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Siempre soñé con un mundo en el que por medio de la tecnología, pudiéramos controlar desde la distancia, aparatos electrónicos.
Hoy vivimos en un mundo en el que es posible construir casas totalmente inteligentes, capaces de dar órdenes a los dispositivos electrónicos que tienen diferentes funciones desde calentar la comida, registrar cuándo fue la última vez que el tapete fue aspirado y un sinfín de cosas más.
Sin duda los retos son diferentes y diversos. El internet de las cosas (IoT) implica que los aparatos que utilizamos en nuestros hogares o en nuestras vidas tienen cierta inteligencia, si se puede decir de alguna manera, por estar conectados. Ya no se trata de construir un mundo lleno de conectividad, se trata de elegir la tecnología correcta para generar dicha conectividad y, además, tener las herramientas necesarias para que la experiencia de implementar el internet de las cosas en nuestra cotidianidad sea totalmente segura.
El reto está, precisamente, en diseñar la seguridad necesaria para que nuestras vidas, nuestra información no sean elementos vulnerables sino que podamos estar conectados de manera constante y sacarle provecho al IoT. Pues de nada nos sirve tener un mundo lleno de dispositivos capaces de hacer todo por nosotros si estamos expuestos a que estos sean vulnerados. Nadie quiere tener una casa que pueda ser asegurada desde su smartphone si un hacker la puede abrir. O tener un servicio de salud que controle el estado de un enfermo, si éste puede verse afectado por un intruso desde algún lugar lejano que incluso podría quitarle la vida.
Las posibilidades son infinitas. Desde controlar remotamente el suministro de una medicina hasta sistematizar procesos académicos en colegios y universidades con tableros inteligentes que registren la interacción de profesores y alumnos para generar un proceso colaborativo de aprendizaje. Esto puede lograr identificar los vacíos de los estudiantes, dándole al profesor la posibilidad de ser más eficiente en su desempeño como docente.
Otro beneficio del IoT es la generación de carros conectados. Una revolución tecnológica que permitirá reducir el porcentaje de accidentalidad en todos los sentidos. Piensen por un momento que su carro pueda llegar a protegerlo de manejar en estado de embriaguez, bloqueando el sistema de seguridad solo porque identifica que usted no está en condiciones de conducir; o que el carro esté en la capacidad de frenar y estacionarse si por medio de sensores y de análisis del iris del conductor se genere un sistema de alerta que informa que la persona que va manejando se está quedando dormida o perdiendo algún tipo de reflejo o capacidad de respuesta.
Por eso, el rumbo de este tema se ha renovado. Lo que viene es un mundo más protegido y en el que el IoT pueda desarrollarse e implementarse sin ningún problema. El futuro del internet de las cosas no es mayor conectividad sino una conectividad controlada y segura. El horizonte está en un mayor desarrollo tecnológico en pro de los beneficios que puede traer para la humanidad; un desarrollo tecnológico que aún ni usted ni yo podemos imaginar. Más calidad y productividad en la vida, los negocios y en el desarrollo global.
Hasta entonces la historia se seguirá escribiendo y los hallazgos en este campo nos seguirán sorprendiendo de formas increíbles. Por el momento la historia tiene sólo dos capítulos en desarrollo: conectividad y seguridad.