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A principios del siAfricaglo XIX, un polifacético científico británico llamado James Parkinson publicó un libro en el que describía una enfermedad que acabó siendo bautizada con su apellido. Casi un siglo después, el neurólogo alemán Aloysius Alzheimer hizo lo mismo con otro terrible mal, al que también se le dio su apellido. Los nombres de esas dolencias son, por tanto, enfermedad de Parkinson y enfermedad de Alzheimer, a las que, no obstante, podemos llamar párkinson y alzhéimer, a secas. Como verán, al hacer eso eliminamos las mayúsculas iniciales y añadimos unas tildes. A continuación veremos por qué, y de paso hablaremos de otra enfermedad que en estos días vuelve a ser noticia: el ébola. Habrán visto que también aquí hemos usado la minúscula inicial.

La razón por la cual a veces tenemos que escribir ‘párkinson’ –con tilde y minúscula inicial–, a pesar de que escribamos ‘enfermedad de Parkinson’ –sin tilde y con mayúscula inicial–, es muy sencilla: cuando usamos la denominación completa de la enfermedad, la palabra ‘Parkinson’ está funcionando como complemento preposicional y hace referencia directa al señor James Parkinson. Estamos hablando de ‘la enfermedad que describió Parkinson’, o sea, de ‘la enfermedad de Parkinson’. Sin embargo, si decimos ‘El abuelo de Pedro tiene párkinson’, ahí el apellido del ilustre británico se ha convertido en un nombre común que, él solito, le da una denominación a la enfermedad. Al tratarse de un nombre común, «debe escribirse con minúscula inicial y someterse a las reglas ortográficas del español», según la Ortografía de la lengua española (Espasa), de la Real Academia Española.

Curiosamente, la RAE hace caso omiso de su propia orden ortográfica cuando al españolizar el apellido ‘Alzheimer’ conserva una letra hache que está claramente de sobra. Efectivamente, la Academia nos dice que escribamos ‘alzhéimer’ y ‘párkinson’, pero mi opinión es que debió ordenarnos escribir ‘alzéimer’, que es la grafía más lógica en nuestro idioma, pues, como señala el ortógrafo José Martínez de Sousa al hablar de esta palabra en su Diccionario de usos y dudas del español actual (Ediciones Trea), la escritura del grupo ‘zh’ es algo «impropio del español».

Vayamos ahora con el ébola. Para quien no lo sepa, el nombre de esta enfermedad proviene de un río africano que se llama Ébola, que fue donde se detectó por primera vez, hace unos cuarenta años. A la hora de escribir sobre este mal debemos hacer lo mismo que con ‘Alzheimer’ y ‘Parkinson’, aunque el nombre propio no sea el de un científico, sino el de un accidente geográfico. Así, escribiremos ‘virus del Ébola’ y ‘enfermedad del Ébola’, pero si convertimos el nombre del río en el nombre de la enfermedad, este pasa a tener la categoría de común, como ocurre con ‘párkinson’ y ‘alzhéimer’, de tal manera que tendremos que emplear la minúscula inicial: ‘Detectan dos nuevos casos de ébola en Nigeria’.

Como habrán visto, cuando usamos las denominaciones completas (‘virus del Ébola’, ‘enfermedad del Ébola’) conservamos el artículo ‘el’ (contraído con la preposición ‘de’). Al respecto, dice la Fundación del Español Urgente (Fundéu) que se recomienda esta escritura porque estamos hablando del nombre de un río, y siempre que hablamos de ríos debemos emplear el artículo. ¿O acaso les parece normal decir ‘Tajo pasa por la ciudad de Toledo’? A mí no; yo digo ‘El Tajo pasa por la ciudad de Toledo’. También podemos usar el artículo cuando ‘ébola’ es un nombre común, pero en este caso no está vinculado al río, sino a la propia enfermedad, que adquiere género masculino, como ‘sida’: ‘El sida ha sido la gran enfermedad del siglo XX, pero en el XXI nos amenaza el ébola’.

Con ‘ébola’ tenemos un problema menos que con ‘alzhéimer’ y ‘párkinson’, pues la tilde la empleamos tanto para el nombre del río como para el de la enfermedad. Si les soy sincero, no tengo ni idea de cómo llaman los naturales de la región a esta corriente de agua, pero sí sé que en español le decimos ‘Ébola’, palabra esdrújula que, por tanto, lleva tilde, como ‘Támesis’, que es el nombre que le damos los hispanohablantes a ese río que pasa por Londres y que los ingleses denominan ‘Thames’. De esta manera, al convertir el nombre propio ‘Ébola’ en común lo único que tenemos que hacer es eliminar la mayúscula inicial.

Leo hoy en la prensa que Estados Unidos se prepara para elaborar una vacuna experimental contra esta mortífera enfermedad. Ojalá las pruebas sean un éxito y dentro de pocos años ya nunca más tengamos que escribir la palabra ‘ébola’ con minúscula inicial.

Ramón Alemán

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PERFIL
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• Ramón Alemán. Periodista y corrector de textos de Tenerife (islas Canarias, España) con más de veinte años de experiencia. Es coordinador del servicio de corrección profesional de textos Lavadora de textos, perteneciente a la empresa canaria de comunicación Contextos.

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