Por: Diego Laserna @lasernabogota
Apenas nos hablan de machismo, muchos hombres apagamos los oídos inmediatamente. Creemos que lo que sigue es un regaño largo sobre algo que no es realmente culpa nuestra y, la verdad, qué mamera. No soy un experto en machismo y seguramente también me ganaré regaños por meterme en un tema que mueve muchas emociones. Pero bueno, quiero compartir por qué me preocupa este tema y ojalá provocar una discusión madura al respecto.
El Enfoque Tradicional
La forma en la que normalmente hablamos del machismo se da en el contexto de la violencia que ejercen los hombres contra las mujeres. Desde acoso en el Transmilenio, hasta asesinatos de mujeres a manos de su pareja, pasando por violaciones y hasta ataques con ácido. Esta clase de violencia, tanto desde la anécdota como desde la estadística, nos ha dejado profundas cicatrices como sociedad.
Historias como las de Natalia Ponce de León, Rosa Elvira Cely, Yuliana Samboní o Claudia Rodríguez no pueden menos que producirnos escalofríos y hacernos preguntar, ¿cómo demonios puede alguien ser capaz de hacer algo así?
Aún más preocupante, los datos revelan que estos no son casos aislados sino que son patrones que requieren una reacción urgente de la sociedad y del gobierno. Como se ve a continuación, según cifras de Medicina Legal en 2017, si uno es víctima de violencia sexual o de pareja en Bogotá, casi con certeza es mujer.
Como es evidente en las gráficas, a pesar del esfuerzo de miles de mujeres alrededor del mundo por poner el tema de la violencia contra ellas en la agenda, en Bogotá no hemos sido capaces de reducirla. Pero estas cifras dejan una conclusión aún más dramática: muchos hombres en Bogotá siguen creyendo que las mujeres les pertenecen tanto para disponer de ellas sexualmente como para moldear su comportamiento a punta de golpes; en el hogar y fuera de él. Y eso no se refleja solamente en delitos sino en forma tal vez menos llamativas pero que comunican lo mismo como lo son el manoseo callejero o las suposiciones en la familia de lo que una mujer debe y no debe hacer.
Aunque podría profundizar en muchos indicadores más que comprueban esta conclusión (como la percepción de seguridad de las mujeres en la ciudad o los casos de acoso laboral) voy a dejar ahí por ahora porque me interesa enfatizar que la historia de la mujer como víctima y el hombre como victimario es solo un lado de la moneda del machismo. Un lado de la moneda que frecuentemente nos lleva a pensar que el problema del machismo se reduce a que hay muchos hombres que maltratan a las mujeres y ya.
El Lado Oscuro
Sin embargo, hay otro lado del machismo que se discute poco y que, igualmente, es sangriento. Como lo revelan las cifras de Medicina Legal presentadas a continuación, las víctimas de homicidios, suicidios y accidentes de tránsito también tienen un claro perfil de género: en una abrumadora mayoría las víctimas son hombres.
¿No aguantan estas cifras una reflexión de fondo? ¿Por qué los hombres bogotanos parecen tanto más dispuestos a matar a alguien más o a si mismos que las mujeres? ¿Por qué se mueren cuatro veces más en accidentes de tránsito?
Puede parecer precipitado pero me atrevería a asegurar que es porque a los hombres colombianos nos educan para ser así. Por supuesto no en el colegio o en la universidad, sino en la vida. Nos enseñan que a un varón no le tiene miedo a la velocidad, es mujeriego, no habla de sus sentimientos, es fuerte, no se deja de nadie y nunca fracasa. Y por supuesto por eso nos matamos todo el tiempo en moto, a puño, a plomo y hasta botándonos por una ventana.
Así que, contrario a lo que puede parecer inicialmente el machismo, no es solamente la violencia de los hombres contra las mujeres, sino una forma de pensar que promueve la agresividad masculina, la falta de emociones y la intolerancia al fracaso. Esta forma de pensar mata muchas mujeres en Colombia pero también arruina la vida de cientos de miles de hombres, quienes vivirían mucho más felices (y más tiempo) si lograran darse cuenta de que no tienen que cumplir con las expectativas de ser machos.
Esta forma de pensar (y no los hombres) es el verdadero enemigo y reflexionar sobre qué es en realidad lo que nos hace hombres debe ser un eje central de cómo educamos a las futuras generaciones de colombianos. Hay que comenzar ya.
*Todas las cifras de este artículo son extraidas de una presentación de Medicina Legal hecha al Combo2600 el 2 de julio de 2018 excepto el cuadro con las cifras de muertos en incidentes de tránsito que es de un derecho de petición presentado a la Secretaría de Movilidad.
La imagen principal del artículo fue tomada de acá.
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Diego Laserna estudió planeación urbana. Es activista del Combo2600, comentarista de Alerta Bogotá y un eterno estudiante de mandarín. Le encanta el brillo del la grama del Campín y detesta la sensación mantequilluda de la baranda de los buses. Lo pueden seguir en Facebook acá y Twitter acá.