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Parece que no han pasado los años desde aquel siglo XVI en que los españoles hicieron vomitar sangre a los indígenas por sumergirse en el mar de la Isla Trinidad en busca de perlas. Todavía la codicia es el motor del mundo, y los 45 millones de esclavos “modernos” no son más que un eufemismo al término. Su condición actual no es muy diferente a la de la esclavitud a secas de los siglos pasados.
De este número, el 60 porciento se encuentra en Corea del Norte, India, China, Pakistán, Bangladesh y Uzbekistán, según el Global Slavery Index. Mas el caso norcoreano es el que preocupa en mayor medida; pues, aproximadamente, 1 de cada 20 habitantes ha trabajado forzosamente en algún momento de su vida.
Sin embargo, lo realmente paradigmático es que los países del “primer mundo”, los que realizan estas encuestas y critican dichos gobiernos con vehemencia, han sido acusados también , y en repetidas ocasiones, de “importar” ellos mismos esclavos o de producirlos.
Por ejemplo en los últimos años, Estados unidos, ha estado sumido en un escándalo sobre la condición de vida de muchos de sus prisioneros. Tanto así que se ha reabierto el debate sobre si las cárceles deben o no ser manejadas por privados. Para el caso de Colorado y de California se encontró que los prisioneros eran obligados a trabajar hasta 12 horas al día, muchas veces por un dólar la hora y otras por nada. Los objetos que realizaban en carpintería, metalurgia, textiles, etc., fueron vendidos a empresas y fábricas por un precio mucho mayor al que se le pagaba al reo.
Por supuesto, el peligro de este caso en particular es el incentivo que genera encarcelar a más personas, sin justa causa, para tener mano de obra barata (como es el caso de miles de inmigrantes actualmente, a quienes no se les resuelve su situación legal, para seguir explotándolos), y por otro lado, el de alargar la estadía de los presos en las cárceles, imputándoles mal comportamiento o cualquier otra razón, para que sigan produciendo, gratuitamente, dinero a los empresarios, verdugos y carceleros.
Jacqueline Stevens, de la Universidad de Northwestern, ha dicho que la única razón de ser del trabajo penitenciario es, castigar a los encarcelados después de haber cometido un crimen o “rehabilitarlos”. Desde luego, ninguna de estas dos está siendo aplicada. Pareciera más que las cárceles se manejan como feudos, que como espacios de preparación del reo para una vida social en la legalidad. Es más, me atrevería a aseverar, que la humanidad del prisionero termina aún más deteriorada y resentida después de haber estado tras los barrotes.
Y es que la trata humana o esclavitud moderna, como quieran llamarlo, es el segundo crimen más lucrativo del mundo con ganancias de hasta 150 mil millones de dólares al año. Por lo que no sorprende la complicidad con la que los Estados han manejado el tema y, sin duda, la facilidad con la que se han untado las manos para ellos mismos agrandar sus arcas.
Ese es el caso, de nuevo, del país gobernado por Kim Jong-un, en el que, según Naciones Unidas, más de 50.000 personas han sido enviadas fuera de Corea del Norte para trabajar en condiciones infrahumanas en el resto de Asia y Europa. Se estima así que el gobierno recibe cerca de 1.200 millones de dólares al año del trabajo de sus esclavos en el extranjero. Evidentemente, el lazo estatal con las oscuras fábricas en suelo ajeno, es el que permite que el 90 porciento del salario de estas personas sea enviado al Estado norcoreano.
Finalmente, lo peor de todo este gran monstruo, que es la subyugación del otro, es que los que caen en la telaraña del trabajo forzado, a través de mentiras y embauques, no tienen manera de salir de la red. Pues a la mayoría les arrebatan sus pasaportes y papeles. Así pues, los vuelven apátridas y “NNs”. A los pocos que tienen el valor o la fortuna de escapar y pedir ayuda al gobierno, los enreda de nuevo la burocracia de la industria subterránea, donde la ilegalidad es más cercana a la legalidad de lo que creemos.
Llegará el día en que el bellaco gobierno de Corea norte pague sus crímenes. Pero hablemos de lo que podemos mejorar a ese respecto de la trata de personas en Occidente, en los paises democráticos. Ntiendonque en España el 80% de las prostitutas son obligadas.
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