Infancias y educación rural en Colombia, ¿potencia mundial de la vida?
Qué tristeza fue ver la semana pasada uno de los menús del plan de alimentación escolar en una institución educativa de los Montes de María: niños y niñas que se alimentan de ñame, yuca, maíz, arroz y frutas variadas, reciben en su descanso -para muchxs su primer alimento-, una bolsa de “yogurth” azucarada, un pan, un dulce y a veces, una fruta desabrida.
Así para todo.
Esta es la metáfora sobre panorama de las infancias y la educación rural en Colombia.
¿Potencia de la vida? Bajo este importante, poderoso y no menor lema, el gobierno actual sitúa narrativas, discursos y prácticas asociadas a reivindicar el sentido de lo humano; sin duda, más que necesario en un país donde el clasismo, el racismo, la violencia y múltiples formas de opresión ocupan un lugar cotidiano de base estructural.
Ahora bien, recordando a Nussbaum (1995), quien se pregunta ¿sirve de algo, entonces, contar historias en un mundo donde la vida cotidiana de muchas personas está dominada por diversas formas de exclusión y opresión? Respondo, entonces, que sí, y que hablar de las niñeces en Colombia, en particular aquellas que habitan y configuran los territorios rurales y ruralidades dispersas, puede representar todo aquello que se contrapone de manera contundente a lo que ser una potencia mundial de la vida supone.
Históricamente, las niñeces han estado en un no lugar, en una subordinación constante a las construcciones sociales adultocéntricas que apartaron todo carácter y actoría política y participativa, no solo a este grupo poblacional, sino a quienes, en consideración con las relaciones de poder-saber, advierte otras formas de ser y estar en el mundo, por tanto, de habitarlo y comprenderlo. Así, es necesario resaltar que la invisibilización es una de las formas de opresión y exclusión constantes y prestas para ser naturalizadas a través de la vida misma, de lo cotidiano.
En este orden de ideas, está sobre la mesa el debate frente a la efectividad de derechos de los niños y cómo estos han tenido lugar en los procesos de visibilización y reconocimiento, a lo cual me sumo a una de muchas de las posturas críticas al respecto en las que si bien los derechos se constituyen en un importante avance en relación con las necesidades de la población infantil y su estatus legal, carece de importantes elementos sobre el reconocimiento de la diversidad cultural y, con ello, la multiplicidad de subjetividades infantiles que se configuran, entre ellas las rurales.
Por su parte, dichas ruralidades se constituyen en los marcos de realidad donde los niños y niñas viven sus infancias, por lo que dichos contextos tienen total relevancia, ya que no solo es un escenario en sí mismo, es la vida, es lo cotidiano. A propósito. Manfred Liebel (2019), afirma que “los niños y las infancias no pueden ser considerados como hechos naturales, sino que están afectados significativamente tanto por las estructuras y relaciones sociales como por los contextos culturales en los que han nacido y están viviendo”. En esa línea, y bajo las actuales dinámicas que subyacen a las realidades rurales, el panorama es muy complejo.
Como es sabido, las dificultades de las zonas rurales en el país están vinculadas con el abandono estatal y que combinan con la presencia del conflicto armado que, a pesar de los acuerdos de paz firmados en 2016, se mantiene como una de las problemáticas más fuertes y presentes. El control territorial es un hecho y quienes habitan en las ruralidades conocen perfectamente lo que ello implica. No más y para recordar, la zona norte del país y buena parte del occidente en 2022 estuvo paralizada con la toma armada por parte de estructuras paramilitares que amedrentaron a la población y enviaron un mensaje contundente sobre quiénes ejercen la gobernanza de estos territorios.
Resulta paradójico que la riqueza en recursos naturales, la biodiversidad, sea la condena de sus gentes; desplazamientos forzados, masacres, perfilamientos, reclutamientos, entre otros fenómenos, están y hacen parte de sus realidades, agravados por una profunda indiferencia hacia su sufrimiento.
Así mismo, hacen parte de la problemática otros asuntos que bien pueden tener relación o ser desencadenantes, entre ellos, el acceso a servicios básicos como la energía eléctrica, el agua potable y en este momento, algo fundamental como la conectividad a internet, ¿qué habrá pasado con el presupuesto estatal destinado para ello?
