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La competencia se reinicia en la vuelta 105 con Harvick, Burton, Stewart, Bush y Hamlin en los primeros lugares. Johnson sobrepasa a Montoya por adentro. El colombiano sale impulsado de la curva cuatro y recupera su sexto puesto. En el giro 108 Marcos Ambrose golpea el muro de concreto originando la tercera amarilla.
 
Carl Edwards, Greg Biffle, Earnhardt Jr., Kahne y los carros con vuelta perdida entran a ‘pits’.
 
– Aquí es donde empiezan a contar las estrategias porque unos entraron y otros no -, le digo a Reinoso.
 
– ¿Cómo así? – pregunta bebiendo cerveza.
 
– Si hay una nueva amarilla los líderes entran a ‘pits’ y estos corredores que entraron estando en la vuelta del líder pasan a la punta de carrera -, le explico tomando un trago. – Es una forma de ganar puestos que a veces da resultado.
 
El ‘pace car’ apaga sus luces y la carrera se reinicia con Harvick, Burton, Hamlin, Stewart y Bush en el liderato. Burton derrapa forzando a los competidores que vienen en la línea de afuera a pararse en sus frenos. Johnson se adelanta sobrepasando a Montoya, Stewart y Bush. Montoya pelea con Stewart el sexto lugar. Salen de la curva cuatro corriendo sin darse espacio. El colombiano lo adelanta en la curva uno pero Stewart sale de la dos más impulsado y lo rebasa en la recta cerrando su paso. Montoya le da un golpe en el ‘bumper’ y se lanza por adentro de la curva tres a pasarlo. Stewart le cierra el camino, le pone el carro puerta a puerta y lo golpea.
 
– ¡Guevón, mire esa mierda! – grita Cardoso.
 
Una cortina de humo sale de la llanta delantera derecha del bólido de Montoya, el carro se ladea hacia afuera y se desvía sin control sobre el muro de contención en la curva cuatro.
 
– ¡Hijueputa! ¡No puede ser!
 
El colombiano pasa echando humo con el costado externo raspado, al punto en que no aparece el número 42. La bandera amarilla ondea por cuarta vez.
 
– ¡Qué mierda Becho! Le tiró el carro encima -, dice Reinoso mostrando las palmas, los bordes de sus labios hacia abajo.
 
– ¡Qué empute! -, digo poniendo la mano sobre mis ojos. – Que mierda tan sucia -, añado ante el olor a quemado que invade la tribuna.
 
– ¡Qué tristeza! Fue bueno mientras duro -, comenta algún Colombiano desde atrás.
 
– Se nos acabó la carrera -, le digo al Negro poniendo mi mano sobre su hombro.
 
– Montoya le pegó a Stewart y Stewart se la respondió -, dice Cardoso moviendo su cabeza hacia los lados. Fernanda levanta los hombros.
 
– Stewart no tenía necesidad de hacer esa vaina -, agrega el negro -, Montoya le pegó en el ‘bumper’, en cambio el ‘man’ sacó a Montoya de la carrera.
 
El piloto bogotano termina de dar la vuelta, entra a línea de ‘pits’ y se desvía por un acceso rumbo al garaje. – Detesto éste sentimiento -, digo apretando los puños. – Te revuelve las tripas.
 
– ¿No van a amonestar a Tony Stewart? -, pregunta Cardoso.
 
– No sé, pero eso me da todavía más rabia -, digo negando con la cabeza, la sangre bullendo en mi interior. Elliott Sadler se le clava a Reed Sorenson en la entrada a ‘pits’ y se queda varado frente a nosotros. Johnson y Martin son de los pocos punteros que entran a ‘pits’ y bajan al puesto veintitrés y veinticinco. Pasan casi al final de la fila. Señalo con el índice a Stewart y grito: – ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! -, blandiendo mi puño al aire.
 
Las turbinas limpian la pista produciendo un resoplido que llena el ambiente con un olor a combustible de avión.
 
– De qué quedó Stewart -, pregunta Cardoso.
 
– Veintinueve -, le digo mirando el tablero.
 
El celular vibra en mi bolsillo. – ¿Cómo te parece la cabronada que le hizo Stewart? Lo chocó adrede -, dice papá por celular.
 
– Aquí estamos pasando el duelo -, le respondo bajando los hombros. – Lo que siempre hemos dicho, lo sacan de ‘pits’ a mitad de lote donde hay más posibilidad de chocarse.
 
