Un maestro homenajeado por varias generaciones de profesionales gracias a su estilo pedagógico.
Por John H. Moore, médico cirujano*
A comienzos de los años 60s, varios académicos alemanes llegaron al salón donde Américo Perea Valoyes estaba dictando clase de química en la Universidad Libre, de Bogotá. Les llamó tanto la atención su forma de enseñar que le propusieron ir a Alemania para fortalecer su formación.
Viajó en 1964. Ese era, sin duda, un paso gigante para alguien que había salido de Quibdó a los 15 años buscando su futuro. Regresó en 1966, con una maestría, seguro de su vocación, por la que generaciones de médicos, egresados del Rosario y de la Nacional, especialmente, recuerdan su estilo pulcro, su capacidad pedagógica, su pronunciación acentuada y su carisma.
En principio, el destino de Américo era ser docente de bachillerato. Y así empezó su carrera. Recién graduado de licenciado en Ciencias Biológicas en la Normal de Tunja, por allá en los 50s, fue a enseñar a Cartagena y luego a Sincelejo, en colegios cuyos nombres recuerda perfectamente.
Pero él tenía un interés inusual por el conocimiento y terminó haciendo dos carreras en la Universidad Nacional. Un interés que le alcanzaba para asistir a clases de derecho romano dictadas por Diego Luis Córdoba en la Libre. Con seguridad, era el único bioquímico en la sala.
Américo tenía otra meta: el doctorado, y lo logró. Ganarse becas por concurso era algo que ya había hecho: para entrar a la Normal de Varones de Quibdó y para trasladarse a la de Medellín. Sin esa aptitud académica su vida habría sido otra.
Ya casado y con hijos, supo de una beca de la OEA para estudiar en Chile. Concursó y viajó a inicios de los 70s. Regresó en 1974 con su doctorado en bioquímica.
El Vida y Obra le fue otorgado por haber sido profesor de bio-química durante 38 años en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, y durante 20 en la de la Universidad del Rosario, donde fue director de ciencias básicas.
El Rosario, en particular, le hizo un merecido reconocimiento. También por haber llegado a ser una institución de la aplicación de la química en el diagnóstico de las enfermedades. Fue director del Laboratorio Clínico «Roberto Franco» del Hospital San José, el primero en Colombia, entre 1967 y 1971, y jefe de laboratorios del Seguro Social en Cundinamarca.
Quisiera añadir que Américo Perea Valoyes ha dado igualmente ejemplo en el campo empresarial, con su reconocido laboratorio. Es, además, un caballero a carta cabal, de espíritu tranquilo, miembro presente y discreto de nuestra comunidad, respetado y querido por todos.
*Publicado en la revista Color de Colombia, cuya edición 4 fue posible gracias al apoyo del Programa para Afrodescendientes e Indígenas de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos, USAID. Ganador de la distinción Vida y Obra de 12 Afrocolombianos de 2011. Perfil 4
Foto de Américo Perea, Cortesía de El Espectador.