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Su vozarrón se escuchaba desde antes de que llegara a su oficina. Tendría unos 25 años y vivía cada segundo con pasión.
A su paso iba saludando en voz alta a quien se encontrara, llamando a unos por su nombre y a otros por el sobrenombre que él mismo le había buscado. Eran pocos los que se salvaban de sus comentarios y muchos los que se contagiaban con su entusiasmo.
Jota Mario Valencia amanecía diariamente como si quisiera conquistar el mundo. Por su cabeza pasaban proyectos y proyectos. Corrían los primeros años de la década de los ochenta y ya había empezado a grabar para radio en un estudio que se hizo casi que a su gusto en la mansarda de Promec Televisión, en la carrera 5 # 35-39 del barrio Teusaquillo de Bogotá.
Una vez fuimos a grabar al Parque Jaime Duque, cuando aún estaba en construcción, y nos fueron mostrando cada una de las atracciones que iba a tener el parque temático, algunas ya casi terminadas. Pero él no iba tras del parque, sino a conocer la vida del hombre que lo ideó y lo construyó, para presentarlo en su programa Valores Humanos, uno de los primeros que dirigió y presentó en su vida profesional.
En su trabajo era estricto, pero, así como les exigía a los suyos, en cualquier momento resultaba haciéndoles bromas. Y así como el trabajo lo tomaba en serio, también era de los primeros que empezaba a trovar en las reuniones que se hacían frecuentemente en la empresa con líderes nacionales o con figuras como Carmiña Gallo y el maestro Jaime Llano González. Tertulia sin Jota Mario no era tan buena fiesta.
Cantaba, y hasta se le escuchaba bueno. Hacía muy buena representación de su cuna paisa y contagiaba de alegría a quien compartía con él.
Un buen amigo, Guillermo Romero, recuerda cuando Jota Mario ejerció como jefe de producción de Bolívar, el hombre de las dificultades, la serie que inauguró el color en la televisión colombiana. Narra que cuando estábamos grabando en Honda, en uno de los descansos, Jota Mario se fue a jugar billar con Guillermo y Bernardo Colmenares, pero, dice Romero, no le atinaba ni a la tiza, por lo que Colmenares le dijo: “Vea Jota Mario, mejor búsquese un trabajo de presentador de programas de televisión, porque de carambolas no tiene ni idea”. No sé si algún día aprendió a jugar billar, pero de lo que sí estamos seguros es de que logró conquistar la pantalla colombiana.
No podemos negar que era un hombre de amores y desamores. No por aquello de las penas del corazón, sino por quienes lo conocían bien y lo querían y admiraban, y por quienes no se lo aguantaban.
A simple vista parecía un hombre difícil, pero entre más se le conocía, se le iba descubriendo ese lado humano del que hizo gala durante décadas en la televisión colombiana.
Él no posaba de buena gente. Lo era. Y tanto es así, que participaba en decenas de campañas y organizaba otras cuantas más, en beneficio de las personas humildes.
Vivía orgulloso de su título de Comunicador Social en la Universidad de la Sabana. “Allí me enseñaron a soñar y eso es muy importante. Y más que todo eso, me enseñaron a ser mejor persona”, dijo en una oportunidad.
Una de las mayores muestras de su carácter humano fue el homenaje que le hizo a Roberto Gómez Bolaños, que hizo llorar a los colombianos y amar aún más a ese Chavo, a ese Chespirito, a ese hombre que alcanzó la inmortalidad trascendiendo generaciones con sus programas infantiles.
Jota Mario Valencia se propuso ganar una muy buena sintonía y diariamente, a través de sus programas, se conectó con hombres y mujeres de todos los estratos, en todas las ciudades, para divertirlos, hablarles de asuntos distintos a los de los noticieros, a jugar con ellos, a hacerles la vida feliz, a sembrar paz en sus corazones.
Hoy se nos fue a los brazos de Dios. Y desde aquí solo le puedo decir ¡Gracias! ¡inmensas gracias! no solo por lo que le dio al país, sino por lo que me enseñó con su actitud, con el amor por su trabajo, con su empuje, con su alegría. Que los Ángeles, esos de los que tanto habló, lo arrullen al lado del Señor y lo hagan eternamente feliz. Chao, Jota Mario, chao. Se va, pero se queda aquí adentro, en nuestro corazón.
Twitter: @VargasGalvis
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Con todos sus matices, J Mario trascendió su propia humanidad para convertirse en una marca, en un ícono de la colombianidad, y en una referencia obligada para todas las generaciones que se han entretenido viendo la televisión nacional.
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Muy buena crónica Roberto, todavía no creo la partida de Jota, abrazos.
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Gracias Gilda.
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Excelente Roberto mijo, sumerced si sabe lo que cuenta porque tuvimos la oportunidad de trabajar con este gran ser humano. Un abrazo
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Gracias Alejandro. Sí, fueron muy buenas épocas. Un abrazo!!
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