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Decadencia y emasculación de un Pueblo

“La rebeldía es la vida: la sumisión es la muerte”

El departamento de Caldas, antes de la desmembración del Quindío y Risaralda, y aún mucho tiempo después, ostentó el merecido reconocimiento nacional de ser el departamento modelo de Colombia en sus distintas facetas, especialmente, en lo referente a su dirigencia empresarial y política y, ante todo, por el lustre visionario de algunos en la formación de empresas y por los conspicuos voceros de la clase dirigente política con asiento en el Congreso de la República, y otros más que ocuparon altas dignidades en las instituciones del Estado. Egregia representación política que fue desapareciendo en forma paulatina por fuerza del inexorable ciclo vital, y que de manera alegre e irresponsable el “inepto vulgo”, como borregos y con mentalidad venal y codicia extrema, fue reemplazando por una clase de timadores indolentes y corruptos.

La historia sobre la decadencia de la clase dirigente de Caldas merece o requiere de dos análisis serios, precisos y concisos por separado: el sector privado y el sector político. En el privado tomaré como referencia la evolución hasta 1960 con la era de “los Azucenos”, próspera y respetable, después vino la era de “los Blancos”, un poco degenerativa, hasta llegar a la actual la de “La Alpargatocracia”, como la bautizara un amigo ya fallecido, y que es la de los “emergentes adinerados” que se fueron infiltrando en una sociedad sin mácula convirtiéndose en socios del otrora distinguido y pomposo Club Manizales, venido a menos y desprestigiado por ésta última por su variopinto en la mixtura social.

De estos dos sectores de antaño sólo queda una gran nostalgia, y a la cual se le suma una inmensa vergüenza ajena por la elección de algunos parlamentarios para representar este agreste terruño, especialmente, a partir de 2007, vergüenza que se hace extensiva a otras latitudes en donde se depositaron votos (comprados?) por aquello de la circunscripción nacional (léase Senado). La evolución de la clase política en Caldas ha sufrido cambios bruscos difíciles de describir, por cuanto toca aspectos muy personales y que tienen relación con la formación ética, moral, académica, cultural, intelectual y, ante todo, de variada y diversa condición social.

Caso patético y de crónica desidia y apatía es el que pesa sobre una mayoría electoral de abstencionistas que, con su enfermiza actitud, permiten que una minoría del electorado, muchos de éstos por la venta de su voto, elijan o reelijan como parlamentarios a unas personas corruptas, zánganos e ineptos, cuyo único mérito descansa en su inmensa fortuna siendo su origen o procedencia imposible de explicar y justificar, salvo que llegue a mediar la figura penal del “Principio de Oportunidad”. Claro está, que es un secreto a gritos que muchos de estos “Padres de la Patria” amasaron sus fortunas en un “paseo feliz” por la burocracia y, ya instalados, siguen engrosando su patrimonio a través de lo que llaman “la mermelada”, y que no es otra cosa que los “cupos indicativos” que les depara el Palacio presidencial.

En Caldas y Manizales han ocurrido hechos de corrupción graves y contubernios ignominiosos de algunos funcionarios y políticos con “carteles de la corrupción” y con grupos subversivos, como ha ocurrido en otras regiones de Colombia y que han sido reprimidos, pero en esta comarca la situación es muy distinta, aquí todos están “vacunados” contra el articulado del estatuto penal y del código único disciplinario. Las investigaciones que inicia no sólo la Corte Suprema de Justicia y Consejo de Estado, sino la Fiscalía, Procuraduría y Contraloría General de la República, y cuyos hechos materia de investigación son notorios y de conocimiento público, son ignorados y los procesos terminan olímpicamente con Auto Inhibitorio y archivados.

En este departamento hemos tenido de todo como en “botica”, desde captadoras o pirámides ilegales manejada por un “blanco” manizaleño, hasta el minúsculo y burdo “serrucho” en la compra de silletería para el estadio Palogrande, pasando por grandes negociados en la Licorera a través de la adjudicación de contratos de distribución de sus productos, reiterada desviación de licores en los contratos de intercambio y de distribución, la inexplicable suspensión de la destilación a fin de facilitar el camino a su privatización; suscripción de contratos leoninos con empresas de apuestas de suerte y azar; el “regalazo” descarado e impune que se hizo de Termales del Ruiz por parte de Inficaldas al Hotel Carretero; el hurto increíble de varios vehículos inmovilizados por las autoridades de tránsito de Manizales; el carrusel de contratación y despilfarro que se ha dado en el Aeropuerto del Café; los terrenos del aeropuerto de Santagueda que pasaron inexplicablemente a manos de privados, y tantas otras cosas más que serían interminables.

Todo este desbarajuste oprobioso de la política en el departamento produce inmensa indignación en la gente de bien, que no es otra cosa que un sentimiento de rabia o rechazo, al ver o constatar la forma facilista como estas raposas politiqueras y corruptas se enriquecen y alcanzan posiciones inmerecidas a través del voto comprado, todo por culpa de muchos desentendidos electores, otros venales y famélicos, y otros más, por perezosos y apáticos para participar en las contiendas electorales, actitudes estas que permiten que estos verdugos sociales salgan elegidos por una miserable minoría, premiando así a esta jauría perversa.
Los organismos de investigación y control mencionados, son inferiores a la clase política corrupta que impera en el país.

¿Por qué la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado, la Fiscalía, la Procuraduría o Contraloría no se inmutan, y ¡no hacen un carajo!? Es un interrogante que no cabe en ninguna cabeza, sólo en la de los magistrados o Dignatarios, por cuanto estos organismos tienen en su despacho sendas denuncias por concierto para delinquir con paramilitares y narcotraficantes, constreñimiento al elector, tráfico de influencias, falsedades, extralimitación de funciones, peculado y otras yerbas más que son notorias y bien conocidas por las autoridades y la ciudadanía, y cuyas conductas se han tipificado en asocio con delincuentes de lo más granado del hampa nacional e internacional, o sea, verdad sabida y buena fe guardada; qué bueno sería que estos magistrados de las altas cortes y el impoluto Fiscal, Procurador o Contralor, aunque fuera por una sola vez en su vida, se comprometieran con una justicia diáfana y sin sesgos.

Los caldenses debemos rescatar esos fueros que nos enorgullecieron en el pasado, catapultar a personas íntegras y honestas, de mentes diáfanas y de extrema brillantez, necesitando sólo conformar un frente solidario y rechazar por medio del voto cualquier reelección para el Congreso, así tengamos de aspirante a nuestra propia madre. ¡Recuperemos nuestra dignidad!

Marco Aurelio Uribe García.
Manizales, enero 12 de 2017.

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