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Tanto que pedíamos a gritos cambios en este mundo. A mi parecer los cambios eran y siguen siendo necesarios en la sociedad, en los sistemas económicos, políticos, educativos y todo lo que implica la organización de la especie humana. Porque en la medida que estos sistemas mejoren, se reflejará en cambios en los demás organismos y sistemas que comparten con nosotros este planeta y a los cuales les hemos arrebatado el derecho de vivir en su hábitat de manera natural y tranquila.

Y llegaron cambios drásticos y notorios, y vinieron con un virus y efectivamente muchas cosas alteraron su normal transcurrir, pero no necesariamente para bien. Se ha hecho más evidente lo indefensa que es la raza humana, la falta de escrúpulos de los dueños del poder, que ven en el caos reinante las opciones para incrementar sus fortunas. Se ha incrementado la pobreza material, social, emocional y humana. Y no tengo en mente comparaciones como: “nuestra cultura latina es indisciplinada y por ello somos víctimas indefensas del virus”. No creo que el problema del virus sea de hoy, es solo un resumen de toda una historia de corrupción, de vivir a corto plazo, de no proyectar las leyes para mejorar paulatinamente el estándar de vida de todos los ciudadanos. El virus ha sido solo una prueba en la que todos salimos rajados.

Y en estos tiempos extraños que vivimos, por lo menos extraños en el sentido de que tenemos limitada la libertad de movimiento. Las demás afecciones siempre han existido, lo que ocurre es que como no las habíamos vivido directamente nunca no nos percatamos de lo graves que pueden ser, como la pobreza multidimensional, las condiciones educativas del hogar, las condiciones de la niñez y la juventud, la salud, el trabajo, el acceso a servicios públicos domiciliarios y condiciones de vivienda, los niveles altos de desempleo, la falta de servicio de salud, la falta de ingresos o los ingresos bajos, los miedos y las ansiedades. El 19,8 % de los colombianos vivían en condiciones de pobreza multidimensional en el 2018, según el Dane.

Aunque casi el 20 % de compatriotas se enfrentaban día a día con la pobreza, nos parecía que esas historias nunca nos tocarían, que era un mal de otro mundo. Pero ese es un mal de este mundo que ahora toca a muchas puertas.

Ahora sentimos de cerca el desempleo, la falta de acceso a los servicios de salud, los bajos ingresos, el acceso limitado a la educación, los cuadros de ansiedad y la depresión en la población, la violencia familiar, etc. No es extraño que todo esto nos lleve a revaluar la situación. Como decimos en la tierra de los motilones: “Toda esta tochada que ha traído este toche virus me tiene hasta la coronilla”. Y es cierto, se me llenó la maleta y es preciso hablar de esto sin tapujos, sin vergüenza y constructivamente para juntos lograr una salida.

Se me llenó la maleta de: desesperanza, tristeza, miedo, incertidumbre, falta de sonrisas, preocupaciones, políticos corruptos, historias de violencia familiar, violencia social, falta de sensibilidad social, decepción de la especie humana, materialismo y oportunismo.

Se me llenó la maleta de pensar que muchas veces es más importante defender el honor de un político corrupto y cuestionado en su proceder, que la vida de un ciudadano común, que las oportunidades de las comunidades vulnerables, que los recursos naturales que son canjeados al mejor postor.

Se me llenó la maleta de ver a un pueblo de rodillas, con el cerebro lavado y programado para creer doctrinas de determinados sectores, de un pueblo que se vendió regalado, porque no lee, no cuestiona, no pregunta, no se interesa en organizarse para el bien común, y piensa solo en el corto plazo y en el momento.

Tengo la maleta llena de la sectorización de la sociedad, de polarización, de falta de consenso, de incapacidad de debatir con ideas que busquen el bien común y no el beneficio particular.

Tengo la maleta llena de que el peso de la ley caiga sobre los más desvalidos, que las leyes se hagan para proteger y beneficiar a los dueños de los poderes fácticos.

Tengo la maleta llena de ver que en tiempos de crisis las ayudas estatales están enfocadas en los círculos económicos más pudientes, y los más pobres difícilmente tienen acceso a esas ayudas reales. O por lo menos, lo único que reciben son las migajas que caen de la mesa.

Tengo la maleta llena de conformismo social, de funcionarios corruptos, de que los políticos piensen que son los dueños del país, y que para nada sean conscientes de que han sido elegidos por el pueblo para que los represente y dirijan al país por caminos de paz, progreso y bienestar general.

Tengo la maleta llena de los profesionales en las diferentes ramas del conocimiento, que se venden y se prestan para acciones deshonestas, que se las tiran de avivatos y buscan llevar la delantera en todo.

Tengo la maleta llena de ver que los pobres sean invisibles, que se juzgue su condición de vulnerabilidad en lugar de crear programas efectivos y eficaces orientados al desarrollo de una cultura y un pensamiento progresista en ellos.

Tengo la maleta llena de las mujeres que se irrespetan y acceden a vivir mantenidas, humilladas, vendidas al mejor postor y que no piensan en sí mismas como las gestoras de todas las nuevas generaciones. De las mujeres que no tienen honor al destruir hogares y generar violencia moral en la sociedad. Y es que nuestros abuelos siempre nos enseñaron: “el hombre propone y la mujer dispone”.  Y con eso, nos decían que tenemos un gran poder, está en nosotras usarlo para bien o para mal.

En general, tengo la maleta llena de esta sociedad que no tiene valores morales. Una sociedad en donde el respeto a la vida, la dignidad humana, el derecho a la salud, a la honra, al trabajo y al estudio es cuestión de privilegios, clase social o grupo étnico.

Ese cambio que pedimos a gritos por décadas parece que aún no llega, porque el cambio debe ser estructural, y la estructura con esta crisis ha quedado mas golpeada, más achacada, más desnivelada, más fortalecida en desigualdades e injusticias. Hay retoños que pueden significar esperanza, pero, así como: “una golondrina no hace verano”, nada cambiará hasta que no se alcance la masa crítica de población que sea consciente de que el cambio real viene de cada uno de nosotros, y que se logrará más eficientemente con la unión y el trabajo conjunto hacia propósitos de bienestar común.

Tal vez sea necesario tocar fondo para luego empezar a subir, pero mientras tanto necesito buscar la manera de desocupar mi maleta, porque los males del mundo son y seguirán, pero el lapso de mi vida es muy corto para llevar semejante peso.

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PERFIL
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Soy una permanente viajera de la vida. Economista con Posgrado en Dirección, Inteligencia Emocional y Coaching. Creo en los milagros, en las sincronicidades, disfruto el contacto permanente con la naturaleza, el cielo lleno de estrellas y caminar al amanecer. Consejera personal en temas de motivación y espiritualidad.

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