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El pasado mes de agosto se conmemoró el Día Internacional de los Desaparecidos y una vez más recordamos a los cerca de 46 mil colombianos de quienes no se conoce su paradero.

Ana* lleva 8 años con la esperanza de conocer el paradero de su esposo, hijo y sobrino, quienes desaparecieron mientras pescaban en un río cercano a su casa. Recuerda que salieron un sábado soleado después de tomar el desayuno y con una bendición los despidió. Nunca se imaginó que esa sería la última vez que los iba a ver. Para esta fecha cumplen 8 años desaparecidos, sin embargo Ana recuerda esa mañana como si fuera ayer y no pierde la esperanza de volverlos a ver, de encontrarlos y compartir de nuevo con ellos.

Desde hace 3 meses, Ana pertenece al Programa de Salud Mental y Apoyo Psicosocial que lidera la Cruz Roja Colombiana en el departamento de Guaviare, en donde ha encontrado herramientas para afrontar la desaparición de sus seres queridos. Este programa comprende dos líneas de trabajo: familiares de personas desaparecidas y víctimas de violencia sexual, en el marco del conflicto armado y otras situaciones de violencia.

La necesidad de implementar el programa en el departamento de Guaviare nació gracias a un estudio comunitario realizado por el CICR, que vislumbró los altos índices de personas desaparecidas o afectadas por violencia sexual. Se abrió el programa visitando las zonas priorizadas, hablando con las comunidades, dando a conocer la estrategia a las instituciones locales.

El Programa permite que las personas víctimas puedan recibir atención en Salud Mental y Apoyo Psicosocial sin necesidad de denunciar que es su mayor temor.

Todos los casos que se han venido tratando en estos 3 meses de operación en el departamento de Guaviare son “memorables”. “En muchas familias no es solo la desaparición de su familiar, sino también posibles amenazas, agresiones e incluso el desplazamiento y destierro de su hogar, pero ante estas situaciones difíciles estas personas pueden empezar de nuevo y logran salir adelante”, destaca Laura Páez, referente de Salud Mental y Apoyo Psicosocial de la CRC.

El programa maneja una ruta de atención básica para las dos líneas de trabajo. Cuando se conoce un hecho en la zona prioritaria (ZP) se revisa el caso junto con el CICR y se inicia con el trabajo terapéutico, si la persona vive en zonas rurales por lo general se desplazan a San José del Guaviare, donde se realiza la valoración y se remiten al especialista para iniciar su tratamiento de Salud Mental y Apoyo Psicosocial.

“Como es un trabajo en conjunto con el CICR, se maneja de la siguiente manera: el delegado del CICR en la zona nos refiere las personas que requieren de atención prioritaria. En cada caso hay una reseña que explica en breve la situación, para evitar la revictimización al momento de comunicarnos con cada persona”, destaca Laura Páez, referente de Salud Mental y Apoyo Psicosocial de la CRC.

Una vez la persona se entrevista con la coordinadora del Programa se le explica cuál es el objetivo del contacto y la necesidad de ayudar a las personas que sufren por la desaparición de sus seres queridos. De acuerdo a lo identificado el paciente  se remite a una IPS que realiza todo el tratamiento psicológico y terapéutico.

“Por lo general la gente viene a las terapias con una carga emocional muy alta, muchos empiezan a contar desde su infancia y las situaciones fuertes que han tenido que vivir, otras vienen con la esperanza de recuperar la vida que tenían antes, ya que ahora viven asustados, no se pueden relacionar con nadie, porque han perdido la confianza en sí mismos y en los demás”, finaliza Laura Páez, referente de Salud Mental y Apoyo Psicosocial de la CRC.

*Nombre cambiado por petición del entrevistado