Hace más de cinco años que mi papá vive en Cuba y esta es su visión muy personal sobre el día en que murió Fidel Castro. Un retrato del sentir de una parte del pueblo cubano a través de la visión de un extranjero, que sin ninguna pretensión política vive allí.
Eran como las tres y media de la madrugada cuando entre neblinas de sueño me desperté y vi que el televisor estaba encendido como siempre, pero con el volumen inusualmente alto, como si el mismo aparato quisiera despertarme. Con el rabillo del ojo izquierdo vi que la imagen estaba en Telesur, canal que nunca veo por más de treinta segundos debido a su contenido siempre político. Una voz entró en mi cabeza como un cañón cuando el locutor dijo algo así como que diferentes líderes mundiales se han pronunciado esta madrugada dando su pésame al pueblo Cubano por el fallecimiento del líder de la revolución Fidel Castro Ruz. Como si tuviera un resorte en la espalda quedé sentado en la cama y empecé a buscar otros canales, encontrando que en casi todos, incluyendo CNN y TV5, dos canales tan diversos geográficamente, estaban tratando el mismo tema. A las tres y cuarenta de la madrugada escribí a Indiana, mi pareja cubana, un mensaje tratando de explicarle con palabras torpes que yo también lo sentía mucho, conocedor como soy de que los cubanos y especialmente de ella, nunca fueron comunistas, ni socialistas, sino Fidelistas. Durante horas estuve viendo las noticias y documentales sobre la vida de Fidel que de manera interminable están pasando en la televisión cubana y seguramente seguirán pasando por muchos días. Pero debía ir a trabajar y como cada día me activé a las 6:30 am e inicié mi rito diario de lavado-afeitado-baño y vestido, y cuando me disponía a salir a tomar el desayuno sonó el teléfono por primera vez, era ella que me llamaba sumergida en un mar de lágrimas, como si su padre hubiera muerto, inconsolable; y esa fue la primera llamada, luego se sucedieron más llamadas y mensajes a mi móvil; cuando bajé a desayunar nadie hablaba, todo el personal cubano estaba en una especie de trance. Algunos de mis compañeros extranjeros no se habían percatado de nada y otros seguramente no lo harán. Cuando llegué a la oficina el personal había sido reunido para un «matutino» en el que el jefe cubano les explicaba lo que ellos ya sabían que había sucedido, entré al edificio y en el lobby habían instalado un televisor que hasta ahora sigue repitiendo un documental sobre la obra de Fidel. Hoy aquí en las obras de construcción de los dos hoteles que estamos haciendo todo es desolación, más de 500 trabajadores deambulan por las obras a pesar de que sus coordinadores y jefes tratan de que trabajen en algo productivo, pero hoy no será posible. Fidel ha muerto y parece que también ha muerto algo al interior de los cubanos y cubanas que trabajan aquí. De la población del interior de la isla no sé nada (vivo en Cayo Cruz), pero puedo intuir que la situación es igual. El gobierno ha decretado nueve días de luto en los que se van a cancelar los actos públicos y culturales que se tenían programados, en los que las discotecas no van a sonar y quitar la música a los cubanos es como quitar parte de su vida, aunque no importa, porque una parte ya se ha ido. Cuando salía de la oficina me dieron una estampita plastificada que tiene una imagen de Fidel de boina durante su etapa combativa, montada sobre una bandera Cubana y que dice Fidel Vive, por detrás tiene parte del discurso del primero de Mayo de 2000 en el que Fidel manifiesta qué es la revolución, tal vez su mayor legado a la historia, porque en esas palabras se deja ver que la revolución no es agarrar el fusil, no es poner minas quiebra patas o destronar tiranos, la revolución está en cada uno de nosotros y en lo que hagamos de nuestras vidas y la forma como podamos ayudar a los demás. Por alguna razón esa estampita se me pareció a una de San Judas Tadeo que me regaló mi ex suegro cuando lo visité hace algunos años, ya estando yo en Cuba. Voy a conservarla como la que me dio él, porque tal vez son lo mismo, pero con diferente santo. He sido testigo de eventos históricos en mi vida, como el fallecimiento de mis padres y de mi hermana, la llegada de varios Papas a Colombia, la primera caminata de un hombre en la luna, la llegada de la primera nave de la tierra a Marte, el nacimiento de mis dos hijos y mi primera nieta, y ahora el término del ciclo vital de Fidel. Espero que la vida me dé la oportunidad de ser testigo de más momentos memorables. Parafraseando a Fidel, él siempre terminaba sus discursos con… ¡Hasta la victoria siempre!