La salud, por ejemplo, se constituye en un derecho fundamental, no obstante, los servicios que se prestan en zonas rurales son insuficientes y en pésimas condiciones para atender a la población, sin mencionar lo necesaria que es la ruta de prevención. La tasa de mortalidad infantil -TMI- en las zonas rurales es mayor: 18.3 por cada 1000 nacidos vivos, mientras en el área urbana 11.6 por cada 1000 nacidos vivos, según el DANE (2019). Aspectos de orden socio-económicos y ambientales que son determinantes como mejores condiciones de vida y más acceso a hospitales de segundo o tercer nivel, son intervenciones efectivas para la disminución de la TMI. (pág. 6).
Y a estos factores (se quedan sin mencionar bastantes como vías, infraestructura, transporte, seguridad y soberanía alimentaria, entre otros) se suma el derecho a la educación y al desarrollo integral de toda la población infantil. El panorama por supuesto es desalentador. Hace unos días, Yolanda Reyes en la columna del El Tiempo titulada “La educación inicial, en peligro” llamó la atención sobre el derecho de la educación inicial desde el comienzo mismo de la vida, lo cual es perentorio frente a la importancia de la existencia y en aras a la disminución de la desigualdad social y brechas existentes.
Estas situaciones ponen de manifiesto la urgente necesidad de abordar los problemas estructurales que perpetúan estas injusticias. Preguntarse por las condiciones materiales, sociales y humanas de los habitantes de contextos rurales, en particular, de las niñeces como propulsoras de la potencia mundial de la vida es fundamental para el país, no solamente y, siguiendo a Nussbaum, el asunto se trata de contar historias, sino que añadiría con toda certeza y convicción que es preciso implicarse en ellas, en un manifiesto por la vida, sí, como lo propone el lema del actual gobierno.
El Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026 “Colombia, Potencia mundial de la vida” marca una hoja de ruta cuyo punto de partida es el territorio y las personas, de igual forma, entre sus metas se propone un plan de ordenamiento alrededor del agua, así como el derecho a la alimentación y la justicia social; banderas gubernamentales que sumado a los propósitos de una “educación humana, antirracista e intercultural” (Pág.92), convoca a la esperanza. Enunciarlo fue importante, pero hacerlo un hecho es imperante. Llega entonces la incertidumbre frente a cómo se llevará a cabo.
¿Infancias dignas? La justicia poética propuesta por Nussbaum se sitúa desde la imaginación sensible, por lo que si esto, más allá de la ficción puede ser una realidad concreta, requiere, como afirma JJ Martínez (2010) siguiendo a Nussbaum, “entrar en las farragosas tierras de nuestra infancia si queremos lograr cambios significativos”. Esto es un asunto político, siempre lo ha sido.
Todo ello convoca, alienta, imprime cierto sentido de lucha y resistencia desde el lugar que se tiene, pero en esa línea es también un llamado a revisar asuntos de orden estructural como los mencionados anteriormente y de los cuales, si bien también se habla, queda la pregunta por las implicaciones que esto demanda por parte del actual Gobierno y de la sociedad en general. Justicia poética es el llamado a la creación colectiva de carácter empático, de la belleza de lo humano y del cultivo para su re-existencia; es la necesidad de potenciar la vida desde las niñeces, la naturaleza y los territorios.
Por:
Haidy Johanna Rodríguez
Docente
Escuela de Educación e Innovación
Politécnico Grancolombiano
Referencias
Liebel. M. (2019). Infancias dignas o como descolonizarse. Ifejant.
Nussbaum, M. (1995). Poetic Justice. The literary imagination and public life. Beacon Press.
Martínez S, José Julián. (2010). Una noción de justicia poética. EPISTEME, 30(2), 61-72. Recuperado en 28 de agosto de 2023, de http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0798-43242010000200006&lng=es&tlng=es.
DANE.(2021). Informe de Estadística sociodemográfica aplicada.
Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026. Colombia, potencia mundial de la vida. (2023).
Reyes, Y. (24 de julio de 2023). La educación inicial, en peligro”. El tiempo.
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