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Dentro de las muchas reacciones que desencadenó la determinación de la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre San Andrés, ninguna fue más certera que la de algunos tuiteros que recordaban los otros territorios olvidados de Colombia. Y cuando leía esos tuits, venía a mi cabeza la canción con la que el programa de RCN En la jugada cierra su emisión todos los días faltando cinco minutos para el mediodía:
Acandí, Balboa y Peñalosa
son tres pueblos olvidados de Colombia…

Y luego pensaba en el mapa que tenemos pensado como “Colombia”. Hace catorce años, un capítulo de El Siguiente Programa mostraba cómo Cerdo (uno de los tres personajes principales del célebre programa animado de Martín de Francisco y Santiago Moure) era elegido presidente sobre Pastrana, Serpa y Noemí. Una de sus primeras medidas es vender la mitad oriental de Colombia (Orinoquía y Amazonía) a los Estados Unidos, lo que le permite al presidente (manipulado por sus consejeros de Francisco y Moure) realizar proyectos en la nueva república de “Paz”.
Ese mapa que proponen Moure y de Francisco, donde el límite de Colombia lo hacen los departamentos de Boyacá, Cundinamarca, Huila, Cauca y Nariño, es el mapa que ha aparecido siempre en los medios nacionales. Un ejemplo sencillo: El Desafío, el reality que Caracol creó para reemplazar la licencia de Survivor, está enmarcado en una “lucha de las regiones”. Hay cinco grupos permanentes (cachacos, costeños, paisas, santandereanos y vallecaucanos). En el 2009 y el 2010 apareció el grupo de emigrantes: colombianos que vivían en Estados Unidos, Ecuador, Venezuela, España… pero al año siguiente se dio la categoría más reveladora de todas: los “retadores”, es decir, los pertenecientes a toda región que no abarcara las categorías “grandes”. En esta categoría cabían los de San Andrés, Chocó, Meta, Amazonas, Huila y Nariño, entre otros departamentos. Incluso, me atrevo a decir algo más: los motes de las tribus del Desafío equivalen no a las regiones, sino a las ciudades y sus áreas metropolitanas. Son, así como escribió la infravalorada Camille Paglia sobre Nueva York, Los Ángeles y San Francisco (“The beautiful decadence of Robert Mapplethorpe”. Sex, art and American culture: essays. Nueva York: Vintage, 1992: 40), “su propia zona mental”. Máximo once ciudades son las que definen la geografía colombiana: Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla, Cartagena, Santa Marta, Manizales, Armenia, Pereira, Bucaramanga, Cúcuta. Los demás puntos de la geografía colombiana equivalen a los países que conocemos cada cuatro años en el álbum Panini o en los Olímpicos: los desconocemos. ¿Sabríamos de Camerún si no fuera por Roger Milla en Nápoles? Alberto Salcedo Ramos comenzó su crónica de la masacre de El Salado con estas demoledoras líneas
Sucede que los asesinos –advierto de pronto, mientras camino frente al árbol donde fue colgada una de las 66 víctimas– nos enseñan a punta de plomo el país que no conocemos ni en los libros de texto ni en los catálogos de turismo. Porque, dígame usted, y perdone que sea tan crudo, si no fuera por esa masacre ¿cuántos bogotanos o pastusos sabrían siquiera que en el departamento de Bolívar, en la Costa Caribe de Colombia, hay un pueblo llamado El Salado? Los habitantes de estos sitios pobres y apartados solo son visibles cuando padecen una tragedia. Mueren, luego existen. 
La Colombia ajena de las grandes áreas metropolitanas sólo es visible cuando está en los titulares. Mapiripán, El Salado, Quitasueño, Guaitarilla, San Vicente del Caguán, La Hormiga, Cajamarca, Marmato, Machuca, Pradera… creamos geografía a partir de las noticias. De las cicatrices.
En los oídos: Violins and Tambourines (Stereophonics)
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PERFIL
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Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Javeriana. Profesor universitario, escritor y poeta. Coautor de Casas de La Merced (Bogotá, 2015) y autor de artículos sobre educación y literatura publicados en Colombia y España. Cuando no escribe dedica su tiempo a observar, escuchar, leer, cocinar y caminar. El autor cree firmemente que el mundo es un montón de retazos unidos por el pensamiento, el cual los seres humanos no han comprendido en su cabalidad. Las opiniones del autor en este blog no comprometen a las instituciones donde trabaja, estudia y publica.

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  1. Otro de los pactos que no debimos firmar pero que por firmado hemos respetado es el de no proliferación de armas nucleares. Para darnos ínfulas de nación civilizada, moderna, humanista y cuerda dentro del contexto mundial. Mientras que otras, supuestamente mas civilizadas, tienen grandes arsenales y producen al tiempo que nos piden, hipócritamente, que no las produzcamos. Hemos advertido de las graves consecuencias futuras. Pues, ahora que se nos ha llevado a una inaceptable situación sobre nuestros intereses fundamentales, vemos que las alertas no fueron en vano. Pues ante un dilema sin salida, es indispensable no seguir rendimiento los pactos cuando los demás no los respetan. No sigamos siendo ilusos. Es el momento de desempolvar los archivados estudios de la fuerza, tanto convencional como no convencional, protege el honor de la nación. Ignoremos lo que se nos ignora y las cosas serán diferentes ante el mundo. Por algo otros lo están haciendo. Amen.

  2. Lo que ha sucedido en la Haya es un gigantesco campanazo sobre lo que nos puede pasar con otros organismo internacionales como la Corte internacional de justicia. Los EE UU no han acatado esa corte porque ellos nunca permitirán que sus Soldados sean juzgados por otras organizaciones. Eso hace parte de la soberanía gringa. También hace parte de nuestra soberanía el juzgar a nuestros conciudadanos. Ese fue una de las grandes discordias ente los gringos y colombianos, cuando ellos exigieron juzgar a los colombianos en la zona del canal. Los colombianos no aceptamos y ellos debieron recurrir a amputarnos el territorio nacional. Ese fue el precio que debimos pagar. Pero es mejor un lisiado con dignidad que envaina su espada con honor. Y no un cuerpo sano pero estigmatizado por su cobardía y con el honor perdido. Mientras que el usurpador siempre es y será señalado de atropellador, bestial y abusivo. El que envaina la espada sin honor por desenvainarla sin razón. Amen.

  3. Los colombianos hemos respetado los pactos internacionales, ya sea con naciones o con organizaciones. Pero por eso no esperamos traiciones. Ya que la corte de la Haya y Nicaragua se confabularon para desconocernos el tratado que tenemos vigente entre las dos naciones, no tenemos por qué continuar respetando el pacto con Nicaragua de 1928 ni los que hemos pactado con la misma corte. Esa corte nos merece credibilidad pero siempre y cuando no atropelle nuestros demás pactos y nuestros intereses. Por eso desconocemos su fallo y el acatamiento que le prometimos en el pasado. Como lo han hecho los EE UU. Por otro lado. Así como las leyes se deshacen con otras leyes, los pactos se deshacen con otro pacto, entre quienes fueron los originalmente pactantes. Y si eso no es posible, es inútil la diplomacia y la única opción son los hechos. Preferimos el derecho pero si nos acorralan y nos llevan a una situación intolerable e inaceptable, ignoramos el derecho y la diplomacia. Amen.

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