– La Nascar es una categoría sucia. En Speed Channel dijeron que Montoya amenazó con tomar justicia por propia mano si los comisarios no sancionan a Stewart.
 
– Acá los colombianos ya se están yendo -, le digo a papá ante la desbandada de aficionados con banderas y camisetas bajando hacia la salida de la tribuna.
 
La fila de bólidos pasa tras el ‘pace car’ de nuevo, señalo a Stewart y grito: – ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa!
 
Un ‘redneck’ me mira desde atrás torciendo la boca. Su gesto me incita a gritar más fuerte. – ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa!
 
El tipo acentúa el gesto subiendo una ceja, las líneas de su rostro pronunciadas. Es alto, de tórax amplio y brazos gruesos. Puede tener veintiún años. Luce la camiseta negra y la gorra anaranjada de Joey Logano.
 
– No es lo mismo la carrera así -, le digo a Cardoso cuando se reinicia en la vuelta 123 con Harvick en la punta. – Quiero que Stewart se estrelle -, añado con encono. Cardoso asiente con la cabeza.
 
– ¿Montoya no vuelve a salir? -, pregunta el Negro bogando su cerveza.
 
– Cuando le terminen de arreglar el carro -. Algunos otros colombianos abandonan el autódromo incluido el hombre con las plumas de cacique.
 
– ¡Que mierda! Ando muy emputado. Montoya iba haciendo una carrera excelente. Esta es la mierda, mi Negro, se le acaba la carrera a tu piloto y se te acaba a ti. Quedas aburrido -, le digo mientras Bush pasa a Harvick por afuera arrebatándole el liderato en la vuelta 134. El tablero anuncia a Johnson en el puesto veintidós.
 
El negro y yo bajamos al baño. Me siento en el inodoro y un hombre golpea la pared metálica del baño. – Give me some toilet paper, dude! -, me dice mostrándome su palma extendida por debajo del separador. Le paso una manotada de papel higiénico. – Thanks, dude.
 
Salgo y busco al Negro. El celular vibra en mi bolsillo. – Montoya volvió a salir y la Nascar le advirtió a él y a Stewart que dejaran la cosa así -, me indica papá con desagrado. – Estás son las cosas con las que Montoya se ha topado durante toda su carrera. Leves atropellos en los que no es juzgado con igualdad.
 
– Claro, por colombiano.
 
– Explícame ¿cómo no sancionaron a Stewart?
 
El Negro anda comprando cinco Budweisers de medio litro. Le recibo tres y subimos por la tribuna ante el rugido de los bólidos que salen de la curva tres. Montoya en pista detrás de Stewart. Acelera y lo choca en la punta posterior izquierda. Stewart se ladea, derrapa por la curva cuatro, sale a la recta de medio lado y frena sobre la barda interior de la recta. – ¡Hijueputa! Negro, ¿viste esa mierda? ¡Corre! -, le digo subiendo las escaleras de aluminio a toda velocidad. Ubico a Fernanda, me paro junto a Cardoso y empiezo a gritar: – ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! -, blandiendo mi puño al aire. ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! -. El Negro y Reinoso me acompañan en coro con sus puños al aire.
 
– Why don’t you say it in English -, dice el ‘redneck’ arrugando la cara, odio en su mirada. Un joven a su lado nos mira con ojos fríos.
 
Señalo el bólido de Stewart y le canto: – ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa!
 
– Say it in English, you fucking piece of Hispanic shit.
 
– Everyone in the world knows what ‘hijueputa’ means. Learn Spanish you Dick -, respondo parado en el asiento de atrás, mis ojos enterrados en los suyos. – ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! -, le canto a la cara.
 
– Ven y dímelo acá, hispano pedazo de mierda.
 
– Shut your mouth, you fucking motherfucker -, le grita el Negro.
 
– ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! ¡Hijueputa!
 
– Pussy! Pussy! Pussy! Pussy! -, responde el ‘redneck’ señalándome con el dedo.
 
Otro ‘redneck’ con audífonos y la camiseta de Earnhardt Jr. se baja a su lado y empieza a gritarnos insultos inteligibles sobre el rugido de los bólidos. Otros dos nos señalan en forma amenazante. Uno más grita improperios que se pierden entre el barullo de los motores.
 
– Hispano pedazo de mierda, hispano pedazo de mierda, hispano pedazo de mierda -, repite el ‘redneck’.
 
Me impulso hacia atrás para subir hacia él. Cardoso me hala del cuello con su brazo grueso. – Son ‘white trash’, no vale la pena -, dice.
 
