Vallenato pa" peladitos

Lo mismo puede decirse de su acordeonero, Manuel Julián Martínez, que no hace mucho era uno de los Niños del Vallenato de la escuela del Turco Gil, en Valledupar. En la academia aprendió a tocar como debe ser una Matilde Lina, una ‘Casa en el aire’, pero también adquirió las bases que le permitieron sacar la canción del ‘Chavo’ en acordeón y meterla en un vallenato sin sonrojarse (Colorín colorado), sin que el vallenato deje de serlo.

El vallenato ya es. Tiene una tradición fuerte, arraigada en una región absolutamente celosa de su folclor. Tiene en su defensa una de las instituciones folclóricas más saludables del país, El Festival de la Leyenda Vallenata (modelo de todos los festivales de música de acordeón del país, que se cuentan por cientos), al que siempre he visto como una especie de Real Academia del Vallenato, porque “limpia, fija y da esplendor” al folclor que representa. Tiene todo el derecho de ser estricto, de ceñir sus competencias a la forma tradicional, a la base de caja, guacharaca y acordeón, porque esas son el punto de partida de la ejecución del género, el abecedario básico con el que las nuevas generaciones escribirán la música.

Esa preservación de las raíces le es útil a los intérpretes comerciales (sean de la edad que sean) para acudir a ellas como fuente de inspiración y punto de partida para sus propuestas musicales. Son el ingrediente básico de su sonido, aunque sus composiciones ya no pinten cuadros campesinos ni tengan términos rurales. Así lo entienden los jóvenes de la ‘nueva ola’.

Kalet Morales creció oyendo a la italiana Laura Pausini y las baladas de los 90. Su éxito Vivo en el limbo, inicialmente iba a ser una especie de reggaeton, lo escribió pensando en darle su composición a un grupo que no era vallenato. Pero en algún momento del proceso creativo, el hijo de Miguel Morales, terminó haciendo un vallenato: el éxito del 2005, me atrevería a decir. Y por qué pegó tanto: porque tenía elementos soprendentes. Esos cambios de ritmo inesperados que desafiaban la atención del oyente acostumbrado a amodorrarse en un patrón musical constante, y hacían decir: Sí, es vallenato, pero tiene algo más. Ese “más” es la vivencia musical de Morales, de 20 años. La irreverencia (de sonido y de letra),la frescura de alguien que incluso tiene el humor de reírse de sí mismo en la misma composición. Nada que hacer.

Volviendo a Luifer y a Mane (Manuel Julián). Los dos estuvieron de promoción en Bogotá este mes, presentaron su disco La nueva ola con más fuerza. Reclamaron que el rótulo que utilizamos para designar a su generación salió de su primer disco juntos, La nueva ola. Y de paso, recordaron que la canción que le dio nombre al movimiento es de Alejo Durán, el primer rey vallenato (1968). De nuevo hay una reunión entre la tradición y la nueva generación.

Hace poco, otro artista vallenato juvenil, que pidió reserva de su nombre para este comentario, visitó EL TIEMPO y se refirió al disco de Luifer como: “disco pa’peladitos, como pa’ Disney World”. Y estoy de acuerdo. Es para jovencitos globalizados a los que el vallenato les suena divertido, basta ver la letra de orgulloso despecho de Colorín colorado y sorprenderse con el ‘Chanfle’, del final, o la historia de una conquista juvenil del siglo XXI, en Taquito y gol, o escuchar el canto al revés del primer éxito de su disco, Vallenato reggae. Se nota que se divirtieron grabándolo y que muchos se divertirán oyéndolo. 

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Página oficial de Luifer y Mane: http://luiferymane.com/index.htm