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Este blog fue publicado por el Fondo Monetario Internacional.

Por Maurice Obstfeld

La reactivación del crecimiento mundial que proyectamos en abril se ha afianzado y ya no quedan dudas de que la economía mundial ha cobrado ímpetu.

Al igual que el pronóstico de abril, la Actualización de Perspectivas de la economía mundial (informe WEO) proyecta un crecimiento de 3,5% del producto mundial este año y de 3,6% el próximo.
Sin embargo, la distribución de este crecimiento entre todas las economías ha cambiado: en comparación con la proyección de abril, algunas economías están mejor, y otras, peor, lo cual compensa las citadas mejoras.

Un desempeño destacable por su celeridad es el de la zona del euro, cuyo pronóstico se ha revisado al alza. Pero también hemos hecho lo propio en el caso de Japón, China y las economías emergentes y en desarrollo de Asia a nivel más general. Observamos asimismo mejoras notables en las economías emergentes y en desarrollo de Europa y en México.

¿Qué muestra la otra cara de la moneda? Desde la perspectiva del crecimiento mundial, la revisión a la baja más importante es la de Estados Unidos. Durante los dos próximos años, su crecimiento debería mantenerse por encima de la tasa de crecimiento potencial a más largo plazo, pero hemos recortado a 2,1% los pronósticos tanto de 2017 como de 2018 porque las probabilidades de que se aplique una política fiscal expansiva a corto plazo parecen más lejanas de lo que estimamos en abril. Aun así, esta cifra es muy superior al deslucido 1,6% registrado en 2016. La proyección para el Reino Unido este año también es menor y refleja el desempeño anémico de la economía en lo que va del año. El impacto definitivo del brexit en el Reino Unido aún no está claro.

Ahora bien, globalmente, los últimos datos apuntan a la reactivación sincronizada más amplia que ha experimentado la economía mundial en la última década. La expansión del comercio internacional también ha repuntado y se proyecta que los volúmenes del comercio crecerán más rápido que el producto mundial en los dos próximos años.

Pero persisten focos de debilidad entre los países de mediano y bajo ingreso, en particular en los exportadores de materias primas que continúan adaptándose a la contracción de los términos de intercambio. Los países latinoamericanos continúan luchando con un crecimiento subóptimo, y hemos recortado las proyecciones para la región para los dos próximos años. Este año, el crecimiento de África subsahariana será más alto que el del año pasado, pero aun así apenas supera la tasa de crecimiento demográfico y eso implica que el ingreso per cápita se está estancando.

Riesgos

Los resultados podrían ser mejores o peores de lo que proyectamos actualmente. A corto plazo, se plantea la posibilidad de que el crecimiento resulte aún más pujante en Europa continental, ya que los riesgos políticos se han atenuado. Pero del lado negativo, muchas economías emergentes y en desarrollo vienen captando capitales a tasas favorables, lo cual las expone a posibles vuelcos de balanza de pagos más adelante. Podrían surgir tensiones si los bancos centrales de las economías avanzadas continuaran inclinándose por adoptar políticas monetarias más restrictivas, como se ha observado en algunos casos durante los últimos meses. La presión de la inflación subyacente es baja en las economías avanzadas y los indicadores no dan indicios de que las expectativas inflacionarias a más largo estén trepando más allá de las metas; por ende, los bancos centrales deberían seguir actuando con cautela, guiados por los datos que vayan recibiendo, y mitigar el riesgo de condiciones financieras prematuramente restrictivas.

Gracias a la adopción de políticas propicias, China elevó en los últimos tiempos la tasa de crecimiento, y nuestros pronósticos para 2017 y 2018 se han incrementado en 0,1 y 0,2 puntos porcentuales, respectivamente, a 6,7 y 6,4%. Pero la contracara de ese aumento es una expansión del crédito rápida e ininterrumpida, con los consecuentes riesgos para la estabilidad financiera. Por lo tanto, las medidas recientes adoptadas por China para hacer frente a las carteras en mora y coordinar la supervisión financiera son alentadoras.

Por último, la amenaza que representan las medidas y las reacciones proteccionistas sigue siendo destacada a corto y mediano plazo, y lo propio ocurre con los riesgos geopolíticos.

Perspectivas a más largo plazo

Aunque el panorama actual se ha despejado, los pronósticos de crecimiento a más largo plazo no son tan prometedores en comparación con los niveles históricos, y un crecimiento anémico a más largo plazo también conlleva riesgos. En las economías avanzadas, los ingresos reales medianos se han estancado y la desigualdad recrudeció a lo largo de varias décadas. Incluso con el desempleo en retirada, los salarios no han aumentado mucho. Por lo tanto, un crecimiento persistentemente lento no solo impide que mejoren los niveles de vida, sino que también plantea el riesgo de exacerbar tensiones sociales que ya han empujado a algunos electorados hacia políticas económicas más aislacionistas. En las economías emergentes, por el contrario, el nivel de ingresos ha aumentado sustancialmente, incluso para los segmentos de la población poco favorecidos en términos de la distribución del ingreso, a pesar de que la desigualdad es en general más marcada que en las economías avanzadas.

La actual fase ascendente que está atravesando el ciclo económico ofrece a las autoridades una oportunidad ideal para hacer frente a algunas de las fuerzas a largo plazo que están enfriando el crecimiento. La aplicación de reformas estructurales adecuadas puede incrementar el producto potencial de todos los países, sobre todo si están respaldadas por políticas fiscales que propician el crecimiento, como por ejemplo la inversión en infraestructura productiva, siempre que lo permita el presupuesto público. Por añadidura, la inversión en la gente es crítica, ya sea a través de la educación básica y la capacitación o la reorientación laboral. Esas iniciativas realzarán la resiliencia de los mercados laborales frente a la transformación de la economía y, a la vez, estimularán el producto potencial. Las mismas medidas de política que pueden ayudar a las economías a adaptarse a la globalización —descritas en un informe que elaboramos hace poco con el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio—son, en términos amplios, necesarias para superar los retos que plantean la tecnología y la automatización.

Fortalecer la cooperación multilateral es otro factor crítico para la prosperidad, en ámbitos tan variados como el comercio internacional, la estabilidad financiera, la tributación de empresas, el clima, la salud y la lucha contra las hambrunas. Cuando las decisiones de un país tienen un profundo impacto internacional, las políticas basadas únicamente en la ventaja propia son, en el mejor de los casos, ineficientes, y en el peor, sumamente perjudiciales para todos.

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