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Poco antes de ser el capo supremo del cartel de Medellín, Pablo Escobar firmó su primer testamento, en el que dejó bienes a sus padres y familiares. Además, una lista de obras de arte que incluía nombres como Dalí, Botero, Picasso, Miró, Rodin, van Gogh, y Obregón, entre otros.

¿Por qué la mayoría de estas obras nunca entró a extinción de dominio? Se pregunta la revista Semana en el encabezado del artículo que notificó la chiva mundial: Pablo Escobar fue propietario de una respetable y envidiable colección de arte. Esta vez no se trataba de chismes de pasillo, cotilleos periodísticos o conjeturas. Hay un documento público (firmado por el capo el 3 de octubre de 1980 en la Notaría Cuarta de Medellín) que reveló una faceta de los narcos poco explorada pero no menos sugestiva y reveladora: su relación con el mundo del arte colombiano.

En el testamento no se habla de sumas de dinero y los anexos de las sucesiones son casi inconseguibles, cuenta la revista Semana, hay una lista de obras de arte de alto valor cuyo paradero es un misterio, o terminó, como ha sucedido con varios episodios relacionados con Escobar, en el terreno del mito o de la ficción traqueta.

Imágenes The Memory of Pablo Escobar 3l

Para decir algo nuevo sobre cualquier asunto uno puede tomar dos actitudes: no consultar lo que los demás han dicho al respecto, o tratar de consultarlo todo. Creo que la segunda es más productiva. La primera está condenada a repetir lo que otros ya dijeron o a decir lo intuitivo, que es lo que ocurre a cualquiera como un reflejo automático: llover sobre mojado. Prefiero la segunda, aceptando la fecundidad inservible de ríos de tinta que se han escrito en los últimos años, que conlleva a plantear tres preguntas: ¿Para qué le servía a un narco una colección de arte (motor de ascenso social, lavado de dinero, legitimidad desde lo cultural)? ¿Qué tipo de coleccionistas fueron los narcos? ¿Qué temas compraban?

En los ochenta y parte de los noventa varias galerías estuvieron enredadas o enfocadas en la compra y venta de arte a mafiosos. El modus operandi era sencillo: un artista de renombre, un intermediario sin escrúpulos, un galerista con contactos y un incauto con dinero. Muchísimo, a decir de varias personas que he consultado sobre este tema. Jairo Valenzuela, director de la galería Valenzuela & Klenner, cuenta que en aquellos años se fabricaban artistas a la medida del gusto de los mafiosos, que era fácil, figurativo: caballos, desnudos, guerreros, billares, vida nocturna, cerámicas y obras que al ser tranzadas multiplicaban su valor comercial cuatro o cinco veces. Lucas Ospina cuenta en una columna en Esfera Pública  que en aquellos años la mayoría de pintores se pasaron del óleo al acrílico (que seca más rápido), algunos “mágicos”  se aparecieron por Europa, le compraron arte en lote (al por mayor) a los pintores colombianos del Grupo de París, y patrocinaron su bohemia. De ahí que se formara una burbuja especulativa y el arte se convirtiera en un eficiente terreno para el lavado de dinero. Esta burbuja estalló a mediados de los noventa de la mano del llamado Proceso 8.000, la persecución y captura de los hermanos Rodríguez Orejuela, de sus testaferros y socios, y la salida del país de buena parte del dinero producto del comercio de cocaína en Estados Unidos.

Tal vez quepa el rotulo del mecenas desmesurado. Ospina cuenta en su artículo la historia Saturnino Ramírez León, un pintor de origen humilde que pintó la bohemia bogotana, la vida nocturna, los billares y los billaristas, terminó en una hacienda de su mafioso mecenas que le instaló un taller propio y dejó a sus servicio varios hombres para atender sus pedidos o urgencias de su trabajo artístico; también de licores: murió de cirrosis por su alcoholismo desmedido.

