Recuerdo películas en donde Tom Cruise, desde su Tomcat F-14, vencía al enemigo y se quedaba con la chica rubia. Recuerdo a Rocky Balboa dándole una puñetera tremenda a Dolph Lundgren, recuerdo a Chevy Chase y a Dan Aykroyd observando a seductoras agentes de la KGB en bikini, en la comedia Spies Like Us. Tarareo con emoción la Cabalgata de las Valkirias recordando los helicópteros Huey’s inmolando el Viet Cong en las escenas de Ford Coppola. O la escena de la peli de Zemeckis: ¡Forrest corre, Forrest!, huyendo y rescatando a Bubba del Napalm que llovía del cielo. Viene a mis pesadillas el recuerdo de mis hermanas mayores cantando a grito herido “Tirar los Muros Abajo” de Miguel Mateos mientras acicalaban sus copetes de Alf. Otras imágenes fantasmales de “metaficción” trazaban el panorama desalentador. La apología al Moir en las pinturas kistch, agitprop, de la artista Clemencia Lucena, la orquesta de música tropical colombiana con nombre de guerrilla uruguaya, la hermosa música de “La Negra”, Mercedes Sosa, que escuchaban mis profes de izquierda. Los dantescos curas de la Teología de la Liberación santiguándose y repartiendo la extremaunción a punta de bala. Los mustios generales de las dictaduras militares con sus elegantes uniformes gris oliva, sus impresionantes obras de ingeniería civil y su relación con el WHINSEC. Los pilotos colombianos veteranos de la guerra de corea y el bombardeo de la República de Marquetalia. Los barcos de la Brigada 2506 de contrarevolucionarios y universitarios beligerantes hundidos por la artillería soviética del batallón 339 de Cienfuegos. Las amistades izquierdópatas y contagiosas de Gabriel García Márquez, las interminables incursiones de las guerrillas leninistas-marxistas que asolaron con miseria a Latinoamérica y a Centroamérica. El Neoliberalismo de “la Thatcher” y el Consenso de Washington; mis dos histriones preferidos expertos en persuasión semiótica: los actores Ronald Reggan y san Karol Wojtyła. Las caricaturas editoriales del New York Times en donde palomas marcan con “caca” la calva de Gorbachev. El espectacular atuendo de Yuri Gagarin parecido al de mis muñecos de Lego. La muy-guapísima Comăneci zarandeándose gimnásticamente, el genio de Baryshnikov con pantalones apretados disfrutando de McDonalds y de su homosexualidad en la Tierra de la Libertad. Con la larga lista anterior podría escribirse estrofas para musicalizar un “cover” en español de la canción We didn´t start the fire de Billy Joel.
Jacques Rancière explica otro término de su Régimen de visibilidad y de inteligibilidad llamado Régimen Poético. En esta categoría estética prima el realismo verosímil, la mímesis, la representación del cuerpo humano. Se usa como dispositivo para educar a las masas, perseguir la toma de consciencia y alentar su movilización política. Suceden voces firmes, divergentes al consenso, a lo normativo. Ejemplo de ello, las pinturas de Clemencia Lucena, copia “chiviada” del arte agitprop que preconiza la filosofía del Diamat. La película Apocalypse Now es crítica en extremo con la guerra de Vietnam. Algo del repertorio de Mercedes Sosa hace parte del “playlist” de música de protesta; (en ese playlist, evidentemente, no se incluyen el Kyrie y la Misa Criolla interpretadas por Sosa, esto por temor a la erisipela). La Carrera Espacial con Yuri Gagarin, y la agenda cultural internacional soviética, con deportistas y bailarines como Comăneci y Baryshnikov esgrimieron la batalla cultural. Algunos de ellos desertaron y se exiliaron en América. Touché.
De tanto en tanto, comenzaron a aparecer grietas disruptivas en el relato oficialista. Recuerdo que algún profesor de bachillerato adoctrinado por el materialismo histórico de Hobsbawm, o borracho por el nihilismo político de Noam Chomsky, colaba sus clases reaccionarias en los colegios de la Uncoli de la ciudad de Bogotá. No obstante, resultaba más divertido nuestro profesor de Inglés Nativo. A su corta edad, era ya veterano de la guerra “Tormenta del Desierto” de los Halcones NeoCon. Recuerdo que nos contaba sus groseras anécdotas militares por haber sido artillero de vehículo acorazado; nos enseñó a maldecir en inglés con fluidez y correcta ortología. Si en esa época hubiese conocido las pinturas de Fernando Botero que documentan los desmanes de Abu Ghraib, seguro que no hubiese tenido en tan buena estima al profe de inglés.
Gran relevancia dentro del “Arte Contemporáneo” tienen los conceptos de visibilidad y de inteligibilidad en la categoría de Régimen Estético. Rancière (gran profeta), señala que el arte entre 1970 y 1995 cambia radicalmente reconfigurándose en los que conocemos en la actualidad. Abandona definitivamente las grandes ideas del orden, la armonía, la estética, lo sublime, lo mimético-representativo. Cualquier criterio técnico deja de ser relevante; poco importa el objeto artístico como cosa material de formas bellas, de expresión semiótica y propositiva. Poco importa el arte como un commodity; como cosa valiosa, cosa lujosa de intercambio simbólico-cultural o comercial. Poco importa si es una pintura, un poema, una sonata, puede hasta carecer de sustrato material. Consecuentemente, Rancière revalúa (devalúa), las categorías estéticas y la función del arte. Habla del arte como praxis, como acciones políticas estéticas. Lo Político entendido no como una lucha por el poder, sino como una forma de experiencia sensible e inteligible en donde las personas “excluidas” realizan acciones artísticas. Se valen del lenguaje para disentir del orden establecido, de la normatividad, del yugo policial del consenso. Fracturan las relaciones de poder mediante el uso del lenguaje y el accionar de pequeños eventos estéticos. De acuerdo con esto, la estética no solo pertenecería al régimen de las formas sensibles sino también al orden social y a la contravención del Poder. Lo anterior ayuda a comprender ciertas manifestaciones “artísticas” en extremo bizarras. Como ejemplo, y sin ánimo de plantear una falacia ad hominem, o una falacia de “strawman”, señalo el siguiente ejemplo histriónico: Recuerden aquellas damas pasadas de peso, que no se depilan, que cantan arengas beligerantes y realizan coreografías de aeróbicos en trusas moradas y pañuelitos verdes: «El Estado opresor, es un macho violador». Turu turu turu TU, trala trala tra-la-Lá. Menuda explicación me tocó darles a mis sobrinas de siete años cuando las escuché tarareando aquello. Ya no me causó risa analizar el dispositivo semiótico de esas coreografías kitsch y su capacidad de activación emocional.
La artista plástica y filósofa Paloma Hernández García de la Fundación Gustavo Bueno; señala cómo la complicada institución del “Arte Contemporáneo” avala a algunos artistas y segrega a otros. La Institución delinea aquello que se puede ver y cómo se debe ver, aquello que se puede decir, cómo se puede decir, lo que se puede pensar, y cómo se debe pensar. Hace de sus artistas investigadores que crean imaginarios de memoria histórica, o artistas filósofos que someten la realidad a critica según su axiología solipsista. Artistas expertos en Teoría Crítica que emancipan a las masas para rechazar los sofismas de aquellos que ostentan el poder.
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CON JABÓN…! NO COMO PILATOS PORFI
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