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Ese tipo de palabras no tienen calibre, pólvora, plomo o plutonio, pero pueden ser disparadas en cualquier momento sin usar algún tipo de gatillo o combustible; todos podemos ser víctimas o agresores. Evitemos apuntarle a alguien y blindémonos contra los que acostumbran a usarlas.
Recientemente tuve una experiencia así, una persona me disparó una ráfaga a quema ropa, no pude evitar escucharlas porque era un “jefe”, solo guardé silencio y recibí todos los impactos.
Al principio no quise darle importancia, pero cuando volví a la realidad laboral supe que algo no estaba bien, mi autoestima estaba herida y mi orgullo agonizaba como si hubiese estado en un campo de batalla en la Segunda Guerra Mundial o en alguna de las zonas rojas que tuvo Colombia.
Mientras trato de suturar el interior de mi ser, estaba pensando en esto: ¿por qué algunas personas usan este tipo de palabras para hacerle daño a otras? ¿qué tipo de beneficios o acciones esperan a cambio? ¿para qué llegar hasta esas instancias? ¡¿por qué?!
Debo aceptar que en algunas ocasiones estas palabras se convierten en las “herramientas” que puedes usar para demostrar todo lo contrario a las afirmaciones que hacen sobre ti, pero como en todo, existen los límites.
En otras situaciones te pueden dañar tanto como para hacerte sentir inseguro, generar incertidumbres a cerca de lo que quieres, lo que piensas, lo que deseas, tus propósitos y metas; como ven, las palabras son un arma de destrucción masiva al alcance de cualquier individuo, un individuo sin ética o moral.
Puede que tengas fortalezas o seas muy fuerte, pero las palabras de otros pueden dañarte o hacerte sentir mal, incluso, a ninguna persona se le va a olvidar con facilidad una mala palabra porque a fin de cuentas es una agresión verbal.
Ahora bien, las palabras que sí dejan marca y cicatriz de por vida son las que vienen de la boca de nuestros seres queridos. Todos guardamos en el sótano «oscuro» de nuestra memoria esa frase despectiva o insulto que algún familiar cercano nos propinó, puede que no quieras recordarlo, pero ahí están.
Paul Watzlawick, un célebre psicólogo austríaco experto en comunicación y lenguaje formuló una interesante teoría a la que denominó: “la desconfirmación”. En ella, se reflejaba el poder destructor de las palabras en la comunicación humana y las formas más comunes en las que se desarrollan:
- La desvalorización: en este tipo de comunicación se hace uso de un determinado tipo de palabras que buscan ante todo disminuir el valor de la persona. Se le quita importancia a todo lo que hace o dice, se usa un lenguaje que desacredita y que le resta valor a toda su figura, a toda su esencia. Es algo realmente destructivo.
- La descalificación: en este caso lo que se busca no es desvalorizar, sino “invalidar”. Se va un paso más allá y aparecen palabras como “no sirves para nada”, “eres la persona más torpe del mundo”, “no le llegas a la suela de los zapatos a nadie…”
- La desconfirmación: este grado de comunicación llega a anular por completo a una persona. Si en las anteriores definiciones quitábamos valor y humillábamos, aquí se procede a “ignorar“. No importa que el niño haga bien o mal algo, se le ignora. No importa que la pareja esté al lado de la persona que ama, éste o ésta procede a hacerle “el vacío”. Como si no existiera…
¿Cómo afrontar las palabras que dañan?
Estas son las claves para afrontar este tipo de palabras:
- Hemos de ver cómo es la personalidad de esa persona. Es posible que nuestros padres o algún hermano, tengan esta característica: la carencia de una comunicación emocional y respetuosa. Si es así, es algo que deberemos asumir pero dejando en evidencia siempre y en todo momento, “que hacen daño”.
- Si esa comunicación es siempre agresiva y vulnera nuestros derechos hasta llegar a la descalificación, está claro que no hay que reforzar dicha relación. Es un tipo de maltrato y como tal, nos defenderemos y pondremos una necesitada distancia.
- En el caso de que nuestra pareja, por ejemplo, haga uso frecuente de palabras cargadas de ironía, debes entender que es también un tipo de vulneración personal. No lo permitas.
- Entiende desde un principio que el uso determinado que haga una persona de las palabras, dice mucho de su personalidad. Si no te sientes cómodo/a con el lenguaje, no “encajas” con dicha persona.
Todos podemos en un momento dado, dejar caer o recibir palabras dañinas. Si es algo puntual no dudes en expresar en voz alta tu desagrado, tu molestia y tu dolor. Usa la “personalización” y haz ver a la otra persona lo que sentiría si estuviera en tu lugar.
Uno de los principales problemas de la comunicación es que no escuchamos para entender, escuchamos para contestar, y es ahí donde aparecen esas palabras que hacen daño.
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