¿Qué tipo de coleccionistas fueron entonces los capos del narcotráfico en Colombia? Puedo decir que eran acumuladores patológicos que utilizaban las obras, entre otros fines, como táctica para ingresar capitales al país sin necesidad de reportar los millones de dólares en efectivo de sus negocios, también como motor de movilidad y legitimidad sociales. Los mafiosos-coleccionistas seguían el canon dominante (Picasso, Botero, Dalí, Caballero), aunque especulaban mucho se arriesgaban poco: es revelador que ninguno de ellos haya comprado —aunque fuera por mera curiosidad— arte contemporáneo como instalaciones, performance, piezas de un época en la que se estaba consolidando en Colombia el arte contemporáneo.

Pero, ¿qué sucedió con las obras de arte que Escobar incluyó en uno de sus primeros testamentos como capo mafioso en ciernes? A pesar de la dificultad de rastrear la procedencia de estas obras y de la escasez —y poca confiabilidad— de las personas o fuentes que tuvieron la oportunidad de haber conocido esta colección y que sobrevivieron a la guerra a muerte entre el cartel de Escobar  y un grupo clandestino llamado los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar); estos son los escenarios posibles de la colección de arte del capo antioqueño:

Robo: los Pepes atacaron las casas en las que Escobar tenía dinero o las obras de arte, por ejemplo, Carlos Castaño, (jefe militar de Pepes) se quedó con un cuadro de Dalí (Dancing. The Seven Lively Arts Baile, un óleo —84 x 116 centímetros— que adquirió en Estados Unidos en los años ochenta, y luego Christie’s Londres lo vendió a finales 1994 al japonés Teizo Morohashi por £250.000 libras) en un operativo en Medellín, como el cuadro del pintor español, muchas obras se las robaron Los Pepes, o sea, mandos medios de Policía, Bloque de Búsqueda, otros. Cambiazos: algunas obras fueron cambiadas en diligencias judiciales, una vez terminó o se legalizó el operativo policial. Les doy un ejemplo, la pistola de Pablo Escobar que cambió Hugo Aguilar (entonces comandante del Bloque de Búsqueda) el día que mataron al capo, aquella tarde de diciembre de 1993, Aguilar llega hasta donde está el cuerpo del trofeo, con Escobar sin vida, detiene su reloj a las 2:50 de la tarde y lo entrega a un oficial para que se haga un oficio ante la Dijín. Enseguida, cambia su pistola nueve milímetros por la Sig Sauer del capo, lo que constituye tres delitos: hurto, peculado y manipulación de evidencia. Pagos de guerra: una vez terminada la guerra contra Los Pepes, la viuda de Escobar y su hijo Juan Pablo debieron hacer frente a la reparación del conflicto. Perdieron la guerra y debían pagar los costos, ellos pagaron a la cúpula de los Pepes como si fuera una feria inmobiliaria con listas de predios, inmuebles, decoración, caballerizas, arte decorativo y cuadros de renombre, esto lo cuenta Juan Pablo Escobar en su libro Pablo Escobar, mi padre. El bombazo al edificio Mónaco en 1988: se trató de una “bomba noticiosa” que se conoció inmediatamente en el país y el mundo: la fortuna hallada en el interior del edificio. Los lujos del edificio Mónaco dejaron boquiabierto a todos los que pudieron acercase hasta allí. El Tiempo tituló al siguiente día, el jueves 14 de enero, ‘Había obras de arte hasta en los baños’. Sobre este hecho les cuento una anécdota que me contó el crítico e historiador de arte Álvaro Medina: la fotografía de un cuadro de Darío Morales semidestruido y con el marco desprendido de la tela apareció en un artículo de El Tiempo. Cuando sale el periódico, un amigo de Morales se lo envía hasta Cartagena. Tres días después –lo que tardaba entonces en llegar un envío a su destino– Morales llamó llorando a Álvaro Medina, le dijo que nunca pensó que el mejor cuadro que había pintado estuviera en manos de Escobar. Nunca pasó por su cabeza que un mafioso fuera propietario de su mejor obra.

el tiempo mónaco

Hay consideraciones necesarias en la construcción del “mafioso coleccionista”. Halim Badawi, crítico de arte e investigador riguroso, afirma que “coleccionar es un proyecto intelectual y político”. Dice que un coleccionista no es necesariamente quien gasta mucho dinero en la adquisición de obras, quien únicamente adquiere firmas reconocidas, quien compra arte para decorar su casa o quién lo hace como inversión de riesgo por afán especulativo o por acumulación patológica. Lo anterior en cuanto a intereses, que eventualmente pueden cruzarse en las colecciones que conformaron narcos como Escobar, la Monita Retrechera, los hermanos Rodríguez Orejuela o alias Rasguño.

