2023, la inteligencia artificial inunda titulares de prensa. Noticias apocalípticas frente al dominio de esta inteligencia sobre la humanidad aparecen como la mayor preocupación del mundo “moderno”, mientras tanto, aquí, todavía bajamos la voz para defender el feminismo. “Yo no me considero una feminista radical”, “Yo no es que sea del todo feminista, solo que…” “A mi díganme machista, esas feministas son locas”.
El estigma al declararse feminista es muy fuerte. La campaña en contra del movimiento parece haber ganado. Autodefinirse feminista termina siendo un lastre, te expone a un señalamiento, duro e implacable, así que mejor bajamos la voz y usamos un eufemismo.
El anhelo de Chimamanda Ngozi Adichie “Todos deberíamos ser feministas” es letra muerta. Por este lado no lo han entendido y si nos atrevemos a hablar de eso nos miran con ira, desdén, lástima u odio; y las mayorías, la fuerza del patriarcado se impone sobre juicios de la razón que se ahogan en el sinsentido de esta cultura.
Soy una mujer privilegiada que se rodea de hombres “educados” e “inteligentes”, eso no ha servido de nada, son ellos los primeros que muestran su desaprobación. Y mujeres extraordinarias que han vivido en carne propia la violencia y la discriminación por género, no las perciben como tal, la fuerza de la hegemonía nubla sus sentidos y su entendimiento. Ser feminista es una vergüenza aquí, pero no lo son ninguna de las absurdas prácticas machistas que terminan en muchos casos en feminicidios.
El colmo de esta ceguera lo viví recientemente. Veía un documental que mostraba la brutalidad de la violencia contra las mujeres en Turquía. A una de ellas, por haber pedido el divorcio, su esposo le destrozó los brazos, y las piernas, que debieron ser amputadas. A otra, tras un golpe en la cabeza, la dejaron cuadripléjica, al agresor le dieron una sentencia mínima de menos de dos años, mientras ella se condenaba a una silla de ruedas de por vida. En una de las escenas del documental mostraron a unas mujeres que protestaban por la impunidad reinante entre esposos violentos que desgraciaban la vida de sus mujeres, alguien a mi lado expresó: las mujeres se ponen fastidiosas con esas protestas, toca eso, llevárselas presas, qué más.
No hubo fastidio en las imágenes de mujeres con brazos destrozados, con piernas amputadas, ni en las de una mujer sin habla y sin movilidad, ni en los gritos de dolor de varias de ellas, no. Lo que molestaba, eran esas mujeres pidiendo justicia. En el metaverso ya han abusado de mujeres. Y sí, los robots acabarán con nuestras vidas, por imbéciles.
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