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Confieso que ‘Me gusta, me gusta’ es la que menos me gusta de las canciones del álbum ‘El Original’, de Silvestre Dangond. Pero hice parte del equipo de periodistas de música de EL TIEMPO que eligió el trabajo de Dangond como el disco del año 2008 en Colombia.

Somos tres, cada uno con gustos musicales muy diversos, analizando diariamente qué hay en el panorama mundial de la música y qué le interesa a los colombianos. Internacionalmente, el mundo latino estuvo marcado por álbumes como el Unplugged, de Julieta Venegas. Colombia no fue indiferente a ese álbum, es más, sonó mucho. Así como el de Vicente Fernández, con la canción ‘Estos celos’ (pero nadie recuerda otra canción de ese álbum). El más roquero de mis compañeros soñaba con que el de  Metallica fuera nuestro disco del año. Sin embargo su carácter un poco selecto era el inconveniente para salir a proclamarlo. Le faltaba el impacto masivo local, el boom.

Pero, por más roquera que se tenga el alma (cosa que no excluye querer también al vallenato) o por más que alguien -de los que suelen despreciar esta música de acordeón y escribir comentarios maleducados en este blog- diga “Guacala”, nadie le quitaba ese título a Silvestre.

Explicamos las razones en EL TIEMPO impreso, en diciembre pasado. Partíamos de que era un disco de alta calidad, analizábamos sus ventas, veíamos su impacto entre la gente, que no fue solo por una canción, sino por varias (Cuidado con judas, Calidad de vida y Que no se enteren, la de Ay amor, amor, amor…), las ventas, el hecho de que de su concierto de lanzamiento en Valledupar se haya desprendido un álbum en vivo que no hizo más que reforzar la imagen de Silvestre como artista (ahora lo conocen hasta los que no se interesan por el vallenato).

Nombramos otros discos, nacionales e internacionales, pero nuestra apuesta fue esa.

‘Me gusta, me gusta’ no dice mucho. Pero Silvestre sabe cantar canciones con mensajes más elaborados y le va bien también con esas. Prefiero aquella otra canción, la que habla de dejar atrás el pasado. Pero, desde la tarde en que Silvestre se sentó conmigo, en las oficinas de Sony BMG, a presentarme su disco, canción por canción, supe que ese álbum tenía todo para llegar muy lejos. Solo tuve que sentarme a oírlo juiciosamente una vez, pero lo he oído muchas veces en diferentes lugares y cuidades, aleatoriamente.  

De Silvestre siempre hay algo que decir. Esta vez, acomodó su bandera, bien puesta, en el territorio Colombiano(no fue inflado por los medios ni sobrevendido por su disquera). Por eso lamenté tanto que no compitiera en el Grammy. Pero, para tranquilidad de sus fans, su éxito está bien cimentado en la calidad de su música. Ese es su mérito.

Lo bueno es que cuando se tiene una base sólida, un concepto de calidad, las posibilidades de que la línea ascendente se mantenga son altas. Silvestre tiene eso y el carisma que crea segudiores pasionales. En lo personal me cae bien, aunque hay cosas que dice y hace que no me gustan o me parecen poco estratégicas. Pero no se le puede negar que es un showman atrayente en escena, que sabe elegir canciones a la medida de su personalidad desparpajada, y que llega directo al blanco, es decir, al corazón de la gente.  

 

*** Silvestre Dangond, en el Festival Francisco El Hombre, de Riohacha. Tomada por Carlos Capella /EL TIEMPO

 

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PERFIL
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Mi nombre es Liliana Martínez Polo. Soy comunicadora social con énfasis en publicidad de la Universidad Javeriana y especialista en medios de comunicación de la Universidad de Los Andes. Desde 1998, trabajo en la redacción de Cultura de EL TIEMPO y descubrí mi afinidad con las historias vallenatas y la cultura alrededor. A lo largo de años de trabajo observando el vallenato y en general la cultura colombiana he asumido como compromiso la labor de destacarla, desde sus músicas regionales y, en últimas fechas, desde la gastronomía. Sin embargo, de todos los temas, el vallenato es mi favorito. Por lo mismo, comparto este espacio de observación y promoción de esta música con ustedes. .

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Comienzo por lo que me trajo aquí:



Me encantan, estos avances. Me encantan.

The interpreter (para nosotros, La intérprete, y como cosa rara, el título en español significa lo mismo que en el idioma original) es un filme dirigido por el estadounidense Sydney Pollack, estrenado en cines en dos mil cinco. El guión condujo a Pollack a grabar en las propias instalaciones de la ONU (localizadas en territorio internacional dentro de Nueva York), una historia con tintes políticos que recuerdan la situación más o menos reciente del actual presidente de Zimbabwe.

