William Klinger, Jr, encontró que los créditos de consumo, por $ 112 mil millones, son tan llamativos como la hipótesis de narcotráfico y corrupción. Las estadísticas económicas no reflejan el fenómeno.

Por William Klinger Mosquera, Administrador de Arquitectura y Aplicaciones, y miembro del Programa «100 nuevas plumas en el Bicentenario, 2010-2021»

El pasado diciembre, como de costumbre, viajé a mi tierra natal a reunirme con mis seres queridos. Lejos estaba de pensar que hoy escribiría de algo relacionado con ese viaje distinto a mis afectuosos y espirituales episodios familiares; pero hubo algo que definitivamente me llamó la atención: el desfile de suntuosos carros y la belleza de variadas edificaciones en las principales ciudades chocoanas.

Estuve feliz por algún tiempo pensando en lo muy bien que les ha ido a algunos chocoanos no residentes, que viajaron a sus pueblos natales a disfrutar sus merecidas vacaciones;  pensé entonces de inmediato en Danilson, Watson, «La Goyo»,  entre otros.

No quiero que el párrafo anterior sea malinterpretado, y se llegue a pensar que creo que las personas que residen de manera permanente en el Chocó no tengan la capacidad de disfrutar de la renta de sus negocios.

Pero realmente me pareció inconsistente ver lujosos carros andando por calles totalmente deterioradas; y rehusándome a aceptar dicha inconsistencia escarbé y finalmente creí tener la respuesta a mi interrogante en el crecimiento económico del departamento y quise usar la herramienta básica de fuentes y usos para saber de dónde salía el dinero.

Lo que antes me parecía un hecho fácil de correlacionar con el crecimiento económico del Chocó se me convirtió en algo muy difícil de sustentar, porque no me coincidía con las cifras del Informe de Coyuntura Económica Regional del Banco de la República  y el DANE  para el departamento en el año 2009.

El informe, que arrojaba una disminución de la tasa de desempleo en Quibdó,  de 22.9% a 19.1%, también mostraba que el 15.5% correspondía a empleados por el Estado o por una empresa privada. El resto se dedicó al popular rebusque trabajando por cuenta propia o como empleado doméstico.

Traté, entonces, de justificar por medio de las cifras de las sociedades constituidas, pues indican que al finalizar el año 2009 se formaron empresas por $1.664 millones, empujados por la creación de  27 nuevos negocios con aportes de capital por $950 millones; pero son también significativos los $923 millones que representaron las sociedades disueltas.

Ninguna cifra oficial (que de hecho son muy difíciles de conseguir, por falta de fuentes) me ayudaba a resolver mi inquietud. Revisé entonces la  inversión neta en el departamento, y ésta disminuyo en un 3.3%; las exportaciones tuvieron una reducción del 84.7%, pues pasaron de $93.2 millones en 2008 a $14.3 millones en 2009, con una marcada influencia del devastador impacto del sector minero.

Seguí escudriñando el informe y por fin pude tener un respiro al encontrar una leve consistencia entre mi preocupación y lo que las cifras oficiales registraban. Hubo un aumento de las colocaciones del sistema financiero. Los chocoanos obtuvieron créditos de consumo por  $ 112.102 millones, aumentando 5.6% con respecto al 2008, cuando se registraron $ 105.062 millones.

Por su lado, los créditos comerciales destinados a la financiación de actividades de producción de bienes o a la prestación de servicios descendieron en 6.7%, pasando $ 31.381 a  $ 29.526 millones.

Sin estar muy cómodo con los resultados de mis consultas, soy optimista y pienso que los chocoanos somos muy buenos y rectos trabajadores y que de alguna manera nuestra informalidad nos conduce a que las cifras registradas oficialmente no reflejen el desarrollo que algunos sectores muestran.

Puede ser también que seamos buenos usuarios del sistema financiero y tengamos preferencias por prestar para consumir en lugar de obtener créditos para realizar actividades productivas.

De ninguna manera quisiera pensar que la gran mayoría del dinero circulante sea obtenido de manera ilegal (narcotráfico y corrupción), como algunas personas me susurraban al oído al indagar informalmente por la fuente de las riquezas.

Finalmente manifiesto mi preocupación por la falta de fuentes de información. En el ejercicio que hice noté la paupérrima situación de nuestros activos de información, necesarios para hacer un diagnóstico de la salud financiera de nuestro departamento.

Desearía estar pecando por ignorante, pero las universidades con presencia en el Chocó deberían jugar un papel protagónico en la obtención, análisis y presentación de información económica y financiera del departamento.

A los lectores les animo a que si conocen alguna fuente de información de confianza la hagan saber en este espacio.