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He visto las fotos del romance entre el futbolista del Barcelona Gerard Piqué y nuestra exitosa Shakira, que confirman lo que todos pensábamos: le había durado demasiado la relación con el aburrido Antonio de la Rúa. Pero tal vez la agringada barranquillera no sepa que las relaciones íntimas entre españoles y americanos no comenzaron nada bien.

Cuenta la historia que cuando Cristóbal Colón recién descubría América al mando de sus tres naves, una de ellas encalló en unas rocas y quedó inutilizable. El capitán genovés usó la madera del barco para construir un fuerte en la isla que había bautizado como La Española, y dejó a sus hombres allí a cargo de todo, mientras regresaba a informar lo que se había encontrado.

Los recios marinos, convertidos de repente en exploradores, hicieron contacto con un grupo de indígenas locales que los recibieron con admiración. Estos machos ibéricos, que llevaban meses sin tocar tierra (ni otras cosas más femeninas), quedaron inmediatamente prendados de las bellezas nativas y, sin mayores reparos, procedieron a conseguir por la fuerza lo que estas deslumbradas morenas les hubieran dado con gusto sin tantas prisas.

Las quejas llegaron directamente a la hermana del cacique de la tribu, Anacaona. Parece ser que las nativas no quedaron muy satisfechas con el desempeño de los machos ibéricos o con sus poco refinadas maneras. Anacaona convenció a los fieros guerreros para que repararan con sangre la afrenta causada. Y así terminaron los primeros españoles que probaron las mieles de la mujer americana: degollados y ensartados por lanzas caribeñas.

Parece un augurio malísimo.

No obstante, múltiples amoríos han quedado registrados en los anales de la historia desde aquel entonces, y muchos otros se han convertido en el crisol de nuestro mestizaje. Son famosos los idilios de Hernán Cortés con Malintzin, la “Malinche”, una mexicana astuta y de carácter fuerte que encandiló al conquistador. En un caso opuesto, el ilustre patriota Simón Bolívar se enamoró perdidamente en Madrid de una española que falleció de paludismo tras viajar a la malsana Caracas.

Así, a través de los años, lo que indudablemente ha quedado es un gustito por las relaciones entre los latinoamericanos y la madre patria, que todavía persiste. Y en España se nota mucho más ahora por la inmigración proveniente de América Latina. Ya no hace falta ni cruzar el charco: una de cada diez personas en este país proviene del extranjero, y casi la mitad somos originarios de los antiguos dominios del imperio donde no se ponía el sol.

Con tanto de donde escoger, y todo tan nuevo y tan apetecible, es natural que españoles y españolas vayan cayendo poco a poco en la tentación de mezclarse con los recién llegados. Una bellísima extremeña me decía hace poco: “¡es que sois tan exóticos!“. Yo no veo dónde está el exotismo, porque vamos ya sin taparrabos ni penachos de plumas. Pero a ella lo que ve le resulta encantador, y yo me dejo querer.

Basta echar un vistazo a las cifras para ver que este fenómeno está ocurriendo más de lo que uno podría creer. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), que recoge todos estos datos y más, parece ser que los españoles prefieren a los latinoamericanos para casarse, de entre todas las otras nacionalidades presentes en el país.
Las cifras son muy claras: de 37.119 matrimonios que hubo en 2009, la tercera parte fueron con hombres o mujeres de América Latina.

La tendencia, que viene siendo la misma desde hace 15 años, se repite en los datos disponibles del primer semestre de 2010.
El año pasado uno de cada cinco matrimonios que se celebraron en España fue con al menos uno de los cónyuges nacido en el extranjero. Y uno de cada diez matrimonios fue con una persona de América Latina. Esto, por supuesto, no es más que un indicador, pero deja entrever claramente la tendencia de los españoles por relacionarse de forma cada vez más íntima y cercana con los latinoamericanos.

Por supuesto, entre todas las nacionalidades de nuestra zona, hay preferencias. Los colombianos somos los favoritos de las españolas entre todos los otros países americanos, con diferencia, después de que este primer lugar perteneciera a los cubanos. No puedo culparlas, los colombianos somos lo mejorcito del continente. Modestia aparte.

En cambio, los hombres españoles han ido adquiriendo en los últimos seis años un destacado gusto por las brasileñas. Eso sí, las mujeres colombianas están en un honroso segundo lugar, después de haber sido durante años las favoritas de los ibéricos. Entiendo que los gustos cambien: después de viajar a Río de Janeiro, un amigo iba predicando su nuevo lema personal: “pon una brasileña en tu vida”.

De cualquier forma, las perspectivas a futuro parece que se mantienen. Se trata de una tendencia firme e inexorable. Nuestros antepasados fueron españoles que vinieron a mezclarse con nuestras antepasadas indígenas, y hoy somos nosotros quienes venimos a la península a devolverles el favor.

Venimos a subyugar españolas y amansar machos ibéricos. Venimos a quedarnos y mezclarnos.

Es la reconquista.


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Madrid es mi ciudad adoptiva, sitio de todos y de nadie, capital del Reino, moderna y tradicional, canalla y noble, llena de maravillosas historias, lugares y personas sobre las que me gusta escribir. camiloenmadrid@gmail.com

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3 Comentarios
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  1. Sorry Shakirita; pero te has ido con un jeton–como todos los chapetones: procaces– en sus dos formas posibles fisica y vocabulariamente hablando. Tambien tiene fotos de haber sido pajaro y el que es no deja de ser. Cuando no te de la talla en el verbo vas a miras atras y lloraras.
    Responder

  2. Nada menos cierto, estimado Misántropo (y de paso aprovecho para agradecer los comentarios previos). No es nada raro ver lo que comento. Más de 5000 españolas se casan cada año con latinoamericanos. En el caso opuesto se doblan las cifras, pero los números siguen aumentando cada año. Además, se quedan fuera de las estadísticas los noviazgos y las parejas de hecho. Y las latinas que conozco casadas con españoles son melosas y complacientes pero llevan la relación con mano de hierro en guante de seda. Y ellos tan felices.

  3. Rara vez se ve a una española en relación de pareja estable con un “panchito”, y es que ellas son muy autónomas e independientes. Es más factible que un hombre ibérico se decante por la excesiva docilidad, exótica meloseria y la conveniente complacencia de las feminas del américa del sur, ya que muy fácilmente para ellos esta es la primera impresión que perciben en cualquier sitio de alterne de carretera.

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