Este martes 11 de mayo se descubrirá placa en mármol en el Colegio Mayor del Rosario. Perfiles de Robles, por Eduardo Posada Carbó, y de Jacobo Pérez, por el ex vicepresidente Humberto de la Calle.

En la ceremonia solemne, que se realizará entre 11:00 am y 12:00 m, intervendrán el rector del Claustro, Hans-Peter Knudsen Quevedo, la estudiante de jurisprudencia Diana Prado, y Jacobo Pérez Escobar, presidente honorario vitalicio de la Fundación Color de Colombia, quien hará la semblanza de Luis A. Robles.

En «Luis A. Robles y la afrocolombianidad», el historiador y columnista de El Tiempo Eduardo Posada Carbó, produjo esta estampa:

¡»Negro, hijo de esclavos»!, le gritaron, creyendo ofenderlo. Luis A. Robles, entonces representante en el Congreso, respondió con una orgullosa defensa de la «raza redimida por la República» que le ganó los aplausos de la barra. Era 1876, y pronto el presidente Aquileo Parra lo nombraría ministro del Tesoro: contaba sólo con 26 años de edad.

Nacido en Camarones (Guajira) en 1849, el negro Robles tuvo una carrera pública llena de éxitos, después de haberse graduado en jurisprudencia en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario: diputado y presidente del Magdalena, ministro, director nacional del liberalismo, solitario congresista de su partido -elegido por Antioquia- en 1892 y 1894.

Enseñó leyes, escribió en periódicos, publicó libros y fue rector de la Universidad Republicana. Una vida rica que se truncó joven, antes de cumplir 50 años.

Los perfiles que de él nos dejaron quienes lo conocieron -Antonio José Iregui, Julio H. Palacios, el mismo Parra- destacan su carácter reflexivo y moderado, su inteligencia y conciencia del deber, su equilibrio y aplomo en una oratoria de oposición que era escuchada con respeto por el gobierno.

Estas y otras facetas de su vida se recogen en el libro del ex magistrado Jacobo Pérez Escobar, ‘El negro Robles y su época’, escrito originalmente en 1949″ (El Tiempo, 25 de mayo/2007)

Jacobo Pérez Escobar

Es el colombiano negro más destacado en la vida pública en los últimos 50 años.

Jacobo fue Ministro de Gobierno (E) en la administración de Carlos Lleras Restrepo; Secretario Jurídico de la Presidencia de la República en el gobierno de Misael Pastrana; magistrado del Consejo de Estado; gobernador del departamento del Magdalena; magistrado de la Corte Suprema de Justicia; Secretario General de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, en cuya calidad certificó la Constitución que nos rige; y conjuez de la Corte Constitucional.

Nació en una vereda de Aracataca, Magdalena, en 1925.

• Estando en el Liceo Celedón de Santa Marta comenzó a escribir su biografía de Luis Antonio El Negro Robles, el más destacado hombre de color en la segunda mitad del siglo XIX.

• Ingresó a estudiar Derecho en la Universidad Nacional en 1947, donde se graduó en 1952 con un promedio acumulado de 4.9!, el más alto en la historia de la Facultad, ganándose por esto una beca para estudiar dos años y medio en Francia.

Su cooptación para ser parte de las Altas Cortes estuvo precedida por su libro Derecho Constitucional Colombiano, cuya séptima edición salió en el 2004 (pasta dura, 820 págs). Fue profesor durante cerca de 40 años.  

El ex vice presidente Humberto de la Calle, en el homenaje que se le rindió a Jacobo Pérez Escobar en la Casa de Nariño el 21 de mayo de 2009, narró el papel de éste en la Asamblea Nacional Constituyente y un acto de discriminación que desconoció su derecho a estar en la primera fila en la promulgación de la Constitución de 1991. 

«Me corresponde evocar el papel del distinguido magistrado Jacobo Pérez Escobar durante el trabajo de la Asamblea Constituyente, en su condición de Secretario General de la misma y, como tal, celoso guardián de la integridad y autenticidad de los textos de nuestra Carta Fundamental.

En este trasiego, el doctor Pérez se distinguió por su dedicación, su tesón, su honestidad. En verdad, tuvo que afrontar, en circunstancias casi sobrehumanas, el aluvión de documentos que inundó su despacho, particularmente al final de las tareas del cuerpo constituyente.

Sin embargo, no se arredró y tras larguísimas y extenuantes jornadas, que incluso provocaron la anómala circunstancia de que el doctor Pérez tuvo que trasladarse a vivir a una habitación en el hotel adyacente al salón de deliberaciones, para poder hacer entrega oportuna del texto auténtico que hoy es la carta de navegación del país, luego de una serie de accidentes inenarrables.

Además de estas condiciones adversas, agravadas porque en un celo extremo algunos personajes descartaron el apoyo informático de la Presidencia de la República, alegando de manera fantasiosa e inverosímil posibles intromisiones indebidas, en no pocas ocasiones tuvo que soportar discriminaciones y pretermisiones, pese a la altísima autoridad formal y personal de la cual estaba y está revestido.

Al momento de la proclamación de la Constitución, que hicieron en desusada ceremonia los tres presidentes de la Asamblea, recitando a capella una extraña salmodia, el doctor Pérez fue inexplicablemente apartado a un lugar en el que le era imposible verificar la autenticidad del documento final.

Esto creó un estado de emergencia, registrado profusamente por la prensa, bajo titulares preocupantes. «En suspenso la Constitución», tituló El Espectador, el 6 de julio de 1991. Esta circunstancia sólo fue superada por el patriotismo y la capacidad de trabajo del doctor Jacobo, la cual registré de esta manera en libro que escribí sobre el proceso constituyente:

«Avanzaba ya la noche sobre Bogotá. Yo me había retirado para asistir (a una boda) de la cual era padrino, de modo que mi presencia era obligatoria. A eso de las diez de la noche, (…) recibí una llamada de mis funcionarios.

-Tenemos problemas. El doctor Jacobo no da más.

Vestido de smoking me trasladé de nuevo al Hotel Tequendama.

Sin exageración, el doctor Pérez estaba extenuado. Pensó en posponer todo para el otro día pero yo ya intuía que la prensa amanecería alborotada si no le teníamos alguna explicación. De modo que habilitamos una habitación para permitir que el Secretario reposara por algún tiempo. Hay que reconocer que en breve el doctor Pérez reinició sus labores y al amanecer había ya un cuerpo normativo certificado.

Pero con la llegada del día tampoco cesaron mis preocupaciones.

La prensa exigía los textos. Se había ordenado la publicación de una separata en los periódicos con la nueva Constitución y se requería por parte de ellos la entrega de los materiales a la mayor brevedad. Finalmente lo logramos. Pero en las horas de la tarde surgieron algunas dudas sobre ciertos textos. Armando Montenegro, Director de Planeación, encontró que al artículo 357 le faltaban las normas sobre distribución de ingresos a los municipios.

Por su lado, los artículos 20 y 73 estaban repetidos y al 267 también le faltaron unos párrafos sobre las calidades del Contralor. Esto nos obligó a repetir el ejemplar de la Gaceta Constitucional para enmendar algunos errores.

Al final del texto oficial, el Secretario incluyó una constancia en la que sintetizaba lo que aquí se ha narrado. En efecto, aclaraba que la certificación de autenticidad de los textos estaba referida a aquellos constatados por él en las horas siguientes a la sesión final del 4 de julio pero no los que habían sido promulgados el día jueves.

Esa nota es una especie de escolio punitivo» para quienes lo hicieron objeto de discriminación. (…)» 

Gracias. Humberto de la Calle Lombana