Estaba viendo hace unas horas cierta película francesa realizada exclusivamente para televisión hace unos años, no muy conocida por cierto, y me asaltó una duda que tenía desde hace un tiempo y que se avivó luego de ver La intérprete. La duda es la siguiente:

Lo más seguro es que todos conozcamos el aviso que aparece, usualmente escondido al final de los créditos de algunas películas, que dice lo siguiente, palabras más, palabras menos: "Los hechos relatados en esta película son puramente ficticios y no deben relacionarse con eventos pasados, actuales o futuros. (...) Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia."
Yo me pregunto: luego de ver una película que parece un documental acerca de una situación actual, ya sea ésta una realidad o no, ¿qué sentido tiene recurrir a este mensaje, si de cualquier manera los espectadores van a hacer la relación?

Es claro, hay que decir, que no todo el mundo tiene por qué captar estos parecidos. Pero los que sí los captan, lo comunican a los demás, y al final la película pasa a verse como lo que realmente es: una crítica por parte del realizador hacia una situación en particular. Punto. No importa qué tan imparcial se pretenda ser, haciendo uso del mencionado avisito.

En fin, no entiendo esta actitud, si de verdad algunos pretenden protegerse bajo dicho mensaje. Quisiera creer que lo colocan no porque no pretendan dar la cara luego de dar la opinión, sino porque es una especie de requisito, un asunto legal de obligatoria aparición al final de todos los créditos de todas las películas de todos los géneros. Aunque al final, sólo quien tuvo la idea de escribir la historia como quedó escrita es quien sabe qué opinión tiene.

Él y sólo él.

-

Sobre la película, hay un dato lingüístico interesante; se creó un lenguaje nuevo (lo llamaron "Ku"), con sus propias palabras, conjugaciones, reglas... es decir, un lenguaje aparte, sostenible por sí solo, basado en lenguajes existentes en el sur de África, pero que "aunque sería reconocido por habitantes de la zona (...), los confundiría", debido a su estructura gramatical, leo por aquí. En todas partes encuentro que el creador de este lenguaje es Said el-Gheithy, director del Centre for African Language Learning en Londres. En general, no encuentro muchas críticas positivas para la película, pero a mí me gustó.

Me encanta leer la columna Contravía, escrita por Eduardo Escobar. Y la de hoy termina con una reflexión que encuentro parecida a cierto diálogo de La intérprete. Aquí va el diálogo, para terminar y dejar de ocupar su tiempo, estimado lector. Lo traduzco burdamente, pero espero que se mantenga la idea.

Silvia Broome: (...) Siempre que alguien pierde a un ser querido, quiere vengarse de alguien más, o de Dios, a falta de alguien. Pero en África, en Matobo, los Ku creen que la única manera de poner fin al dolor es salvando una vida. Si alguien es asesinado, luego de un año de duelo se realiza un ritual llamado "la fiesta del ahogado". Se hace una fiesta durante toda la noche, junto al río. Al amanecer, el asesino es montado en un bote. Se lleva al agua y se le tira allí, amarrado, para que no pueda nadar. Entonces la familia doliente debe tomar una decisión; pueden dejar que se ahogue, o pueden lanzarse a salvarlo. Los Ku creen que si la familia deja que el asesino se ahogue, se hará justicia, pero pasarán el resto de sus vidas de duelo. Pero si lo salvan, entonces admitirán que la vida no siempre es es justa, y a cambio ese acto los liberará del dolor.


dancastell89@gmail.com

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5 Comentarios
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  1. Yo creo que lo bueno de estas cosas, es algo que escribí en un nuevo comentario de este blog, que es bueno que el vallenato se haga a la idea de que su mundo no es chiquito, que su competencia es el mundo, y que su calidad debe ser internacional. Gracias Jhon8338 por compartir sus ideas en este espacio.

  2. Que bueno encontrar personas, sobre todo en internet, que son capaces de fomentar la tolerancia, asi como lo haces en tu nota. ojala muchas personas pensaran como tu, que aunque sean afines a un genero musical, sean abiertos reconocer y escuchar otros generos y aunque no llegaran a gustarnos, por lo menos no llegar al punto de menospreciarlo. cada genero musical merece su reconocimiento, desde la guavina, currulao pasando por el vallenato hasta llegar al rock. que bueno de verdad que reconozcas que el vallenato y muchos de sus exponentes han venido en ascenso, porque para ser sinceros este pais ha sido ingrato e injusto con un genero autoctono y propio de una parte de un pais diverso como el nuestro.

  3. Silvestre esta cantando mas vallenato antes no pegaba porque cantaba vallenato lloron , lastima que a veces tenga uno ademanes femeninos , tambien hay que darle las felicitaciona a Juancho de Espriella porque esta tocando vallenato vallenato.

  4. Plenamente de acuerdo, con el mayor de los respetos guardando las distancias, trayectorias y permanencia en el mercado este trabajo no tiene nada que envidiarle al Achtung Baby de U2 o al Toxicity de Sistem of a Down.
    Sin embargo espero no molestar a nadie por la comparación.

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