Cada día más mujeres y hombres heterosexuales viven con VIH. Vivir con la infección no tiene que ver con el género ni la orientación sexual, es un tema de prevención, protección y autocuidado.

Lorenza* tiene 32 años, hace 10 sabe que vive con VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana). Es una mujer muy inteligente y emprendedora. Actualmente trabaja en procesos de información y educación a colectivos en la ciudad de Bogotá, en pro de prevenir la transmisión del VIH, o nuevas infecciones o en el caso de seropositividad, fortalecer las medidas de autocuidado secundario o terciario, según sea la necesidad.

Su vida, después de enterarse que vive con VIH ha estado mediada por distintas situaciones en las cuales ha tenido que ocultar su diagnóstico, a pesar de estar convencida que ser VIH positivo, no es una razón para ser estigmatizada o discriminada. Sabe que es igual que cualquier otra persona, con los mismos derechos, con las mismas capacidades y oportunidades que una persona que no vive con VIH; sin embargo, se ha sentido diferente desde aquel día que recibió el resultado de la prueba que le realizaron en el centro médico.

 

Piensa que infectarse con el virus de VIH, sin saberlo, fue la consecuencia de no protegerse y dejar el preservativo en el cajón, por que amaba y confiaba en su pareja, ese chico de ojos grandes con quién quería construir una familia

Lorenza* hoy vive con su mamá y es la responsable de su manutención y cuidado, dada su avanzada edad; no obstante recuerda con tristeza la reacción de ella cuándo le contó sobre su diagnóstico; “jamás olvidaré como me miró, sus palabras todavía retumban en mi cabeza: “eso le pasa por andar en la calle con esa gente de la universidad, vaya a ver si no andarán en vicios y por eso usted está sucia”.

Después del diagnóstico asistió a los primeros controles y a un grupo de apoyo formado en la EPS que la atendía en ese entonces; comenta con desconcierto como alguna vez, una enfermera, falta de tacto e información sobre el tema, le dijo: “esto es para toda la vida, va a ser difícil que encuentre un esposo, pobrecita usted”. Cuenta Lorena que jamás se había sentido más asustada en su vida, luego de ese comentario que la llevó a preguntarse ¿cómo iba a vivir ahora? y ¿si nadie la iba a querer? Siempre había deseado conocer a un hombre con el cual se sintiera segura, amada y valorada. Gracias al VIH se quedaría sola para siempre.

Lloraba mucho, renunció a sus actividades sociales y cotidianas en ese momento, no salía de casa por temor a “que se le notara en la cara la muerte”. La posibilidad de amar a alguien era cada vez más lejana, sobre todo por Eduardo, un chico gentil quién conoció por amigos en común. Le gustaba tanto, se sentía nerviosa al encontrarse con él, esperaba cada día en el mismo paradero para verlo antes de salir al trabajo, concordaban en el momento del regreso y una tarde, hablando con él de todo un poco, surgió el tema por Eduardo: “me contaron que Gustavo, el chico de mi oficina tiene SIDA, según dicen se lo confirmaron hace unos meses. ¡No entiendo por qué sigue ahí, compartimos la cocina, la sala de reuniones, hasta los pocillos! Por eso ya cada uno lleva el propio, no sea nos pegue eso, ¡además nos enteramos que tiene un noviecito, que irresponsabilidad la de él, y gay! Por eso se pegan esas cosas, por gente rara como él”  Con desconcierto pensaba Lorenza* “¿rara? ¿gay? “¡yo vivo con VIH y no soy gay!, ¡no soy rara, ni menos que el resto de las personas! ¿Por qué deben pensar esas cosas, si no saben lo que cada persona ha tenido que vivir?”

Esa conversación en esa tarde, le dio valor y fuerza a Lorenza*, para vivir su vida como cualquier otra persona. Trabaja cada día siguiendo las instrucciones que su médico, desde el principio le dio, consume alimentos saludables, procura darse espacios de descanso con calidad, comparte mucho tiempo con su familia, pero nunca olvida divertirse y pasar buenos ratos con sus amigos y amigas, adora bailar, ir a karaoke, salir a comer o irse de compras, entre otras cosas. Conoció a Pablo en uno de los conciertos de su artista favorito, han salido por más de 3 meses y se siente contenta, dichosa, reconciliada con su cuerpo, sus deseos, su esencia como mujer y sus aspiraciones con de pareja.

Una guerrera en todo el sentido de la palabra ¡ah! y siempre lleva consigo mensajes de prevención y la adopción de comportamientos seguros y de protección (preservativos); ha hablado con Pablo de su diagnóstico, pero como él le menciona: «en la protección está lo que necesitamos, yo solo quiero quererte y que te sientas tranquila y amada por mi”.

Lorenza* a través del tiempo fue aprendiendo más acerca del VIH, llegó el momento en el que poseía tanta información que decidió hacer lo que no hicieron con ella, salir a la calle a promover comportamientos seguros, a difundir e informar sobre cómo protegerse, convencida que la prevención es un derecho y un deber de todos y todas, porque el VIH se puede combatir, pero no viéndolo como un enemigo sino buscando la forma de prevenir nuevos casos.

Casos como el de Lorenza se conocen cada vez más en el desarrollo de la labor humanitaria de la Cruz Roja Colombiana, es por esto que cada día encaminamos nuestras acciones a propiciar espacios participativos de prevención y protección, pero también de respeto a la dignidad humana, promoviendo la igualdad, el respeto de los derechos humanos y sexuales orientados a la no discriminación.

Todos y todas podemos tener el mismo riesgo de vivir con el virus del VIH, como lo fue Lorenza*.  Vivir con un diagnóstico positivo, no tiene que ver con la identidad de genero, ni la orientación sexual, ni la edad, ni la raza, por lo que no debe ser en ningún momento motivo de estigmatización ni discriminación, para ninguna persona.

Como Lorenza, hay muchas personas en nuestra sociedad, temerosas de contar que es seropositiva, por temor a ser discriminadas. Por esto, en el cumplimiento de la Misión Humanitaria de prevenir y aliviar el sufrimiento humano, promoviendo el respeto por la vida, la salud y la dignidad de las personas, la Cruz Roja Colombiana enfoca su accionar en el reconocimiento y respeto de los derechos a la dignidad y la igualdad, como seres humanos que somos.

Así con un enfoque basado en derechos, velamos por la garantía de los derechos sexuales y reproductivos y enfocamos acciones de educación y formación promoviendo la prevención del VIH/SIDA, informando a las personas y comunidades a reconocer posibles factores de riesgo, a conocer y fortalecer ambientes protectores y desmitificando tabúes y ofreciendo a hombres y mujeres herramientas para el autocuidado y empoderamiento en el ejercicio de una vida sana y segura.

¡Vivir con VIH no es un castigo, no es un motivo de discriminación de las personas, no reduce la calidad ni el respeto de ser humano respecto al otro; no significa muerte!

Esto no reduce ni deteriora la dignidad ni la integridad de las personas.

 

Evita la discriminación… ¡Corta aquí la cadena!

Infórmate siempre, infórmate bien.

 

*Cambiamos el nombre a Lorenza por seguridad y para evitar  el riesgo a la estigma y discriminación