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Esto es un impulso, desde luego, pero en las últimas dos semanas he recibido noticias poco halagüeñas acerca de la situación de varias universidades públicas en el país.
Tanta liberación, escándalo militar y referendo político han obnubilado la crisis de la educación superior, que -tristemente- se hizo visible gracias a las ‘oportunas’ declaraciones de la senadora Gina Parody sobre la infiltración de milicianos en los principales centros de educación superior estatales, paranoia que alcanzó su pus con la insólita solicitud de la Fiscalía de revisar cuántos proyectos de terroristas y asesinos han pisado siquiera alguna de estas aulas, asumiendo que lo aprendido en dichas aulas universitarias ha sido prerrequisito para empuñar un arma (¿Acaso usted, médico o economista, se quedó habilitando Secuestro Extorsivo I?) ¡Qué manera más simplona de perder el tiempo y de distraer a la opinión pública: señalar a cualquier egresado de ser un guerrillero extraviado en su lucha por la igualdad.
Lo que más me indigna es que nadie le pone el ojo a los problemas de fondo: las universidades están quebradas, varias de ellas por malas administraciones. Solo basta mirar las razones de las marchas que en este momento arriban a la ciudad por parte de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Tunja, reclamando atención para una entidad con un déficit de 14 mil millones de pesos; las continuas protestas en la Universidad de Pereira, la tensa situación en la Universidad del Meta y ahora se suma el escándalo por la suspensión del período del rector de la Universidad de Pamplona (Norte de Santander) con una deuda que supera los 40 mil millones de pesos, situación que estalló el fin de semana pasado y que pone en riesgo el futuro de una institución a la cual ingresan estudiante del oriente y la costa colombianas.
Eso sin mencionar las amenazas hechas por parte de Las Águilas Negras a estudiantes de la Universidad del Atlántico, lo cual los obligó a salir de su ciudad y buscar refugio en el interior o en zonas aledañas. Ya ni estudiar se puede por culpa de esa enfermedad nacida del afán de culpar a las FARC y a los paramilitares por el atraso de este país.
La educación superior está pasado por la peor época que jamás se hubiera imaginado. Los que hemos salido de universidades públicas estamos boquiabiertos ante la sistemática vulneración de sus principios y muy posiblemente su pronta desaparición. Es hora de reaccionar y decir: si bien en este momento el fanatismo no permite ver nada, al menos tratemos de preservar el derecho a la formación. Busquemos soluciones, funcionarios comprometidos con el desarrollo de las instituciones, garantías para el acceso y la permanencia, alternativas financieras racionales para paliar las crisis económicas. No permitamos los injustos señalamientos o las afirmaciones prejuiciosas.
La Universidad Publica debe ser mas reflexiva de sus realidades y no limitarse a acusar a directivas , los politicos o cualquiera que no haga parte dle Alma Mater. Dentro de la U se ve mucha apatia y por otro lado mucha defensa del Status Quo disfrazado de defensa del derecho a la educacion , la libre catedra, e igualdad de oportunidades.
Muchos de los problemas que salen a flote son el resultado de la misma falta de dinamismo de profesores y estudiantes que se limitan a cumplir con requisitos y a eludir cualquier responsabilidad con el pais.
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