Con el asesinato de la ficha más importante del Estado iraní en el extranjero, la posibilidad de un conflicto proxy de grandes proporciones en la región de oriente medio se hace más latente que nunca.

 

Vehículo incendiado tras el ataque aéreo en el aeropuerto de Bagdad. Fuente de la imagen: ElPaís.com. En el recuadro, Qasem Soleimani, en una fotografía de archivo.

             

 

Como principal tema de conversación en las distintas redes sociales y como noticia de portada en los periódicos de todo el mundo, se reporta el asesinato del segundo hombre más influyente en Irán, colocándose solo después del líder supremo, el Ayatola Ali Jamenei.  

Alarmantemente, se especula que la retaliación de Irán contra Estados Unidos, sus aliados occidentales y regionales en oriente medio podrían ser de proporciones que envuelvan de nuevo al mundo en un conflicto global, esto teniendo en cuenta las supuestas estrechas alianzas que mantiene esta nación con Rusia, China e inclusive Corea del Norte. 

Entonces, vamos a desmitificar y aclarar cuál es la capacidad real que puede adquirir este nuevo panorama que deja para la región y el mundo este ataque directo de una nación a otra. 

En primera instancia, es necesario recordar que las históricas tensiones que se han mantenido entre los iraníes y los norteamericanos se reavivaron con la elección de Donald Trump como presidente de la unión americana. Este personaje tomo la decisión unilateral de abandonar el pacto nuclear que había suscrito el gobierno inmediatamente anterior de Barack Obama junto con las otras potencias mundiales (China, Francia, Inglaterra, Rusia y Alemania) el cual presionaba a Irán a que centrara su programa de desarrollo termonuclear únicamente con fines energéticos y científicos. 

Esta decisión se tomó en conjunto con una serie de sanciones económicas que asfixiaron la calidad de vida del pueblo iraní, pretendiendo que la población se sublevara e hiciera retroceder al gobierno en sus posturas. El resultado de estas acciones es que Irán a pesar de encontrarse a varios años de poder desarrollar un arma nuclear, ahora puede continuar con su programa de enriquecimiento de uranio sin ningún tipo de verificación internacional. En la práctica este solo se ha visto retrasado por los sabotajes de los servicios de espionaje israelíes y estadounidenses que pretenden detener militarmente a toda costa que este país puede hacerse con este tipo de tecnología. 

Paralelamente a esta escalada de tensiones, a nivel regional en Yemen, Líbano, Siria e Iraq una serie de conflictos internos y extrafronterizos sirvieron como escenario perfecto para que Irán extendiera su influencia regional a través de milicias que respondían a sus intereses. El proyecto regional iraní pretende consolidar la rama minoritaria del islam (Chiismo) dentro de los países donde tengan algún tipo de presencia. 

En el caso concreto de Yemen, las milicias Huties han adquirido un gran poder dentro de la guerra civil que enfrenta este país, llegando a entrar en confrontación directa con el ejército de Arabia Saudita, principal rival en el mundo musulmán para el gobierno iraní.

En el caso de Siria y Líbano, estos países se encuentran estrechamente relacionados por Hezbolá, el grupo armado chiita libanés que durante años ha entrado en contacto bélico directo con Israel, el principal enemigo regional de Irán. Este grupo se encuentra permanentemente patrocinado por Irán e incluso incursionó directamente en Siria por pedido expreso de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, es decir el ejército de Irán. 

Como podemos notar, la influencia regional iraní ha crecido rápidamente en los últimos años con el propósito de poder desestabilizar cualquier nación que represente una amenaza para el país persa. En el caso concreto de Iraq, el gobierno y el ejército de este país se encuentran en una permanente deuda con las «Fuerzas de Movilización Popular», una coalición de milicias paramilitares que fueron protagonistas en la derrota del Estado Islámico. 

Es en este punto que Qasem Soleimani cobra una relevancia vital en la historia reciente. Fue el hombre de máximo rango enviado al frente de batalla para dirigir la liberación de Siria e Iraq del Estado Islámico, siendo reconocido públicamente por el presidente sirio, Bashar Al Assad, y siendo consultado internamente por el gobierno de Iraq para tomar un sin número de decisiones. 

La situación actual comenzó a desarrollarse justamente el viernes 27 de diciembre, en esta fecha un cohete impactó una base militar iraquí que alberga contratistas norteamericanos, en esta acción un ciudadano estadounidense falleció. Rápidamente el gobierno de Trump responsabilizó a milicias vinculadas a Hezbolá y por ende a Irán de este atentado, procediendo el domingo 29 de diciembre a bombardear indiscriminadamente milicias proiraníes tanto en Siria como en Iraq, dejando un saldo de 25 heridos y más de 50 muertos. Como resultado de esta masacre el sentimiento antiestadounidense emergió en toda Bagdad, y bajo el amparo de milicianos armados de las Fuerzas de Movilización popular, los manifestantes entraron en la denominada «zona verde», el complejo de embajadas e instituciones extranjeras más militarizado del país. Procediendo con incendios y destrozos durante todo el martes y miércoles de esta semana. 

Con el Orgullo herido, el gobierno norteamericano desató toda su capacidad militar contra el máximo objetivo militar iraní sin impactar directamente su territorio. El asesinato de Qasem Soleimani es ante todo un símbolo, el acto de último recurso de disuasión que quedaba antes de atacar directamente al Estado persa. Y con esto en mente seguramente se dará la respuesta de Irán al mundo. Un ataque directo a cualquier objetivo norteamericano en el medio oriente significará librar una guerra frontal en su territorio. 

Irán se encuentra en una encrucijada en este momento. Por un lado, no actuar significaría haber alcanzado el tope de su campo de maniobra militar frente a sus enemigos y, por otro lado, actuar directamente sería igual a iniciar una guerra contra una coalición internacional que lo supera ampliamente en el campo militar. 

En ese orden de ideas, las maniobras se reducen al campo económico y las acciones de sabotaje. Para desarrollar esta premisa resulta prioritario señalar que Irán controla el paso del estrecho de Ormuz, sitio geográfico por el que diariamente es transportado la quinta parte del petróleo que se produce en el mundo, un bloqueo de este estrecho es igual a encarecer en niveles extraordinarios este recurso, poniendo en jaque varias economías. 

Mapa muestra el estrecho de Ormuz y países circundantes (Depto. de Estado/D. Thompson). Fuente: SHAREAMERICA. Acceso mundial del petroleo.

En segunda instancia es posible esperar una «guerra proxy», que sucede cuando dos o más potencias utilizan terceros para enfrentarse. Actualmente Irán ha llevado a cabo esta clase de estrategia hostigando a Israel desde Siria y el Líbano y a Arabia Saudita bombardeando con drones a través de sus milicias en Yemen la principal refinería del país.  Sin embargo, otro escenario perfecto donde se podría desarrollar este tipo de conflicto a gran escala es Iraq, país que se encuentra totalmente en caos tras meses de protestas civiles, la amenaza latente de la independencia de la región kurda y teniendo en cuenta que es un territorio fronterizo en el que ya se encuentran desplegadas tanto fuerzas norteamericanas como milicias iraníes. 

Así pues, el tiempo dirá cuáles son las acciones a emprender por parte de esta nación, pero lo que si está garantizado es que el mismo estado Iraní comprende que más allá de la condena, en las diferentes instancias internacionales por parte de sus aliados, en la práctica no cuenta sino con su propio ejército y con las milicias que ha logrado fundar en los países vecinos para defender su soberanía. Así que por lo pronto, hablar de una tercera guerra mundial o un conflicto entre potencias mundiales es cuanto menos, alarmista e improbable.