Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.
Pese a que hubo una época en la que aquel inglés seguía bastante a su selección en partidos internacionales, éste fue su primer Mundial. Financió su viaje con la reventa de entradas. Nos conocimos en la Plaza San Sebastián de Manaos. Los aficionados ingleses bebían cerveza desde primera hora de la mañana y aguardaban el encuentro contra Italia. Yo buscaba una entrada a un precio razonable y enseguida me di cuenta de que él me podía ayudar. Me pidió inicialmente cuarenta dólares sobre el precio que marcaba la localidad y terminé dándole quince. Después me confesaría que estaba teniendo problemas para sacar dinero de los cajeros automáticos y que le urgía cerrar el trato.
Antes de que desapareciera, le invité a una cerveza, que aceptó gustoso, y estuvimos conversando un rato. El inglés me contó que era de Londres, que seguía a un equipo de la capital, del que omitiremos el nombre, y que durante una época de su vida recorrió Inglaterra y media Europa buscando problemas con el grupo de hooligans adscrito a ese equipo. Reconocía algunos de los rostros que había aquel día en Manaos y me confesó que unos años atrás, con esos mismos hooligans que estaban en la plaza, se podría haber montado un buen jaleo. Pero aquel día, la mayoría de los hinchas inglesas eran pacíficos, y algunos de los que pudieran tener ganas de liarla, ya eran mayores para iniciar ellos el baile.
Al despedirnos, y mientras cruzaba los dedos para que la entrada que me había vendido no fuera falsa, le pregunté si nos podíamos hacer una foto de recuerdo. Me contestó afirmativamente a condición de que no la publicara en ninguna parte. Le mostré la instantánea y le gustó. Titubeó unos segundos y después extrajo un papel arrugado de uno de los bolsillos de su pantalón vaquero. Lo desdobló como pudo y me pidió que anotara la dirección de correo electrónico que contenía y que le enviara por favor la fotografía a su hija. Me dio la impresión de que llevaban tiempo sin estar en contacto. Al día siguiente realicé el encargo, presentándome brevemente a su hija y contándole que había conocido a su padre en Manaos, que lo habíamos pasado bien y que él le enviaba recuerdos. De eso hace ya un mes y todavía no he recibido respuesta…
Eric Walterio nació en el sur de Chile pero creció en el Bronx, Nueva York, el lugar a donde su familia emigró cuando él tenía siete años. La vida para un latino en ciertos barrios de la Gran Manzana no era fácil durante aquella época. Los abusos en el colegio y en las calles eran moneda corriente y nuestro protagonista no tardó mucho tiempo en unirse a una banda local: los Stratford Boys Incorporated.
Dentro de la banda Eric se sintió más seguro y desaparecieron algunos de los problemas que padecía, aunque aparecieron otros. Como miembro del grupo no podía quedarse al margen de sus actividades y comenzó a participar en asaltos a estaciones de servicio y moteles de carretera. Una vez dentro de ese mundo era difícil salir y lo más lógico era terminar mal. La primera vez que lo detuvieron fue a la edad de diecisiete años, sospechoso de preparar junto a sus compinches el atraco a un banco. Consiguió en el último segundo deshacerse de las armas que portaba y tuvieron que soltarlo tras unas horas al no poder demostrar que era parte de la trama.
También tuvo suerte de que, para cuando cumplió la mayoría de edad, la guerra en Vietnam ya hubiera terminado y no pudieran llamarlo a filas. Amigos de su barrio, de más edad que él, no tuvieron tanta fortuna y nunca regresaron. Otros sí que lo hicieron, como Rafael, que fue artillero en helicópteros de combate. En algunas misiones en la jungla recibió órdenes para disparar sobre pequeñas aldeas, sin importar el objetivo. Obedeció sabiendo que tras apretar el gatillo morirían inocentes, incluidos mujeres y niños. Eric me contó que Rafael ya nunca volvió a ser el mismo. No podía vivir con aquello y sólo la adicción a la heroína le permitía ir sumando hojas en el calendario hasta el día que se cayera la última.
La razón por la que Eric terminó en las calles de Fortaleza pidiéndome que le ayudara para comprar algo de comida que llevar a su casa, es una larga historia que además no tiene nada que ver con el fútbol. Al chileno Eric le hubiera gustado seguir el Mundial más de cerca, pero lo cierto es que anda demasiado preocupado cada día en inventar algo para que coman su mujer y su hija como para prestarle atención al fútbol. Lo que sí me adelantó cuando nos conocimos, es que España iba a sufrir mucho en su partido contra Chile, y en eso sí que acertó….