Era un día lluvioso y sin mucho qué hacer. La noche anterior viendo los Golden Globes me animé a ver el musical La La Land sin muchas expectativas pues jamás he soportado las películas donde cantan. Mi razón simple y llana para verla era saber qué tenía La La Land de interesante para llevarse siete codiciados premios.
Así llegamos al cine y de inmediato empezó la película: espanto al comienzo cuando lo primero que vemos es gente cantando. El inicio me aburrió hasta el cansancio y casi me sacan de quicio pues ya tenía en mi mente el prejuicio de que cada segundo saldrían cantando porque sí y por que no. Jamás he entendido la obsesión de los gringos por los musicales.
Sin embargo, este no fue el caso con La La Land, que me fue atrapando a medida que avanzaba —aunque dejando de lado los típicos clichés de Hollywood— y me pareció una película fuerte en expresión, baile y canto. Emma Stone Y Ryan Gosling hacen una impactante actuación y nos llevan a ese mundo de anhelos desmedidos por una pasión. Y es eso de lo que me interesa hablar: de cómo la película se centra en la búsqueda de los sueños, de una manera sutil y amena y, aunque es una historia mil veces contada, lo hace de forma original. Nos lleva a pensar en cuántas veces intentamos luchar por alcanzar una pasión, aunque caigamos mil veces. Nos habla de ese impulso imposible de evitar aunque te digan que el arte no es necesario y que cuando tú cuentes lo que haces te pregunten de nuevo cuál es tu verdadero oficio: “Escribir” “nah” “cantar” “pintar” “nah” «diseñar» «nah» ilustrar» nah» “¿pero realmente a qué te dedicas”. Son batallas a veces ya perdidas en las que ni siquiera nos deberíamos embarcar.
Un historia como esta te llega hondo cuando sabes que puedes durar muchos años más en busca de un sueño, así que La La Land está ahí para recordarnos que pueden llamarnos locos cuando continuamos siendo testarudos en lograr algo. En la ruina y en la pobreza la pasión por el arte puede ser más grande que cualquier cosa. Y allí también está el amor…ese “te amaré por siempre “que no tiene un final idílico, pero que permanece eternamente cuando te ayuda a alcanzar un sueño, cuando te encamina. Es esa empatía de corazones que jamás desaparece.
La La Land, como lo dijo Emma Stone en su discurso de los Golden Globes, es para soñadores. Incluso, soñadores como yo que no soportamos musicales, pero sí canciones como estas (dar clic aquí) que nos hacen recordar que por una pasión podemos darlo todo aunque el anhelado sueño tarde tanto en llegar o no llegue nunca. Lo dijo la sabia y genial Meryl Streep recordando a su amiga la princesa Leia: “Toma tu corazón roto y conviértelo en arte”. Ese impulso es el que jamás desaparecerá.