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Para quienes crecimos con series como “Bonanza” y “La Familia Ingalls”, ver televisión era un experiencia muy especial; un ritual en el que papá, mamá y hermanos nos sentábamos a una hora fija, alrededor de una caja de tubos, a observar cómo un punto blanco lejano se convertía lentamente en una imagen casi mágica en blanco y negro. Así era la televisión.

A pesar de los cambios tecnológicos y de contenidos que ha experimentado la televisión, el punto de inflexión para esta industria es la llegada del consumo por demanda. Netflix, Hulu o HBOGO son solo unos ejemplos. En esa relación producto-televidente, pasamos a “tener el control” y esto ha generado cambios significativos en los hábitos de esta forma de consumo cultural.

¿Autonomía?

Por su carácter de especial e irrepetible, los programas de televisión tradicional tenían un poder enorme para congregarnos en un mismo lugar y a una hora determinada. Obedecíamos religiosamente esos horarios y memorizábamos las parrillas de programación para no perdernos nuestros programas favoritos. Ahora que está al alcance de nuestra mano una amplia variedad de contenidos a cualquier hora, es difícil no decirle adiós a esa antigua dependencia.

El poder de ver lo que queramos, a la hora que queramos, nos da una sensación de libertad y de autonomía que no ofrecía la televisión tradicional. Pero, aunque el consumo no dosificado parece liberador, lo cierto es que ese compromiso que antes se tenía con el horario impuesto por los programadores, se ha trasladado a los círculos sociales. Ahora la presión por haber visto o no un seriado o por evitar spoilers, nos conduce inevitablemente al binge watching o maratón, en el que consumimos compulsivamente varios capítulos de una misma serie de televisión, con el propósito de “estar al día”.

De todas formas, suspender una película en medio de la noche, para retomarla al día siguiente, camino al trabajo, por ejemplo, es una experiencia imposible de imaginar hace algunos años.

El pasado es el presente

El interés de los productores de televisión por sobresalir ante la competencia les ha llevado a acudir a la nostalgia para cerrar la brecha generacional entre sus audiencias. La disponibilidad de un amplio catálogo de títulos clásicos permite a antiguos consumidores reencontrarse con sus favoritos y compartirlo con los nuevos.

Esta estrategia ha dado pie al retorno de antiguas versiones y a desarrollar un culto por lo clásico, que en lo personal, espero justifique el regreso de “Bonanza”, “Los Magníficos” o “Mission Impossible”, mis favoritas de la época.

Los maratones

Mirar consecutivamente varios capítulos de una serie en una sola sentada, es la práctica más característica del modelo de consumo de televisión digital. Ya no tenemos una “cita” con el programa, sino que el programa está disponible para nosotros en el momento en el que lo necesitemos.

Los seguidores de “Dallas”, una serie de televisión emitida en 1980, tuvieron que esperar ocho meses para que se revelara la identidad del asesino de J.R., uno de los personajes principales. Las audiencias de hoy no tienen que esperar mucho tiempo para resolver los puntos cruciales de la trama y, como el rating ya no es el factor decisivo sobre la continuidad de una historia, la narrativa depende menos del suspenso y contamos con historias más contenidas y compactas.

Aunque su impacto en la salud y en la vida social ha sido tema de discusión, hacer maratón de una serie o programa de televisión es una práctica adictiva en la que (si nuestro cuerpo lo resiste) podemos resumir semanas de programación en una sola jornada de seis o diez horas.

La variedad

No sería justo decir que en estos nuevos modelos de consumo, la televisión por demanda es de mayor calidad que la tradicional; pero lo que sí ha cambiado son las posibilidades y la variedad. En un afán por sobresalir entre tanta oferta, es más posible que los creadores sean arriesgados y tomen decisiones interesantes. Por su parte, la audiencia, ávida de contenidos nuevos, demanda cada vez más producciones novedosas y de alta calidad.

Las tiendas de video

Una experiencia que creo que pocos extrañarán es la de la visita frecuente a la tienda de video. Hoy se recuerda, a manera de moraleja, el fracaso de Blockbuster. Pero hubo una época en la que seleccionar qué película ver era una tarea que requería tiempo y dedicación. Nada de “películas recomendadas”, calificaciones o “sugerencias por temáticas”. Alquilar una película se asemejaba más a una lotería, pues apostábamos a ciegas a un título, basados en la cubierta de su caja, esperando conseguir una buena experiencia.

Los cambios en los hábitos del consumo de televisión nos han hecho más autónomos y como consumidores, más críticos. Pese a la nostalgia de esos años dorados, puedo decir que no es muy duro decirle adiós a esas antiguas costumbres de la televisión tradicional.

@FDavilaL

Fernando Dávila Ladrón De Guevara

Rector Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano

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PERFIL
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Rector de @Poligran. Comprometido con la transformación social y el acceso a la educación superior de calidad. Entusiasta de la innovación y el e-learning.

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3 Comentarios
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  1. La opción de consumir mi programa favorito a la hora que me convenga se ha convertido en la oportunidad de ver televisión. En una ciudad llena de trancones, es bastante favorable saber que “consumes” lo que necesitas cuando lo necesitas o cuando lo quieres consumir, sin verse abrumado a afectado por no llegar a tiempo a prender el televisor.

  2. Yo recuerdo q uno esperaba con ansias los días festivos porque daban películas y programación especial. Por ejemplo la saga del planeta de los simios o esas q daban de invacion de abejas, arañas. Y uno llegaba el martes y toda la semana a comentar las películas con los compaleritos. Hoy en día quedarse un festivo a ver tv es muy aburrido porque a cualquier hora de la semana puedes ver lo q se te venga en gana.

  3. Muy buena columna, muy bien escrito. Yo en mi caso con todos los contenidos disponibles ya casi no veo nada, solia descargar pirata todo lo de netflix, pero desde que me suscribí perdio su magia, ya casi no veo nada. ( que ironia )

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