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@radiobrendan
When it comes to the main vacation times in Colombia, there appear to be three chief types of holidaymakers.

Firstly, you have the upper-to-middle classes, that is to say those with lots of spare cash at their disposal, who tend to escape the country and continent in order to rub shoulders with their ‘wealthy idols’ from the Western world.

CIMG5133

When it comes to nature, the Colombian landscape rarely disappoints. This time it was the surrounds of Villeta that impressed. Pictured is one of the ‘Seven Waterfalls’, (‘Siete Cascadas’).

Then you have those with slightly less disposable income, but not in too bad of a way, who stay within the country or at most visit neighbouring countries. The important thing is that they travel a relatively decent distance from their regular abodes.

Lastly, is the most popular group; those hard-pressed working classes whose holiday getaways generally amount to a short break in a nearby department or another town within the same department.

'Seven Waterfalls', ('Siete Cascadas'), Villeta, Cundinamarca, Colombia.

Entering waterfall one, down-river, on the ‘Seven Waterfalls’ trek. The method of getting to the top of this waterfall wouldn’t pass safety standards in the Western world!

From a Bogotá perspective (and Colombia in general really), thankfully, those who fall into this latter category are pretty much spoilt for choice — the only thing missing is the sea, but there are plenty of inland waterways to partially fill that void.

One of those places that I had the pleasure of checking out recently, impromptu as it was, is Villeta, an approximate two-hour drive north-west from the capital. Anecdotally speaking, it still lags behind the likes of Girardot and Melgar as a destination hotspot for those looking for a nearby escape from Bogotá.

A big reason for this is that some wealthier types see it, so I’ve been told anyway, as a bit of a ‘ñero’ (Colombian word for, let’s say, not very pleasant types) holiday location.

So just up the ‘Wrong Way’ street you might say — because, that is, of course, this blog doesn’t like to prejudge. ‘Altogether now’ and all that.

Anyway, ñeros or no ñeros, the place has enough going for it to entertain most, at least for a time.

At an altitude of about 800 metres, almost 2,000 metres lower than Bogotá, the climate is more than agreeable, unless you’re a polar bear type. You certainly don’t need your woollies at night, as you often do in the capital.

The village itself is quaint enough – Villeta does mean ‘little village’ in English – if not spectacular. It also has a little more of a modern feel to it than some other similar-sized places in Colombia.

Waterfalls, Villeta, Cundinamarca, Colombia.

Villeta’s ‘Iguazú Falls’. Well not quite, but nice and refreshing all the same. (Photo: Pieter Immanuël Hupkes.)

There are a host of hotels and mini-resorts equipped with swimming pools, from the elementary to the somewhat more elegant, allowing you the chance to both take in the sun and subsequently cool off in a modicum of tranquillity.

Better still, though, are the natural cooling-off spots. There are the easy-to-reach ‘mini Iguazú Falls’ (well they deceivingly resembled them from an advanced photo viewing), a nice 30-minute walk from the village. Or you can also take micro-train transport if you don’t feel like stepping it out in the heat.

Yet far more rewarding, in terms of sights, nature and exercise, is the ‘Seven Waterfalls’ (‘Siete Cascadas’) trek.

It’s not the most taxing, but if walking in nature is your thing, along with having the chance to bathe in cool freshwater to refresh from the tropical sun, it’s pretty enjoyable. The more adventurous types can also engage in some extreme diving (see video below). (I didn’t want to show up our very helpful accommodation provider-cum-guide Edwin, so I abstained from partaking.)

Outside of that, as you’ll find in most urban locations in Colombia regardless of size, the village itself isn’t short on lively watering holes. The only problem my Dutch companion and I encountered during our nights out was that the place was full of families and teenagers. There seemed to be a dearth of single women in their 20s to ‘converse’ with.

Perhaps it’s a sign of the rising Colombian middle class; these ladies holiday elsewhere. Or at least those who aren’t yet mothers that is.

Oh well, it just leaves more of Villeta (and the odd yummy mummy) for us.
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La vida en Colombia desde la perspectiva de un periodista y locutor irlandés, quien ha vivido en el país desde 2011. El blog explora temas sociales y culturales, interacción con los nativos, viajes, actualidades y mucho más. Escucha su podcast acá: https://anchor.fm/brendan-corrigan.

