Por: Diego Laserna @DgLaserna
El machismo en Colombia es una realidad.
Y como nos lo recuerdan los casos de Yuliana, Sara y Claudia es una realidad violenta, humillante y cruel. Sobre eso no debe caber la menor duda.
Pero en la mitad de tanta tragedia aparecen siempre los charlatanes y los fanáticos que se alimentan como vampiros de la indignación.
Por ejemplo, la semana pasada el campeón del show, el concejal Marco Fidel Ramírez, presentó un proyecto de acuerdo que obligaba a los hombres a ceder las sillas rojas a cualquier mujer que fuera en el Transmilenio en hora pico. Como si los hombres no tuvieran derecho a envejecerse o cansarse, nunca.
Pero tal vez más preocupante que la absurda propuesta de Ramírez es la apabullante votación que recibió. Trece a favor y uno en contra. Increíble.
Pero esta no es la primera vez que los concejales aprueban una barbaridad simplemente porque en teoría “beneficia a las mujeres” y les da miedo que en un ambiente de indignación contra los abusos de algunos hombres, ellos sean los próximos señalados.
En 2009 la concejal Ángela Benedetti logró hacer aprobar en medio de un sospechoso silencio el acuerdo 381 que obliga a que todas las entidades del nivel distrital usen lenguaje “incluyente” en sus documentos. Es decir, usar textos así:
“Honorables concejales y concejalas, debemos velar porque las funcionarias y los funcionarios de Bogotá cumplan con su deber. Además, las empleadas y los empleados de oficinas del Estado deben hacer su trabajo con eficiencia y atender a las ciudadanas y ciudadanos”. (Tomado de Semana)
De aplicarse el acuerdo de la concejal ya no habría que tomar chicha porque leer un decreto tendría el mismo efecto.
En la misma onda, en 2012 los concejales aprobaron la propuesta del alcalde Petro de crear la Secretaría de la Mujer sin ni siquiera haber definido sus funciones y con un presupuesto prácticamente inexistente. Pero a ellos qué les iba a importar, la idea no era que la Secretaría le ayudara a las mujeres a vivir mejor sino a crear un símbolo que pudieran usar políticamente.
En todos estos casos se ve un patrón muy claro. Algún oportunista sale con una idea improvisada de una norma o entidad que según él beneficia a las mujeres y nadie se atreve a rechazarla o por lo menos a hacerle un debate serio por temor a ser acusado de machista. Mientras tanto ni le ayudamos a las mujeres que lo necesitan ni le ganamos un milímetro al machismo. ¿Así a donde vamos a llegar?
Es hora de que veamos que el machismo es un problema supremamente serio que afecta a hombres y mujeres y que necesita de ambos para solucionarlo. Los que pintan a las mujeres como las únicas víctimas y a los hombres como los únicos victimarios ni ayudan ni entienden el problema. A todos nos toca cambiar la forma de pensar sobre lo que es ser hombre y ser mujer y mostrar que las mujeres pueden ser jefes, emprendedoras e independientes y a su vez los hombres pueden ser sensibles, tranquilos y hogareños. En eso la campaña de la Secretaría de la Mujer “Sin vergüenza” es un paso en el camino correcto pero solo un paso. Los colegios, los padres y los medios necesitamos acoger ese espíritu y empezar a redefinir lo que son la virilidad y la feminidad. Es un proceso lento pero tal vez si invertimos nuestras energías en eso y no en payasadas es posible que algún día lleguemos allá.
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Diego Laserna estudió planeación urbana. Es activista del Combo2600, comentarista de Alerta Bogotá y un eterno estudiante de mandarín. Le encanta el brillo del la grama del Campín y detesta la sensación mantequilluda de la baranda de los buses.. Lo pueden seguir en Facebook acá y Twitter acá
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