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A César Orozco le diagnosticaron un cancer de hígado hace un par de años. Le tuvieron que practicar una cirugía bastante agresiva que lamentablemente no fue del todo bien. Sufrió un shock séptico y permaneció en coma durante algunos días. Cuando despertó partes de su cuerpo estaban todavía negras y había perdido algunos dedos de ambos pies. En su opinión, sólo Dios sabe por qué está hoy aquí…
Lamentablemente el cancer ha regresado y está por ver si con metástasis en esta ocasión. Tan pronto como regrese a casa tras su periplo mundialista, César se someterá a una nueva operación para combatir su enfermedad. Pese a haber nacido y crecido en California, cerca de San Francisco, sus padres son mexicanos de Michoacan, y nunca tuvo dudas acerca de cuál era su equipo del alma. Cuando lo conocí en Recife, antes de la victoria ante Croacia que los clasificó para Octavos, César confiaba en que los jugadores pelearan hasta el final para intentar llevar la Copa a la tierra de sus padres…
Toni y Tito son de Ecuador. Ambos son artistas y se conocieron en Quito hace muchos años. Toni es orfebre y tiene un pequeño taller en la capital. Tito vive en las Islas Galápagos y es escultor, aunque hace otras muchas cosas para poder subsistir. Hace unos meses se pusieron de acuerdo en fabricar algunas baratijas para venderlas en Brasil durante la Copa del Mundo y así financiarse el viaje. Ésta ha sido su primera Copa del Mundo, y será probablemente la última, ya que con los cincuenta ya cumplidos, no se ven yendo hasta Rusia y ni mucho menos hasta Qatar, los países que albergarán los próximos mundiales.
Tito estudiaba derecho cuando un día decidió que quería una vida diferente para él; una sin muchas preocupaciones y que pudiera disfrutar. En el viaje en barco en el que los conocí, de Tabatinga a Manaos a través del río Amazonas, sorprendí a Toni, el de melena larga, leyendo el libro “El matrimonio perfecto”. Como me confesó, comenzaba a sentir que ya tenía edad para sentar la cabeza. Mientras tanto, planeaba llegar hasta Río y disfrutar del ambiente mundialista tanto como pudiera.
Robert se prometió a sí mismo que celebraría su sesenta cumpleaños en Brasil, y en Brasil estuvo durante un par de semanas. No importó que Escocia, su selección, no se hubiera clasificado para disputar la Copa del Mundo, ya que según él, cuando sigues a un equipo como el suyo, si organizas tu presencia en el Mundial en función de lo que hagan los jugadores, corres el riesgo de que se te pase la vida sin asistir a un evento como éste. También me admitió que echaba de menos algo más de calor en las gradas durante los partidos, y me aseguró que si Escocia se hubiera clasificado, el Tartan Army, como así se conoce a los escoceses que siguen a su selección, hubiera traído miles de aficionados allá donde hubieran jugado.
Robert es, además, hincha del club de fútbol Motherwell, que juega en la liga escocesa, y ganar no es algo a lo que esté muy acostumbrado que digamos. Cuando era niño, recuerda que el Celtic de Glasgow encadenó varias temporadas de triunfos, tanto en Escocia como en Europa, y estuvo tentado de cambiarse de equipo. Pero entonces su madre le dijo algo que él todavía recuerda y que le ha acompañado toda su vida: “En la vida no todo es ganar; si tú eres hincha del Motherwell, hincha del Motherwell deberías ser hasta que te mueras”. La noche antes de volver a casa, Robert me confesó que le encantaría quedarse en Natal para siempre, en compañía de la camarera que le estuvo sirviendo los tragos todas las noches en uno de los bares de Ponta Negra…