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Me encantan, estos avances. Me encantan.

The interpreter (para nosotros, La intérprete, y como cosa rara, el título en español significa lo mismo que en el idioma original) es un filme dirigido por el estadounidense Sydney Pollack, estrenado en cines en dos mil cinco. El guión condujo a Pollack a grabar en las propias instalaciones de la ONU (localizadas en territorio internacional dentro de Nueva York), una historia con tintes políticos que recuerdan la situación más o menos reciente del actual presidente de Zimbabwe.

Estaba viendo hace unas horas cierta película francesa realizada exclusivamente para televisión hace unos años, no muy conocida por cierto, y me asaltó una duda que tenía desde hace un tiempo y que se avivó luego de ver La intérprete. La duda es la siguiente:

Lo más seguro es que todos conozcamos el aviso que aparece, usualmente escondido al final de los créditos de algunas películas, que dice lo siguiente, palabras más, palabras menos: "Los hechos relatados en esta película son puramente ficticios y no deben relacionarse con eventos pasados, actuales o futuros. (...) Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia."
Yo me pregunto: luego de ver una película que parece un documental acerca de una situación actual, ya sea ésta una realidad o no, ¿qué sentido tiene recurrir a este mensaje, si de cualquier manera los espectadores van a hacer la relación?

Es claro, hay que decir, que no todo el mundo tiene por qué captar estos parecidos. Pero los que sí los captan, lo comunican a los demás, y al final la película pasa a verse como lo que realmente es: una crítica por parte del realizador hacia una situación en particular. Punto. No importa qué tan imparcial se pretenda ser, haciendo uso del mencionado avisito.

En fin, no entiendo esta actitud, si de verdad algunos pretenden protegerse bajo dicho mensaje. Quisiera creer que lo colocan no porque no pretendan dar la cara luego de dar la opinión, sino porque es una especie de requisito, un asunto legal de obligatoria aparición al final de todos los créditos de todas las películas de todos los géneros. Aunque al final, sólo quien tuvo la idea de escribir la historia como quedó escrita es quien sabe qué opinión tiene.

Él y sólo él.

-

Sobre la película, hay un dato lingüístico interesante; se creó un lenguaje nuevo (lo llamaron "Ku"), con sus propias palabras, conjugaciones, reglas... es decir, un lenguaje aparte, sostenible por sí solo, basado en lenguajes existentes en el sur de África, pero que "aunque sería reconocido por habitantes de la zona (...), los confundiría", debido a su estructura gramatical, leo por aquí. En todas partes encuentro que el creador de este lenguaje es Said el-Gheithy, director del Centre for African Language Learning en Londres. En general, no encuentro muchas críticas positivas para la película, pero a mí me gustó.

Me encanta leer la columna Contravía, escrita por Eduardo Escobar. Y la de hoy termina con una reflexión que encuentro parecida a cierto diálogo de La intérprete. Aquí va el diálogo, para terminar y dejar de ocupar su tiempo, estimado lector. Lo traduzco burdamente, pero espero que se mantenga la idea.

Silvia Broome: (...) Siempre que alguien pierde a un ser querido, quiere vengarse de alguien más, o de Dios, a falta de alguien. Pero en África, en Matobo, los Ku creen que la única manera de poner fin al dolor es salvando una vida. Si alguien es asesinado, luego de un año de duelo se realiza un ritual llamado "la fiesta del ahogado". Se hace una fiesta durante toda la noche, junto al río. Al amanecer, el asesino es montado en un bote. Se lleva al agua y se le tira allí, amarrado, para que no pueda nadar. Entonces la familia doliente debe tomar una decisión; pueden dejar que se ahogue, o pueden lanzarse a salvarlo. Los Ku creen que si la familia deja que el asesino se ahogue, se hará justicia, pero pasarán el resto de sus vidas de duelo. Pero si lo salvan, entonces admitirán que la vida no siempre es es justa, y a cambio ese acto los liberará del dolor.


dancastell89@gmail.com

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