Unos jóvenes la hicieron ir en dirección errada y le cambiaron sus tiquetes de metro por unos usados. Se encontró con una joven colombiana, Melina Abadía, quien aprendió mucho de la fortaleza espiritual de aquella mujer.
Por Melina Abadía Chamat,estudiante de la Universidad Externado en intercambio en la Universidad de París 12, y participante en el programa «100 nuevas plumas en el Bicentenario».
Entre las experiencias que tenemos en nuestro diario vivir, hoy quiero compartir una pequeña, tal vez poco relevante historia para muchos.
Fue uno de esos días en que nos encontramos con personas que nunca más volveremos a ver, pero que por algún motivo especial, siempre quedan en nuestros recuerdos en forma de enseñanzas para toda la vida.
Dora, una mujer africana a quien conocí una noche de primavera, representa enseñanza de fe, paciencia, creencia, voluntad, amor, solidaridad; y tal vez lo más importante, perdón y la bondad de volver a creer.
Aquella mujer llegaba de Estrasburgo a Paris, con el fin de hacer ciertas actividades en honor al mes de la virgen en la iglesia a la que pertenecía.
Dora llegó a la ciudad en horas de la noche y en la iglesia donde la hospedarían ya no había nadie que pudiera recibirla; por tanto, decidió buscar el regreso hacia una estación cercana al lugar donde debería estar al siguiente día.
En medio de una ciudad de la cual poco dominio tenía, y en la que no es fácil encontrar a alguien que tome un minuto de su tiempo para atenderlo a uno, Dora decidió preguntarle a un grupo de personas cómo llegar al lugar a donde se dirigía y algunas indicaciones adicionales sobre el uso del sistema de transporte.
Aquellas personas la convencieron de seguirlos, afirmándole que ellos iban en esa dirección y podrían orientarla. No suficiente con esto, los jóvenes la engañaron también cambiando sus tiquetes para acceder al metro por unos ya usados.
Una hora después, unos cuantos kilómetros en dirección hacia las afueras de la ciudad y en un sentido totalmente diferente al deseado por Dora, una amiga y yo conocimos su historia.
Con lágrimas en los ojos al saber que: uno, fue víctima de una partida de engaños; y dos, ya no había más transporte en funcionamiento de regreso al centro de la ciudad, Dora descargó por un momento sus sentimientos de frustración, tristeza y el sinsabor de sentirse usada.
Gracias a aquella mujer, desde aquella noche, mantengo presente ciertos aspectos que deseo disciplinar e incorporar permanentemente a mi estilo de vida:
1. Creer y confiar cuando sea necesario. Actualmente, no es fácil quitarnos el velo de la inseguridad y desconfianza para brindar un apoyo, que aunque mínimo, puede ser de valor para las otras personas y no exige gran esfuerzo de nuestra parte.
Sólo es necesario permitirle al corazón que escuche y descubra cuando los demás nos hablan con honestidad desde sus corazones. Dora, con sus oraciones de auxilio, permitió que pudiera responder a su llamado sincero de ayuda que solicitaba.
Nuestra sociedad no solo está deteriorada por los grandes problemas sociales, políticos, económicos, etc; puesto que factores tan sencillos como la falta de aprender a dar y recibir confianza, más la falta de dar oportunidades (cuando las intenciones son transmitidas con sinceridad) son generadores de represiones y resentimientos, que terminan acabando iniciativas, sueños, anhelos.
La voluntad y la perseverancia son herramientas esenciales que nos permiten alcanzar lo anhelado. Sin embargo, a veces este discurso no es suficiente para que el motor de nuestras aspiraciones siga en marcha. Por tanto, creamos, confiemos y demos oportunidades.
2. Perdonar. Difícil es intentar no querer seguir brindado nuestro todo una vez se nos ha defraudado; pero cada vez, comienzo a reafirmar la importancia de aprender a perdonar, seguir adelante, e intentar seguir dándoles a los demás ese algo que nos caracteriza.
Solamente dando ejemplo es que nos transformamos en guías y promotores de cambio. En el caso de Dora, para mí su esencia está en la bondad de compartir e impartir su amor a los demás.
El perdón, es además símbolo de fe y de restitución de la confianza; solo así, sin rencores y/o resentimientos, construimos sinceridad y confianza entre aquellos a los cuales, por ejemplo depositamos el poder y nuestras esperanza de cambio y mejores oportunidades.
Y si, como suelen decir, muchas veces pecaremos por inocentes y haremos malas elecciones. Pero a través de aquella mujer, pude ver que desde que nos equivoquemos por propia convicción y por haber dado la bondad de nuestro ser, no habremos hecho algo sin sentido.
Aquel día, Dora, a través de su historia, me dejó este mensaje; y estoy segura de que lo seguirá transmitiendo inconscientemente a aquellos que sean receptivos y que sepan ver lo que la vida nos refleja con cada acto mínimo.
Hoy los invito a creer, seguir confiando y perseverando; y sobre todo: A DAR EJEMPLO, pues con pequeñas cosas es que comenzamos el germen de los grandes cambios.