Por: Diego Laserna @DgLaserna
La semana pasada me volví a montar a un bus cebollero después de 5 años. Llevaba rato esperando el SITP, tenía afan y en medio de mi desesperación, sin considerar lo que podía pasar, me subí.
Y en ese momento recordé dos sensaciones que había sepultado en lo más profundo de mi corazón.
La primera fue pánico de que el conductor me fuera a bajar a las patadas por pagarle con un billete de 20.000. En retrospectiva no tenía por qué haberme importado que me bajara pero en ese momento sentí que ese señor que contaba monedas negras y billetes suavizados de tanto trajín podía haber acabado con mi autoestima en una fracción de segundo. Pero me salvé. No sé por qué pero me salvé y me dejó seguir con mis vueltas.
Ya superada la recolección de las vueltas, la segunda sensación que me asaltó fue la textura mantequilluda de la baranda del bus. ¡Dios como he detestado siempre esa cosa! Es como si uno cogiera un bom bom bum recién chupado y tuviera que continuar su día así: pegachento y oloroso.
Pero bueno, esa prueba también la superé y llegué por solo mil quinientos hasta la universidad.
Y como si el destino me estuviera esperando, Malu, una compañera que trabaja en Bogotá Cómo Vamos, nos regaló un librito con los resultados de la última encuesta de percepción ciudadana donde -¡Oh sorpresa!- el bus cebollero subió 15 puntos en favorabilidad durante el ultimo año. Lo voy a repetir. El bus cebollero, esa insoportable caja de latas y agresividad, que no ha cambiado durante los últimos 40 años tiene 15% más de usuarios que dicen que están satisfechos con su servicio frente al año pasado y es más popular que el SITP y el TM.
Fuente: Encuesta de Percepción Bogotá Cómo Vamos
Eso, queridos amigos, es una demencia. Mientras le metemos billones de pesos públicos cada año a operar el SITP y el TM, los cebolleros de toda la vida (que estamos tratando de acabar) no son solo más baratos sino que los usuarios consideran que prestan un MEJOR SERVICIO!!!
Y no es que los usuarios estén 100% locos. Los cebolleros tienen buenas frecuencias, son baratos, la gente los sabe usar, no requieren cargar la tarjeta, etc.
Es decir llevamos por lo menos 10 años de planeación de transporte en Bogotá fracasada. Donde la gente detesta todas las «innovaciones» que se han hecho y prefiere el transporte «silvestre» o accidentarse en una moto que subirse en el laureado TM o el innovador SITP. Trágico.
No quiero ser totalmente cínico pero el caso del transporte público no es solo una anécdota sino es un símbolo del fracaso del estado colombiano de entender, regular y modernizar la realidad de nuestro país. Así pasa con el comercio internacional, las normas laborales, las ventas informales y hasta el narcotrafico. La gente casi que unanimemente prefiere un orden violento y corrupto pero sencillo de entender que las «soluciones» modernizadoras que ofrece el estado.
Yo seguiré usando el SITP porque no soporto esa sensación inmunda de la baranda pero de seguir al paso que vamos no seremos muchos más.
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Diego Laserna estudió planeación urbana. Es activista del Combo2600, comentarista de Alerta Bogotá y un eterno estudiante de mandarín. Le encanta el brillo del la grama del Campín y detesta la sensación mantequilluda de la baranda de los buses. Lo pueden seguir en Facebook acá y Twitter acá.