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Hay una frase muy cierta y es esa que dice que “uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser”. Por lo menos en mi caso aplica perfectamente pues desde pequeño, al revisar los álbumes familiares, cuando me quedaba observando las fotos en blanco y negro de mi padre prestando servicio militar en la Armada Nacional, yo soñaba con pertenecer a esa institución. Sin proponérselo él me fue llevando por ese camino contándome historias de los países que visitó cuando fue grumete. Mi vestido de bautizo obviamente fue de marinerito, así que me tuve que ver como una especie de Kiko en la iglesia, pero sin tantos cachetes (hay pruebas fotográficas de eso pero no las voy a mostrar).
Pero después de la visita domiciliaria llegaría la primera decepción. Era el último paso para aprobar oficialmente todo el proceso de ingreso. Cuando la psicóloga de la Armada llegaba a la casa averiguaba con los vecinos, tomaba fotos del sector y de la fachada de la vivienda, y hasta esculcaba en los cajones de todas las habitaciones. Y por alguna extraña razón hasta ahí llegaba yo.
Fueron dos intentos más los que hice para ingresar y la historia se repetía cuando llegaba el momento de la visita domiciliaria; hasta en el último año que me podía presentar cambié mis aspiraciones y ya no lo hice para oficial de la escuela de Cartagena. Me presenté para suboficial aspirando a grumete en la escuela A.R.C Barranquilla pero nada, tampoco funcionó y mi sueño como que se ahogaba en ese mismo profundo mar en el que yo anhelaba navegar.
No había derecho a preguntar cual era la razón, no era posible saber el motivo; solo fui un número en un listado final que nunca apareció. Pero yo no quería quedarme con la duda y le dije a mi papá que buscara a alguien conocido que me diera una explicación para poder quedar medio tranquilo. Él como pudo averiguó y después de unos días me comunicó que por el hecho de ser hijo de padres separados me habían rechazado. Obvio su cara de decepción fue mayor que la mía y antes me tocó a mi consolarlo porque se sintió culpable.
Sin embargo, y después de tomar otro rumbo en mi vida, sigo amando profundamente a la Armada Nacional. Cada vez que voy a Cartagena miro desde afuera las instalaciones de su alma mater, voy al muelle para ver si puedo conocer el Buque Escuela Gloria pero lamentablemente no he tenido suerte.
Este 20 de julio volveré a esperar que pasen los nuevos cadetes, esos que sí lograron hacer parte de tan bella institución y los aplaudiré con el mismo fervor que cuando estaba en hombros de mi padre… porque siempre seré “un marino de corazón”.
P.D: Que los de la Armada Nacional no me vayan a regañar por utilizar sus fotos, que yo los quiero mucho.
Hombre,vivimos entonces algo similar pues esa era mi meta cuando joven pero en mi caso fueron dos los obstáculos: estatura y dinero!!! La vida me llevaría a desempeñarme en algo muy diferente ( ingeniero de una compañía petrolera) y después de 33 años de trabajo hice mi sueño realidad y ahora tengo un pequeño yate en el cual navego con mi familia y amigos. Soy amante del mar.
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Soy oficial retirado, y hace muchos años esa era una excusa valida, muy importante la consolidacion de la familia, lamento que no hayas podido ser miembro activo, hay otras facetas como la reserva naval, pero igual mas que todo y ciertamente es llevarlo en el corazon!
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No creo mucho esa excusa que le dieron,, para cadete tal vez porque miran mucho el estrato socioeconomico, para grumete ni de fundas, ademas hay que contextualizar eso en el tiempo pues ha habido muchos cambios.
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No creo que esa haya sido la razón.
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Excelente articulo, lo felicito, yo si hice parte de tan prestigiosa institucion y hasta el ultimo dia que hice parte de ella porte con orgullo mi uniforme blanco. BZ
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