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Vitral de la Iglesia de Lucs

 

(Escrito a dos manos con el historiador Santiago Pérez Zapata)

 

Antes que por votantes abstractos una nación se conforma de familias. Resulta curioso que el ataque a la familia por cierta ideología de género haya sido una de las primeras llagas levantadas por el Acuerdo para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. No deja tampoco de ser curioso lo de terminación del conflicto, puesto que no hay democracia sin conflicto y nada estable y duradero puede fundarse sin fuerzas contrarias. Conflicto y convivencia tienen la misma raíz etimológica.

Lo que se pretende instaurar en Colombia, más que paz, es una ideología pacifista. El pacifismo no procura fundarse en un orden estable y en una justicia sólida ni tampoco en “dar a cada pueblo su suelo”, como pedía el jurista Álvaro d’Ors para evitar futuros estallidos bélicos. Tal pacifismo pretende imponer en cada individuo un credo de derechos subjetivos y virtuales como si se habitara, no en la realidad, sino en una cuenta de Facebook. Semejante ideología pacifista ha pretendido idílicamente desterrar la guerra del mundo mediante una negación superficial del conflicto; pretende que el ciudadano del común olvide la realidad palpable y se ponga a soñar mundos utópicos. Así, drogado por una paz abstracta, el Gobierno y las FARC se apoderarán de su conciencia.

Con la peor demagogia posible, el gobierno de Juan Manuel Santos bombardea de publicidad al ciudadano con actores sonrientes, felices, porque Colombia ha ingresado como lacaya al Nuevo Orden Mundial. Así lo ha celebrado Santos y su gabinete en la sede de la ONU en Nueva York. Pero la ONU no es sino una organización dominada por Estados Unidos, que pretende imponer una política planetaria –multicultural y superficial– que ha fracasado incluso en su propio territorio.  Nunca había vuelto a sufrir tantos vejámenes los afroamericanos como en la presidencia de Obama.

¿Cómo funciona el Acuerdo de La Habana en el contexto de esa repartición del espacio en una óptica transnacional? ¿Es realmente el Acuerdo generador de un orden justo necesario para una paz auténtica? ¿Por qué las guerrillas marxistas son afines a la globalización en detrimento de la soberanía de las tradiciones religiosas y campesinas?  ¿Acaso porque ya coinciden en la expoliación con las multinacionales y en la propaganda antirreligiosa con muchas ONGs?

Colombia importa casi todos sus alimentos en tanto que su suelo lo saquean compañías mineras y petroleras. La paz del turbocapitalismo parece dirigida a ese ciudadano virtual, laico e individualista, y no tanto a la familia como componente esencial de un Estado.

 

               De la guerra al terrorismo pacifista

 

Ahora bien: la guerra clásica en que dos ejércitos se enfrentan en el campo de batalla hace mucho cayó desprestigiada por el terrorismo revolucionario. Este hizo añicos todo el antiguo Derecho de Guerra (el Ius Publicum Europaeum), porque su objetivo consiste en conquistar las conciencias de los ciudadanos. A través de las nuevas formas de comunicación, la ideología pacifista inyecta en el ciudadano una conciencia “sucia” que lo hace sentirse culpable para que acepte como víctimas a quienes realmente son sus victimarios.

Las FARC no son sino tristes epígonos del terror revolucionario que nació en Occidente poco después de la Toma de la Bastilla en 1789. Aquellos revolucionarios franceses, para asegurar su triunfo, masacraron entre 1793 y 1796 a los pobladores de la Vendeé para, desatando el terror, forzar al resto de ciudadanos franceses a abrazar las ideologías terrenales y falsas de una fraternidad universal (El demagogo francés Babeuf, en aquel entonces, habló de populicidio, vocablo del que procede genocidio). Por toda Europa estallaron guerras civiles, y los revolucionarios de todo el mundo, seguros de conquistar con el terror el control del Estado, exterminaron pueblos enteros. Hay una línea directa de exterminios desde la Vendeé, pasando por los Gulags soviéticos hasta el holocausto judío y los “bombardeos humanitarios” de la OTAN sobre Yugoslavia y los países islámicos. De ahí el escolio de Gómez Dávila: “Las ideas progresistas, liberales, izquierdistas, dejan una estela de civilizaciones incendiadas”. Bajo las promesas de liberación e igualación total, ¿cuantos pueblos no han sido sepultados en Hispanoamérica?

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Les martires de la Vendeé

 

Las FARC ya no serán criminales. Ellas serán, más bien, las que en adelante acusen de criminales a quienes se rehúsen a adoptar la ideología ya sea liberal-capitalista o marxista-comunista. La guerra revolucionaria se hizo para forzar a muchos pueblos arraigados en sus costumbres a ser “libres” (para “liberarlos” de su tierra y sus creencias), convirtiendo al planeta así en una horda de desheredados y descreídos bajo una guerra  civil que se expandió por el mundo entero. Los creadores de semejante barbarie ahora vienen a imponernos la solución de la “paz” con la mayor desvergüenza. Incluso buscan pacificar –a pesar de su radical laicismo e inmanentismo­­– a las almas inmoladas que ya están en el otro mundo, para que sus hijos o nietos acepten que el orden pacifista es superior y preferible al viejo concepto de orden justo de tiempos pretéritos.

El más perverso de todos es aquel “derecho”  de la paz, puesto que desarma al ciudadano de su honra y de su tierra al despojarlo de toda crítica contra el “orden” establecido. Una paz justa sería, por el contrario, la que le exige a un gobernante trabajar por el reconocimiento del orden que honre y arraigue a los ciudadanos a su suelo. No deja de ser curioso que las negociaciones del Acuerdo se urdieran en La Habana (en la isla de Cuba), que se enmendaran en Nueva York y que se celebraran, a la manera de una fiesta privada, en el muelle de los Pegasos de Cartagena de Indias.

Nos espera en Colombia una policía pacifista que impondrá por la fuerza, si hace falta, los designios del  nuevo orden mundial. El pacifismo ideológico ya está tachando todo comentario en contra de criminal. Los revolucionarios colombianos (llámense neoliberales o marxistas) no descansarán hasta que los pueblos más débiles y tradicionalistas del país se incorporen en el culto al Estado, adoren como presidente a un hombre cuya alma es un reloj de cuerda cargado a distancia por corporaciones sin rostro que alimentan los poderes subversivos más oscuros con claros fines de lucro a escala mundial. El adversario más fuerte y brutal será glorificado. Satán pacta con Satán.

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Dr. Profesor-investigador universitario, autor de algunos libros sobre crítica e historia literaria y de las ideas. E-mail: spineda@colmex.mx Imagen: pintura de Yolanda Pineda

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6 Comentarios
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  1. jhonrosas0713

    Debo reconocer que es la mejor argumentación que he leído promocionando el No, sin embargo yo votaré por el Si ya que falta a la verdad al plantear que ya no existirá conflicto

  2. echeyentoncescual

    Es el más inteligente análisis que he leído hasta el momento. Es la única persona en Colombia, que escribe en un periódico, que entiende exactamente el problema en el que estamos cayendo

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