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Reflexiones libres y desinteresadas, sin tomar bando, en torno a si es
realmente positivo que los artistas se sienten a apoyar causas
políticas. O también, del porqué yo quisiera que mis -inexistentes-
hijos escucharan más a Odio a Botero que a Juanes.

Encontré a través de una página tributo a Los Redondos y al Indio
Solari (que se presenta en estos días en La Plata y una amiga me está
haciendo fieros porque podrá ir a verlo), un artículo del suplemento cultural de la publicación argentina Página 12,
que reflexiona acerca de lo que
está ocurriendo con el rock argentino que se ha tornado pro-Kirchner, y
se pregunta si lo que existe ahora es una ‘contracultura oficial’.

Hace una extensa lista de ocasiones en las que el rock se ha mostrado
cómplice de causas de gobierno, e incluso, relata un acontecimiento
que explicaría porqué las notas musicales despertaron la ira de la
dictadura, pues en el gobierno anterior a los militares, en marzo de 1973, bandas como Sui Generis, Pappo, León Gieco y Pescado Rabioso compartieron tarima con el vicepresidente Solano Lima.

Recuerda Juan Ignacio Provéndola, autor del artículo, cómo los provocadores Redondos celebraron
con su rock contestatario el que sería el último concierto de rock
durante la dictadura, el 9 de diciembre de 1983 (un día antes de que el
electo Alfonsín decretara la Comisión Nacional por la Desaparición de
Personas). Esa noche, una bailarina del grupo salió vestida de militar
y durante el show se fue quitando prendas hasta que terminó desnuda.

Sin embargo, de las muestras de celebración por la democracia, el
artículo se refiere a lo que esas manifestaciones se han convertido, un frenetismo en el que ahora todo el mundo se
casa con razones políticas. Y el texto de Provéndola hace algo muy
interesante: cita a una serie de músicos que opinan cómo ven el asunto
y cómo la movida se ha llenado de figurines pro-gobierno. Cito un
fragmento que me pareció muy interesante, lo que comenta Pil Trafa, de Los Violadores:

  • “Ahora podés ser uno más del
    montón que se queja, antes éramos unos pocos y te costaba la libertad.
    No por eso éramos héroes: simplemente no medíamos las consecuencias de
    lo que nos podía pasar. En 1983 elegí a
    Alfonsín. Era la primera vez que votaba y fue un momento de mucha
    alegría. Después vino todo lo que sabemos y decidí no votar más porque
    ya no me interesa. Si la democracia es absoluta, tiene que ser optativa
    y permitirme eso. Los candidatos son de cuarta categoría, se insultan y
    no tienen propuestas, aunque sean un emergente nuestro y de la
    depuración que hicieron los militares en los ’70. Somos un país
    interesante, pero vamos a seguir a los tumbos”
    .

Ese frenetismo actual del montón que se manifiesta político es claro en
las elecciones estadounidenses desde hace mucho tiempo: Artistas que se
casan con figurines políticos. Y no creo que esté mal. Se trata de
abordar una causa política que consideran positiva para el país en el
que surgieron. Unir voces. De acuerdo, pero a veces el tema va mucho
más allá.

Por todo esto, tuve hace poco una experiencia un poco incómoda. Me pidieron escribir una columna sobre Juanes
para el diario ADN. Si ven la descripción del blog, notarán que en
principio yo tiendo a pensar que Colombia está “sobre-juanizada”, es
decir, todo lo que le estamos exponiendo a los ojos de los
compatriotas es Juanes esto, Juanes aquello, y la verdad es que el
espectro musical es muchísimo más amplio. Tenemos una muy amplia lista
de artistas nacionales que piden a gritos más visibilidad y no la
tienen porque toda se la toman Juanes, Shakira, Fonseca. Y este es un
país que se educa principalmente a través de la televisión.

Y mi visión desde la melomanía es que Juanes, un personaje al que es
casi imposible criticar desde cualquier medio de comunicación, ha
logrado llegar a donde está porque es un rock decente. No creo
que el término que usa Fernán Martínez de que se trata de un rock
“universal” sea el más apropiado. Se trata de un rock decente, cómodo,
que ajusta a un mundo decente y cómodo como es el de nuestra sociedad,
constituida principalmente por nuestras tías, tíos, primitos,
sobrinitos, hijos y demás. Un mundo que no es de los rockeros, porque
la contracultura se sale de esos parámetros: Juanes es una pieza
clave para la masa cultural más grande, que acepta por sentado los
buenos discursos de paz y amor, aquella que compra adornos de navidad
en la calle 53.

Escribí la columna, en la que dije por qué creo que pese a mis
aspiraciones de que Juanes haga un rock incómodo, nunca ganaré, porque
lo que le pide la gente es ser lo que es, representar bondad sin
límites. Juanes nunca podrá ser incómodo como Lou Reed o como Odio a Botero,
porque el día que lo haga, mis tías botarán sus discos a la caneca. Y
así mismo lo hará el gobierno. Es una atadura creativa que lo mantendrá
así de por vida, a menos que acepte desligarse del gobierno, cantarle a lo que posiblemente piensa en el fondo y
acostumbrarse al olvido.

Pasa algo curioso con Doctor Krápula. Es una banda que vive
plenamente la misión filantrópica de la protección a las comunidades indígenas,
tiene contacto constante con mamos y trabaja en proyectos de compra de
tierras para las comunidades desamparadas, una idea en la que creo
que también están involucrados Aterciopelados e incluso el Sargento García.
Eso es algo espectacular. Pero por otro, vive a cabalidad el fulgor del
discurso del Gran Concierto Nacional, tanto como Juanes, Shakira y
Carlos Vives, en el que el presidente Uribe dirigió, a través de la voz
de la barranquillera, un mensaje fuerte a la guerrilla… meses
después, las comunidades indígenas se levantaron contra el gobierno y
éste los señaló de tener inflitraciones guerrilleras, al final se
hicieron promesas que, dicen los líderes de la revuelta, aún no se han
cumplido… ¿Cuáles músicos acompañaron la marcha indígena? Ayúdenme a refrescar la memoria, pero creo que al menos públicamente ninguno lo hizo.

En principio, creo que el rock está llamado a ser incómodo
socialmente, porque se necesitan las voces que llamen a las reflexiones
contrarias y el rock tiene esa característica espiritual. Llevar la
contraria no es necesariamente un capricho, sino una forma de conservar
la cordura cuando todos los demás miran para el otro lado. Fue el
motivo que liberó tantas mentes en los sesenta: ir a contracorriente
funcionó para expandir la mente y las vivencias del alma.

Yo lo veo como el cuero de un tambor, cada tornillo le lleva la
contraria a los otros para conservar la tensión del cuero hacia su
lado, y así todos los acoples son necesarios para que “la vaina esta
suene”.

¿Serán necesarios entonces esos rockeros tan decentes?
¿Serán rockeros o no? Yo por eso, cuando tenga hijos, quiero que
escuchen de todo pero especialmente canciones de grupos como hoy es
Odio a Botero… no quiero que sean rebeldes, simplemente que tengan
criterio para discernir en cuáles músicos van a confiar una fe
religiosa… que puedan identificar qué quieren para sus vidas, que puedan ser críticos y que no se dejen inducir por lo que cante un cantante correcto y decente.

Suerte y pulso.

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Yo, Carlos Solano, su autor, soy periodista, ejerzo actualmente como subeditor de Cultura de EL TIEMPO y trabajo con la música desde mediados de los años 90. Espero disfruten este recorrido.

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