“Lunita consentida colgada del cielo como un farolito que puso mi Dios, para que alumbrara las noches calladas de este pueblo viejo de mi corazón”, un inicio romántico -y hasta cliché- con esta canción interpretada por Garzón y Collazos. Esta entrada está dedicada a lo que significa el regreso a la ciudad natal. De esa de la que uno se fue buscando nuevos horizontes y a la que se regresa lleno de añoranzas.
Volver (por la razón que sea: estar con la familia, un nuevo empleo, buscar tranquilidad, en fin, miles de motivos) es un alivio, aunque tampoco sea fácil, o por lo menos no al inicio: acoplarse primero a la calma o al ritmo de trabajo de sus ciudadanos, a las formas de relacionarse, entre otras cosas. Pero también está el agradable sentimiento de reencontrase con la calidez de las personas, el estar cerca de todo y el clima, grandes puntos a su favor que han hecho que mucha gente de otras ciudades encuentren un hogar agradable aquí, e incluso nuevas posibilidades económicas.
Parque de la música, Ibagué, Tolima.
Ibagué es un sitio cálido, amable y para el que haya crecido aquí entrañable, en donde nos encontramos con los seres queridos y en mi caso con uno de los más importantes: mi abuelo materno. Siempre que vengo me cuenta la historia del sueño que siempre lo ha acompañado: Ibagué como una verdadera ciudad musical. Estando acá no he podido evitar pensar en lo cierto de sus palabras, en cómo se ha desperdiciado la verdadera razón de ser de este lugar. Mi abuelo, fiel tolimense y amante de su ciudad, la ciudad de la música, la del conservatorio, la de los festivales folclóricos, que sin embargo en la actualidad no ha sabido explotar su música o su lado musical. Que en lugar de un gran parque de la música cuenta con una pequeña plazoleta para rendirle culto a este arte y que no invirtió en generar un gran espacio (tipo el Parque del Café) y olvidó o dejó de lado así gran parte su pasado.
Se cuenta que en 1886, un conde francés visitó la ciudad y al darse cuenta de la importancia que sus habitantes le daban a la música y el talento de sus artistas la llamó la «Ciudad Musical» en un artículo que se publicó en un periódico francés. Desde esa época comenzó el título, hoy tan olvidado.
Ibagué ha crecido, es verdad, pero si olvidamos una gran parte de sus raíces, perderemos un gran potencial e ignoraremos que la música podría ser el verdadero motor que le de sentido a la ciudad como capital musical. Muchos lo hemos ignorado, vivamos acá o no, a otros ya les dejó de importar, y algunos tendrán secretamente esa misma idea de que Ibagué vuelva a revivir como el territorio musical que es. Allí en donde en cada casa se guarda un instrumento, donde muchos de nosotros hemos asistido al conservatorio, donde nos reunimos con amigos a cantar y tocar instrumentos, donde aún se escucha con fervor a Silva y Villalba.
Ojalá ese sueño de mi abuelo, que seguro está también en muchas otras mentes, se haga realidad y podamos contar con un sitio donde se le haga homenaje a la música típica: esa bella potencia que nos impulsa a los humanos y que nos ha llenado de felicidad como un arte que no muere. Ojalá algún día Ibagué vuelva a ser la musical y tenga un merecido espacio para homenajear a los músicos y la música que han inundado de felicidad a tantas casas de este pueblito viejo.