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Confieso que por estos días previos a la navidad a uno se le van quitando las ganas de seguir participando de las discordias políticas y sociales que llenan los medios de comunicación, las redes sociales y las conversaciones de la gente del común. Ya no quiere uno hacer parte de la polarización que consumió la opinión pública desde hace ya varios años a nuestra Colombia.
Con ese espíritu conciliador que crece en estas épocas decembrinas y con el agravante de haber escrito mi anterior columna criticando el desgobierno de Iván Duque, me di a la tarea de buscar en la prensa y en la actualidad noticiosa algún otro tema que no me llevara ni siquiera a acercarme al actual Gobierno ni a ninguno de sus discutidísimos funcionarios, sobre todo, por la molestia de tener que recibir críticas sin fundamento, ataques y etiquetas ridículas con faltas de argumentos, tales como que padezco de la enfermedad incurable del marxismo, etc.
La búsqueda de algún tema conciliador también la inicié por cuenta de otro comentario que hicieron a mi artículo anterior, en el que decían que personas como yo vemos siempre lo malo y que estaba lleno de ganas de destruir a quien hacía bien, incluso el crítico alentaba al presidente a seguir adelante con sus intenciones patrióticas y su deseo de buscar el bien de Colombia. Con sinceridad fui corriendo a buscar esas mencionadas buenas intenciones de este Gobierno.
Paseando por los artículos noticiosos de El Espectador, en su edición del pasado domingo, me llamó la atención un artículo escrito por la directora Ejecutiva de Educar Consumidores, Esperanza Cerón Villaquirán, quien relata la difícil lucha de esta entidad por posicionar el impuesto a las bebidas azucaradas desde el año 2016.
Más allá de que es muy interesante el concepto de impuestos saludables, que se explica en el artículo, por su nula intención recaudatoria y por su hábil táctica de desestimular el consumo de productos dañinos para el organismo y de todo lo que un impuesto de este tipo sumaría a favor de la lucha contra enfermedades que provienen del consumo del azúcar, lo que más me llamó la atención fue el movimiento que existe entre quienes están a favor y quienes no lo están de posicionar este impuesto.
Como lo explica el artículo, por un lado, está la Organización Mundial de la Salud, OMS, quien enfatiza en la necesidad de no consumir productos con azúcares añadidos y por otro lado están Coca-Cola, Postobón, el grupo RCN, Asocaña, Fenalco, La Andi y, desde luego, todo el sector político al que no le interesa en lo más mínimo la salud de las personas, sino que son fieles a quienes financian sus campañas y por ende, se declinan por no aprobar esta noble causa.
La iniciativa ha causado abierto rechazo por ese conglomerado de entidades económico-políticas e incluso llegó a experimentar la censura de un comercial que constaba de varias piezas comunicativas para difundir en redes sociales y medios de comunicación masivos y de un video pedagógico que enseñaba cuánta azúcar contenían diversas bebidas industrializadas. Sí querido amigo, un video que explicaba la gravedad del asunto y que enseñaba cuáles eran sus riesgos, fue censurado oficialmente y, como era de esperarse, de eso no hubo titular en ninguna parte.
Sufrió nuestra noble causa más arbitrariedades de parte del establecimiento. El Congreso (de turno) no abrió la posibilidad a la sociedad civil de pronunciarse para argumentar la defensa del impuesto al consumo de bebidas azucaradas, pero sí creó el espacio para que los industriales se pronunciaran sobre la ley de financiamiento, enfatizando en su reiterado y falaz mensaje de pánico económico de implementarse este impuesto.
¿Qué oportuno nuestro correctísimo Congreso no? ¡Cuánta preocupación por los ciudadanos muestran cada que de luchar a brazo partido por los intereses de los colombianos se trata! ¡Bravo congresistas, que se haga valer esa millonada que se ganan! Aunque no hay por qué ser tan duro con los honorables congresistas, aún quedan algunos que sí se dedican a cosas importantes, si no me cree, ahí está el ejemplo de Enrique Cabrales representante por Bogotá del Centro Democrático, quien fue pillado en los últimos días jugando carritos mientras que en la plenaria del Congreso se debatía un proyecto de ley que plantea modificar el Código de Infancia y Adolescencia en lo relacionado con el consumo de drogas y sustancias psicoactivas. ¿Cómo le iría en la partida a Cabrales?
Pero no nos desviemos más, aquí viene lo mejor de todo, lo que definitivamente me hizo cerrar el año en esta línea de izquierda extrema radical, en esta muestra fehaciente e inequívoca de que estoy contagiado mortalmente de marxismo y que me hace ser un populista regalado seguidor y simpatizante de Fidel Castro, el Che Guevara, Hugo Chávez, etc. ¿A que no adivinan a quién me encontré haciendo lobby para que el impuesto a las bebidas azucaradas no tuviera futuro en el Senado? ¡Al que dijo Uribe, sí señores! ¡Bravo Duque, bravísimo!
El en ese entonces Senador de la República, Iván Duque, salió en defensa de las bebidas azucaradas y dijo cosas como que “con hacer ejercicio se soluciona todo”. Sí, eso dijo, pensé que no me sorprendería más con nada, pero Iván lo hizo de nuevo ¿O es que pensaban que solo sorprendía con dúos musicales? Increíble encontrar semejante defensa a un problema de salud mundial, ya que según cifras el 56,4% de los adultos y 24,4% de los escolares de 5 a 12 años tienen exceso de peso (MINSALID, ENSIN 2015). Adicional a eso, la OMS con evidencia de sobra viene alertando a todos los países para que se tomen medidas fiscales de etiquetado frontal y advertencias de prohibición de publicidad, promoción y patrocinio de bebidas endulzantes debido a su clara asociación con la epidemia de obesidad. ¿Qué pasó presidente?
Por estos días tal y como lo dice el artículo que menciono al principio, comisiones conjuntas del senado y cámara lograron que las bebidas azucaradas dejaran de pagar tributación especial (IVA monofásico), y pasaran a pagar IVA plurifásico, avance insuficiente ya que se requiere un impuesto del 20% como lo arrojan los estudios de la OMS, que permitiría reducir la adquisición de estas bebidas un 32% favoreciendo el consumo de otros alimentos más saludables. La pelota está ahora en cancha de los congresistas y es todo un misterio lo que van a decidir frente a esta iniciativa.