Por: Daniel Lozano Sanz
@DLozanoSanz
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En cuestión de dónde invertir, si la respuesta es Bogotá, puede que no tenga que pasarlo a otro lado. El último ranking de las Mejores Ciudades Para Hacer Negocios en América Latina sitúa a la capital del país en la octava posición, la mejor en Colombia, seguida por Medellín en el puesto veinte.
Por tercer año consecutivo Bogotá se mantuvo en el top 10 de ciudades para hacer negocios en la región. Este no es un logro menor considerando el desarrollo general que ha experimentado Latinoamérica en los últimos años y la cada vez más ardua competencia de los países y sus ciudades por atraer inversión extranjera.
La capital colombiana se ha destacado por un crecimiento económico saludable, inclusive superior al de la región y se estima que su actividad económica, compuesta mayoritariamente por la oferta de servicios (82% de su PIB según DNP), es superior al PIB de países como Ecuador, Uruguay, Costa Rica o Panamá. Estos esfuerzos han resultado en inversión extranjera directa del orden de US$24,000 millones en la última década, lo que representa el 79% de la inversión no petrolera en Colombia.
A nivel regional, la ciudad se destaca como la segunda ciudad por sus incentivos tributarios y clima en favor de la inversión, aun por encima de Miami, Lima, Ciudad de Panamá o Sao Paulo. Este atractivo de la ciudad se ve reflejado en parte por una marcada presencia de compañías extranjeras -más de 1,300 multinacionales con sedes en Bogotá, lo cual fortalece su carácter de ciudad internacional.
En todo caso, la labor no está terminada y la capital colombiana no se puede relegar a mantener el octavo lugar. Sin duda la ciudad debe fortalecerse en temas claves en materia de competitividad como lo es la innovación, es decir, la generación y materialización de las ideas en productos y procesos comercializables. Si bien Bogotá tuvo el cuarto mejor puntaje entre las ciudades para innovar (Encuesta a Ejecutivos América Economía Intelligence 2012), lo cierto es que los esfuerzos deben multiplicarse y estructurarse adecuadamente para que la iniciativa supere el discurso. En eso sería relevante observar el modelo chileno de Start-Up Chile, que pretende hacer de sus ciudades centros de emprendimiento, o de la misma Medellín, considerada la Ciudad Más Innovadora del Mundo, que ha logrado poner nuevas formas de pensar al servicio de sus ciudadanos.
En estos esfuerzos por mejorar la competitividad y el clima de inversión de la ciudad resulta relevante el papel que juegue la institucionalidad. Agencias de promoción como Invest in Bogota, entidad público-privada encargada de apoyar la llegada de inversionistas a la capital, son los canales de comunicación con el exterior y por lo tanto deben ser fortalecidos progresivamente.
Las universidades, y en general las instituciones de educación superior, deberán jugar un rol más activo en conjunto con el sector público y privado para articular la generación y materialización de nuevas ideas. Esto no es nada revolucionario –lo revolucionario sería ponerlo por fin en práctica, pues es el camino que se ha trazado desde hace bastante tiempo en países como Canadá que promueven la innovación mediante incentivos económicos a las empresas que contraten estudiantes doctorales. Bogotá cuenta con aproximadamente 861,00 estudiantes en 115 instituciones de educación superior, lo cual es un recurso humano que debe ser aprovechado para agregarle valor a la competitividad de la ciudad.
El reto de Bogotá en el futuro será consolidar esa posición de liderazgo regional en materia de clima de inversión por medio un diálogo no solo con sus pares de la región, sino también con las demás ciudades colombianas. Hoy en día cuenta con atractivos para inversionistas que la ubican en una posición privilegiada, pero si no continúa desarrollando una infraestructura de inversión más robusta que sirva para articular ideas nuevas, permita su desarrollo y se comunique efectivamente con el exterior, en los próximos años puede que su dinero esté en el lugar equivocado.