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Una de las muchas voces que se pronunció durante el paro docente de finales de abril en Colombia fue la de la Confederación Nacional de Padres de Familia, la cual, como podría esperarse, manifestó su inconformidad frente a la acción de paro e incluso, trató de interrumpirlo a través de acciones legales las cuales a la postre, no tuvieron ninguna clase de efectividad; sin embargo, después de la finalización del paro, ha sido muy poco lo que hemos vuelto a oír de la organización. ¿Qué significa esto? ¿Qué lo determina?

Llama la atención la poquísima información sobre la organización que se encuentra disponible. Una búsqueda en internet no arroja resultados mas allá de las noticias que generó durante el paro, lo que plantea serias dudas sobre las actividades realizadas, así mismo, también resulta cuando menos, problemático, el hecho que el presidente de dicha organización, Carlos Ballesteros, mostrara niveles tan altos de desconocimiento de la situación del momento, a fin de cuentas, las peticiones de FECODE estaban disponibles con facilidad en su página web, en contravía directa de sus afirmaciones. Así mismo, sus otras respuestas dejan en claro la falta de familiaridad por parte de Ballesteros con la situación de la educación pública, con afirmaciones genéricas llenas de lugares comunes que no proponen nada; si bien no es cuestión de pedir niveles de familiaridad ministerial, se podría esperar que el representante a nivel nacional de los padres de familia, esté relativamente mas informado de la situación para hacer propuestas cuando menos, mas concretas.

Los gazapos de Ballesteros reflejan, ante todo, la situación problemática que presentan los padres de familia dentro del engrane de la educación pública. El hecho que la principal objeción presentada en su momento por los padres fuera ‘No sabemos donde dejar a nuestros hijos’ pone de manifiesto la percepción, fuertemente afincada en el imaginario popular, del colegio como un sitio donde dejar parqueados a los niños por entre 5 a 6 horas al día de lunes a viernes, la cual viene reforzada, en buena parte, por el énfasis histórico del establecimiento en un mensaje donde lo único que importa es aumentar los niveles de cobertura escolar y matrícula. Los padres de familia han entrado en una situación donde tienen altísimos niveles de atribución y bajísimos niveles de responsabilidad frente al servicio prestado por lo cual, no están en la capacidad de solicitar una rendición de cuentas adecuada a las instituciones educativas.

Si los padres creen que su única responsabilidad es asegurarse que sus hijos crucen la puerta del colegio al comienzo de la jornada sin darse por enterados de mas, entonces no hay forma que cuestionen adecuadamente a las instituciones sobre temas como los sistemas de evaluación en los cuales podrían tener cuando menos, una voz informada. En lugar de eso, nos encontramos con una situación donde los padres de familia exigen a los profesores que sus hijos pasen el año sin hacer mas preguntas sobre la calidad de su formación, lo que lleva a una relación entre padres y docentes la cual, historicamente, ha sido tirante y conflictiva, con casos en los que los docentes terminan siendo agredidos por los padres de familia.

La responsabilidad frente a este cambio recae, como muchas otras cosas, en los docentes, a pesar del discurso de organizaciones como FECODE que tratan de quitarle cualquier responsabilidad en las prácticas educativas al magisterio. Los docentes, que a fin de cuentas son quienes tienen mas contacto con los padres de familia, también deben educar y concienciar a los padres con respecto al rol que tienen dentro del diálogo educativo para que puedan hacer propuestas relevantes y efectivas sobre la gran meta nacional de mejora de la calidad.

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