– Ni por el putas nos vamos a dejar pisar las guevas.
 
– Claro que no, pero mire ese policía allá abajo -, me indica señalando a un agente hablando por el micrófono de un radioteléfono, su mirada sobre nosotros. – El ‘man’ ya llamo a pedir refuerzos. Ricardo se bajó porque no tiene papeles en los Estados Unidos.
 
Tony Stewart entra a ‘pits’ y el ‘redneck’ lo aplaude. – ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! -, grito con todas mis fuerzas señalando al corredor norteamericano. – ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! -, se lo grito a él. – ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! -, vuelvo a señalar a Stewart. – ¡Hijueputa! ¡Hijueputa! -, se lo grito a él.
 
– Pussy! Pussy! Pussy! Pussy!
 
– Puta, tengo mucha rabia -, le digo a Cardoso.
 
– Marica, hay que calmarse. Se nos vienen todos estos ‘rednecks’ encima y nos parten el culo -, dice mirando hacia atrás.
 
– Casi nos damos en la jeta contra unos hijueputas -, le digo a papá.
 
– No se vaya a dar en la jeta ahora. Eso da cárcel en los Estados Unidos -, responde con severidad. – Se va a cagar su futuro.
 
– Sí, pero uno no puede dejar que le falten al respeto a su país. Es una cuestión de honor -, digo y cuelgo ante los gritos de los ‘rednecks’.
 
– Pussy! Pussy! Pussy! Pussy! -, vociferan desde atrás. Se les une otro gringo con la camiseta de Kahne. Algunos objetos empiezan a caer desde arriba.
 
– Si estos ‘manes’ se nos vienen los empezamos a botar de aquí para abajo -, indica Cardoso, los músculos de su cuello tensionados.
 
– ¡Hijueputas! ¡Hijueputas! ¡Hijueputas! ¡Hijueputas! -, les gritos con todas mis fuerzas.
 
– Guevón, ya déjelos gritar solos.
 
El celular vibra en mi bolsillo de nuevo: – Ed, entiendo tú rabia pero debes calmarte, tu futuro es muy importante -, aconseja papá con voz conciliadora. – Sí no tuvieras tanto que perder te diría que los reventaran a puños. Dime que te vas a calmar.
 
– Okay, pero ando muy desencantado. Éste es el atropello al que los latinos se enfrentan en los Estados Unidos. En Shenandoah, Pensilvania, un par de jóvenes blancos mataron a un mexicano indocumentado por pura xenofobia.
 
– En Speed están diciendo que los comisarios le sacaron bandera negra a Montoya. Si la Nascar hubiera sancionado a Stewart, Montoya nunca hubiera tenido que buscar venganza por si mismo. Pero intenta calmarte, la rabia es la peor consejera -, dice antes de colgar.
 
Cardoso pasa su brazo sobre mi nuca y me da un par de palmadas en el brazo. – Guevón, esa mierda que Montoya hizo pagó la boleta.
 
Lo vemos entrar a línea de ‘pits’ con el capó de su carro arrugado. Los demás pilotos cambian sus llantas, reabastecen combustible y salen liderados por Hamlin. Dan un par de vueltas tras el ‘pace car’, aceleran por la curva tres, salen impulsados de la cuatro y la competencia se lanza de nuevo cargada de un sentimiento de vacío.
 
– ¿Ve como cambia la carrera cuando el corredor de uno ya no la está peleando? -. Reinoso asiente con la cabeza.
 
 
Vea fotos en: www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com

Lea las crónicas ‘Tailgate’ en Homestead – Parte I y II – Por: Eduardo Bechara Navratilova en: www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com

escarabajomayor@gmail.com

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Mi nombre es Eduardo Bechara Navratilova. Escribo como acto liberador que me ayuda a escapar del mundo, así termine volviendo a él. Me sirve para entender mis propios actos, aunque admito que acabo con más preguntas que respuestas. Tengo defectos despreciables, que dejaré al lector descubrir por si mismo. Detesto los trancones, las modelos y hacer fila en los bancos. Me gusta el fútbol y la rumba, me gusta la gente que persiste. Tengo los títulos de derecho (1999) y literatura (2005) en la Universidad de los Andes. La novia del torero, Editorial La Serpiente Emplumada (2002) y Unos duermen, otros no, Editorial Escarabajo (2006), son mis dos novelas publicadas. No tengo un peso en el banco, pero me he recorrido medio mundo en viajes. El ser humano y su comportamiento son mi tema de fondo.

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