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Cuando empezó este camino, lo primero que se nos vino a la cabeza fue buscar tratamientos que fueran un poco más ‘amigables’ que la medicina tradicional. No es fácil hacerse a la idea de administrar químicos en un cuerpito de tres años de edad. Y para nadie es un secreto que los medicamentos traen efectos secundarios.
Además, estamos seguros de que la homeopatía es una buena ciencia, seria y que ha dado enormes resultados en muchos casos. Y por si fuera poco, gracias a muchos amigos maravillosos, he logrado captar buenos contactos de profesionales serios y respetables. ¡Gracias a todos!
Sin embargo, y esta es la enseñanza que quería compartir con ustedes esta semana y que la aprendí de Care for Kids, es que los tratamientos alternativos, hasta ahora, no son muy eficientes a la hora de combatir la Artititis Idiopática Juvenil. Claro, las terapias de masajes, las gotas para la ansiedad y otro tipo de tratamientos pueden ser excelentes a la hora, por ejemplo, de alivar tensiones, miedo y ansiedad. Anto adora sus masajes.
Pero reemplazar por completo el tratamiento que envía el reumatólogo pediatra por una terapia alternativa puede ser desastroso. Por favor, no lo haga. Créame, los médicos saben perfectamente que hay efectos secundarios en los medicamentos y sus recetas están hechas para minimizarlos. No tema preguntar, no le dé miedo consultar todas sus dudas. Ellos le contestarán y le darán el mejor camino. Al fin y al cabo, como dice nuestra doc, “los papás están en el día a día, pero los médicos miramos a nuestro paciente a futuro”.
Subes y luego bajas
Con Antonia, las visitas al médico son cada mes. Y de acuerdo a la evolución, se va definiendo el tratamiento. Antes de la primera sesión, sólo había un medicamento. Hoy ya son más. No sabemos si la próxima semana el tratamiento crezca, se mantenga o disminuya. Hay que esperar.
En medoo de eso, el rostro de Anto ya es familiar en el laboratorio clínico donde, cada mes, le toman muestras. Y comienzas a convivir con nombres como Metatrexate o Prednisolona o Naproxeno. Y, obligatoriamente, te vuelves ordenado. Te aprendes la lección. Yo, personalmente, suelo ser un caos. Pero la condición de mi chiqui me ha obligado a hacerlo. Adherencia al tratamiento, lo llaman los médicos.
Claro, mi torpeza natural a veces me juega malas pasadas. Como el día que, en una finca, en medio de la nada, saqué el frasco con la medicina de mi niña, se me rodó y se estrelló contra el piso. Jamás me había sentido tan idiota. Por fortuna, la movilización de nuestros ángeles familiares fue inmediata y se logró conseguir de nuevo el medicamento. Todavía me da pena ajena recordar ese momento.
En fin. Este segundo mes que se completa desde el diagnóstico ha sido extraño. Con momentos de optimismo desbordado, seguidos de miedo y algo de decepción. Casi como un partido de Millonarios.
Porque en estos días recientes, Antonia pasa de la rigidez por el dolor en la mañana, a la euforia infantil cerca del mediodía o en la tarde. Y suele llegar feliz hasta la noche (volvió a ser la noctámbula de siempre). Esta AIJ es un sube y baja de emociones. Te levanta el ánimo en un momento y te lo desploma al siguiente. Supongo que es parte del proceso de entender la enfermedad. Y ahí vamos… recorriendo el camino.
Nos vemos en una semana…
Cuando se tienen dos hijos, se da cuenta uno de lo diferentes que pueden ser el uno del otro, siendo cada uno ” el mejor hijo del mundo “
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Mucha fortaleza, los niños son muy fuertes. Doy la razón con la homeopatía, a mi me funcionó para el asma, pero hay enfermedades que no se pueden tratar con ella.
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Si. Es cierto. Un abrazo.
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