De esta manera, un coleccionista de arte tiene tres responsabilidades: 1). Con la custodia y la conservación adecuados de los objetos, 2). Con la sociedad para lo cual esos objetos tiene significación, valor cultural, de memoria, etc. y 3). Con él o ella mismos, los objetos deberían transformarle, cambiarle la vida, mostrarle un nuevo mundo. Estos tres principios comunes a muchos coleccionistas fueron soslayados por los mafiosos colombianos: a su narcisismo connatural por su convicción de ser cada uno el centro del universo, se debe añadir un desprecio al bagaje, a la experiencia y en general a la acumulación conocimiento, me refiero al conocimiento sin valor práctico, inmediato y cuantificable, ese que ensancha el horizonte mental y cultural (La Distinción de Bourdieu), pero sobre todo que ayuda a tomar conciencia sobre su momento como sujeto histórico, y a configurar identidades y vinculaciones con su espacio propio. Cuando se tiene a una simple orden el compendio de un mercado infinito e inacabable que satisface los más extravagantes caprichos, para qué sirve saber cosas que siempre estarán disponibles con sus chequeras inagotables y sus subalternos incondicionales.

Autorretrato de Rubens. Archivo particular.

Este es uno de los dos cuadros del pintor flamenco Rubens que perteneció a Luis Hernando Gómez Bustamante, alias Rasguño. El cuadro está en proceso de autenticación por parte de peritos colombianos y permanece bajo custodia en una bodega cerrada al público en el Museo Nacional de Colombia.  

 

Créditos de las Imágenes: Archivo personal de la familia Escobar Gaviria incluido en el libro The Memory of Pablo Escobar, escrito por James Molliso; archivo El Tiempo de enero de 1988, y registro personal de Ricardo Uribe Moya. 

@Sal_Fercho

Si el tema le interesó lo invito a la charla sobre arte y narcotráfico que daré en la Feria del Libro de Bogotá, el próximo lunes festivo 1 de mayo a la 4:00 PM en el Gran Salón Ecopetrol – Sala FILBo B

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PERFIL
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Saltando de un lugar a otro encontró su pasión en escribir, y sus textos han sido publicados en revistas como Gatopardo, SoHo, Esquire, Vice, Malpensante. Bogotano, profesor en algunas universidades e investigador asociado de Los Andes y apasionado por el periodismo, acaba de escribir su primer libro con Penguin Random House, "CSI Colombia", siete crónicas de cómo las ciencias forenses decodificaron algunos de los crímenes más impactantes de la historia reciente de Colombia. ​

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7 Comentarios
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  1. oscaralzate0621

    es falso el cuento del taller que un mafioso le montó a Saturnino.Lucas divulga falsedades que escucha en la calle.Si hubiera contrastado con alguien cercano a Satur no habria cometido ese pecado.Sean serios

  2. Tener arte valioso colgado de las paredes les daba el control sobre este y podían negociar entre ellos mas fácil. Lo que ms preocupa es porque a pesar de incautaciones de droga la oferta sigue igual. A donde va a parar toda la droga que incautan ? La negocian directamente entre la Dea y el gobierno ?. Porque no disminuye la oferta ? Porque no se ven drogadictos en masa desesperados en esas latitudes ?

    • fernandosalam0602

      Jorge, le respondo una pregunta. La droga que la Policía Antinarcóticos incauta de divide en dos: una pequeña parte se va para el laboratorio de Química de Fiscalía, algo así como Alerta Aeropuerto. El resto se desecha en hornos especiales ubicados fuera de Bogotá, en operativos similares a las avanzadas del banco de la República cuando lleva billetes a las ciudades del país.

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