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Es mucho lo que podría decir sobre por qué las mujeres no se sienten conformes con su cuerpo. Siempre quejándonos, desaprobando, descalificando. Sin duda, yo solía hacerlo. Recuerdo esa sensación de no ser suficiente. De querer ser más de otra cosa.
Después de hablar con tantas mujeres, me doy cuenta de cómo la lucha con el cuerpo es una manifestación, un síntoma. Por eso, yo digo que pelear con el cuerpo es pelear con todo. No habría una guerra sino viviéramos siempre queriendo mutar en algo, llenas de ideas sobre cómo debería ser la vida. Ese es el centro de la lucha. Creemos que es un asunto de comida, pero no es. La comida es solo un intermediario, atascado en medio del fuego cruzado.
Este es un asunto de mirar nuestro cuerpo y nuestra vida, y saber que son suficientes. Es internalizar la convicción de que somos completas, así como somos. Es reconocer la belleza de un cuerpo que sabe cómo sostener la vida, que es un vehículo justo que nos ofrece todo y que, sin él, no habría cómo tocar, bailar, abrazar, comer.
Pero las mujeres, preferimos no darnos cuenta qué tanto nuestro cuerpo es perfecto, en toda su imperfección. Igual que con la vida. Preferimos irnos a pelear con unos kilos eternamente, porque no nos arriesgamos a declarar que ya lo tenemos todo. Postergamos desde ir a paseos y meterse a la piscina hasta iniciar relaciones amorosas, todo porque el cuerpo anhelado no ha llegado. Si, aceptarse es un riesgo. Creímos en los mensajes tan incorrectos de una sociedad que considera que debemos ser otra cosa.
Afortunadamente, somos muchas las mujeres que estamos despertando a la realidad de las cosas. Que estamos viendo las mentiras como mentiras y estamos decidiendo reclamar la vida.
Hoy, pregúntate, ¿cómo está tu cuerpo? ¿Qué necesita? ¿Cómo puedes quererlo un poco más en este día?
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