Durante una importante reunión mundial que se desarrolla en Antalya (Turquía), la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (Federación Internacional) elegirá a un nuevo presidente quien, durante un mandato de cuatro años, asumirá las riendas de la más extensa y antigua red humanitaria del mundo, en un momento de complejidad y necesidades humanitarias sin parangón en la historia.
El nuevo presidente deberá hacer frente de inmediato a un vasto abanico de prioridades mundiales, tales como las repercusiones del cambio climático en comunidades ya propensas a desastres, las persistentes crisis que han diezmado infraestructuras sociales y económicas en diversos lugares del mundo, los multitudinarios movimientos de personas que huyen de conflictos y situaciones de violencia, y la necesidad de ampliar el cuerpo de voluntarios de las organizaciones de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.
Este último tema tendrá prioridad entre las preocupaciones del nuevo presidente o de la nueva presidenta que, rápidamente, deberá centrar su atención en los crecientes peligros que enfrentan los voluntarios y en la naturaleza cambiante del servicio voluntario alrededor del mundo.
La Cruz Roja Colombiana y la Federación Internacional observan una alarmante tendencia mundial conforme a la cual cada vez menos personas se suman al servicio voluntario y lo hacen por lapsos más breves.
Se trata de una tendencia a la que deberían prestar atención todos los países del mundo porque los voluntarios, incluidos aquellos que colaboran con las organizaciones de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, constituyen una línea vital irremplazable en tiempos de conflicto, desastres naturales y brotes de enfermedades. Sin ellos, innumerables comunidades quedarían sumidas en el desamparo y sin ayuda. La amplia mayoría de socorristas humanitarios son voluntarios locales que, a menudo, son los principales -o los únicos- agentes humanitarios presentes en contextos de crisis.
Estos héroes locales cuentan con excelentes antecedentes para cumplir esa labor. Hablan el idioma local, comprenden la cultura local y están determinados a ayudar a sus conciudadanos. A menudo – y con considerable peligro para su vida- asumen tareas que, literalmente, nadie más está dispuesto a realizar, por ejemplo, el sepelio de muertos durante el brote del ébola en África occidental, o el desafío de fuego cruzado para llevar alimentos, agua y medicamentos a familias afectadas en los momentos más álgidos de los conflictos armados, entre otros, en Yemen, Siria y la República Centroafricana.
Estas valientes y desinteresadas personas constituyen un preciado recurso que la comunidad mundial no siempre ha apreciado a cabalidad; un recurso hoy bajo amenaza. Una de las razones que explican este cambio reside en el peligro asociado al trabajo voluntario. Quienes prestan asistencia son, con cada vez mayor frecuencia, blanco de la violencia.
En 2016, once (11) voluntarios de las organizaciones de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja perecieron a raíz de incidentes violentos. La situación se ha agudizado de manera preocupante en 2017. Hasta la fecha, veinticuatro (24) voluntarios y miembros del personal han perdido la vida debido a la violencia en lugares tan lejanos entre si como la República Centroafricana, Nigeria, México, Mali y Siria, además de la numerosa cantidad de ellos que sufren heridas, traumatismos físicos, o traumas emocionales. Todo parecería indicar que este será el año más aciago en este sentido desde 2011.
En retrospectiva histórica más amplia, según la organización de investigación independiente, Humanitarian Outcomes, el ochenta por ciento de los trabajadores que presta asistencia ha sufrido ataques desde 1997. Si deseamos que los voluntarios de la comunidad perseveren en su vital labor y que otros se sumen a ellos, hemos de redoblar esfuerzos para garantizar su seguridad. El derecho internacional humanitario deja claramente sentado que incumbe a las partes en conflicto la responsabilidad de proteger a los voluntarios.
No obstante, las organizaciones de asistencia y sus asociados pueden adoptar otras medidas para mejorar la seguridad de los voluntarios y demás miembros del personal. Así, por ejemplo, las organizaciones internacionales pueden ayudar a las contrapartes nacionales para que impartan formación en materia de seguridad a los voluntarios locales, de manera más extensa y sistemática. Pueden poner a disposición pericia y recursos específicos, de modo que las organizaciones nacionales puedan fomentar la cultura de seguridad y protección. Pueden, también, intensificar los esfuerzos encaminados a la información de las comunidades acerca de la función de los voluntarios, con el fin de que tanto estos como su labor gocen de mayor aceptación.
No cabe duda de la necesidad de un enfoque más sistemático que plantee un esfuerzo mundial destinado a favorecer la comprensión de las razones por las cuales todos hemos de proteger a los voluntarios humanitarios que, conviene recordar, prometen permanecer neutrales.
La violencia no es la única amenaza que pesa sobre la motivación para prestar servicio voluntario tradicional a nivel nacional. La naturaleza intrínseca del servicio voluntario denota cambios. Antes, las personas solían elegir a una organización como la Cruz Roja o la Media Luna Roja, Fundación pies descalzos, Fundación Minuto de Dios, y permanecer fieles a esa organización durante años o decenios. En Colombia, los voluntarios han sido el eje dinamizador de las intervenciones a raíz de emergencias, y estar trabajando arduamente en la Gestión Integral del Riesgo, una vida sana y segura y una cultura de paz y reconciliación.
No obstante, este patrón de estabilidad y lealtad a una organización ha cambiado en el último decenio. Con creciente frecuencia, los jóvenes adhieren a causas y no a organizaciones. Además, las nuevas tecnologías y los medios de comunicación sociales les permiten escoger oportunidades con mayor facilidad, e incluso crear sus propias oportunidades de servicio. La tendencia actual apunta a impulsos más cortos de servicio voluntario a través de medios electrónicos, campañas en línea, servicio voluntario por destreza específica, servicio voluntario “en enjambre” y servicio voluntario auto organizado.
La nueva generación de voluntarios desea contar con mayor flexibilidad y más amplia variedad de oportunidades de colaboración. Las organizaciones que reposan sobre un cuerpo de voluntarios como La Cruz Roja Colombiana necesitan redoblar esfuerzos para satisfacer estas aspiraciones, velando al mismo tiempo porque que el espíritu del servicio voluntario no quede diluido o demasiado disperso. Se trata de un desafío para muchas organizaciones caritativas o con fines sociales que prestan servicios esenciales a la comunidad a través del esfuerzo de los voluntarios pero que, con cada vez mayor dificultar, logran mantener ese apoyo.
El 3 de octubre, viajaré a Turquía para asistir a la Asamblea General de la Federación Internacional que, cada dos años, congrega a las 190 Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja que conforman la red humanitaria más extensa del mundo. Juntos elegiremos a nuestro nuevo presidente o nueva presidenta. Él o ella abordará estos temas sin dilación, pues sabe que no será posible plasmar en la realidad el anhelo compartido de un mundo en el que nadie quede al margen sin el coraje, la determinación y la dedicación de los héroes de cada día, los voluntarios de las organizaciones de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.