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Se necesita tener los cojones muy bien puestos para pensar en regresar a un equipo del que no salió de buena manera, ni en los mejores términos con los hinchas por cuenta del famoso incidente aquel de la camiseta que año a año, debido a las arandelas que cada quien le quiso poner, se convirtió en uno más de los mitos urbanos que rodean la historia del FPC.

Que Mayer arrojó la camiseta al piso, la escupió, la pisoteó, miccionó sobre ella, le prendió fuego, la rompió y encima le hizo un rezo vudú. Más o menos en eso iba la historia del incidente aquel, razón por la cual, quienes no lo vivieron se habían hecho a una idea totalmente distorsionada de lo que realmente pasó.

Lo que sucedió en aquel partido con Centauros en 2003 fue que al ser excluido del terreno de juego tras marrar un penal, en medio de toda clase de insultos de grueso calibre por parte de la hinchada azul de occidental, Mayer cabizbajo se quitó la camiseta y la dejó caer, para luego adentrarse en el vestuario. ¡Eso fue todo!

De ahí en más, la historia se fue modificando con el correr del tiempo, de acuerdo con la calentura del narrador o de la imaginación desbordada del receptor.

Después de eso Mayer no continuó en Millos, dando inicio a un periplo por varios equipos tanto del FPC como del exterior para, ocho años después, regresar a Colombia a vestirse la diez del equipo embajador que, por aquellas épocas, iniciaba su proceso de reorganización administrativa y deportiva.

Ocho años después en los que el mito había crecido como bola de nieve, Mayer tuvo el carácter de aceptar la invitación para hacer parte del resurgir del más grande equipo de Colombia, como él lo manifestó desde su regreso, a pesar de nunca negar sus afectos por el Deportivo Cali.

Volvió a Millos a saldar una deuda pendiente, a ayudar a encumbrar al equipo al lugar que se merecía y a reconciliarse con esa hinchada que él mismo caracteriza como la mejor y más grande del país.

Y se enfrentó desde el inicio a un ambiente enrarecido por el descontento y escepticismo de la hinchada con su fichaje. Según sus palabras, desechó mejores ofertas económicas en el exterior, por su deseo de volver a Millos a colaborar con su regreso a la gloria.

Y a fe que lo consiguió. Con su desempeño en la cancha no tardó en cambiar los pitos e insultos de sus primeros partidos por el aplauso y reconocimiento de la mayor parte de la hinchada albiazul.

Porque aunque no faltan no faltan los que viven mandándolo a la jubilación y el retiro por viejo o por lento, Mayer con su aporte de magia, talento  y el sacrificio -que al parecer pocos le reconocemos- ya tendría que hacer parte del “santoral” azul como ídolo e insignia del equipo.

Si le hemos dado tal reconocimiento a jugadores como Burgues, Lunari, Funes o John Mario quienes, sin restarles méritos y con el debido respeto y la gratitud por todas las alegría entregadas al hincha,  lamentablemente no pudieron darnos las satisfacciones de un título; cómo no encumbrar a Mayer a la categoría de ídolo azul después de tantas alegrías recibidas.

La indescriptible felicidad de dos títulos conseguidos bajo su batuta conductora después de tantos años de sequía;  el gol a Boyacá Chicó para sellar el título de Copa Colombia; el gol a Santafé para cerrar aquel clásico accidentado del incidente entre Yhonny y Bedoya; el desplante a Pezzuti en aquel cobro de pena máxima; el golazo de tiro libre al Junior en aquella semifinal en 2011; su gol 100 conseguido en otro clásico con los vecinos o; el más reciente, el del martes anterior en Barranquilla logrado magistralmente cuando el partido pintaba más difícil para nuestro equipo; son solo algunos de los grandes momentos entregados por el crack de la camisa 10 a la hinchada embajadora.

Pero no es solo su talento innegable, sino la alta dosis de sacrificio que le añade a sus actuaciones con la azul. No es de ahora únicamente. En la peor época bajo la dirección técnica de Richard Páez, cuando la mayoría de sus compañeros deambulaban en la cancha, Mayer multiplicaba su esfuerzo para tratar de recuperar balones y empujar al equipo; así mismo sucedió con Hernán Torres y ahora bajo el mando de Lillo.

Mayer  en Millos no se ahorra ningún esfuerzo, ninguna gota de sudor. Corre la cancha desde el minuto 1 hasta el 95 y le da ejemplo a sus compañeros de lo que significa entregarse con respeto, integridad y honestidad por esta camiseta azul, la misma que hace 11 años dejó caer con amargura al piso y que lo puso de espaldas con la hinchada azul, esa hinchada que hoy lo aplaude, lo reconoce y lo vitorea.

Cordial y albiazul saludo

@azulhstalatumba

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PERFIL
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Siendo muy niño fui por primera vez al Nemesio. Ese dìa jugaba Millos con Santafe. Aunque no entendía mucho del juego, me dediqué a preguntar por cada uno de los jugadores azules que habían en cancha. No recuerdo muchos de esos nombres pero desde ese momento supe que sería hincha de Millos el resto de mis días. En mis cuadernos de colegio anotaba de la prensa, cada domingo, las alineaciones, las sustituciones, las incidencias y los resultados de los juegos. Soy de los afortunados que ha festejado más de dos tìtulos de nuestro Millos pero también de los que padeció las décadas negras en que se robaron al Club. Socio minoritario pero orgulloso de Azul & Blanco, y quizá el más optimista y enamorado del equipo.

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