Esta chocoana encontró en el liderazgo la forma para derrotar el racismo al que se tuvo que enfrentar durante sus años de formación. Hoy hablar y convencer han sido su clave para cosechar el éxito. Ganadora en la categoría Medios y Periodismo de 12 afrocolombianos del año 2011. Perfil 13*



Por Félix de Bedout, presentador de Univisión


En estos
tiempos de lenguaje políticamente correcto a Ilia Calderón no le gusta que le
digan afrodescendiente. «Yo soy negra», lo dice fuerte
, con orgullo, pero sin
estridencias y aunque entiende las buenas intenciones con el uso de las
palabras, no le gustan los nuevos términos, no les ve utilidad y los siente
distantes del mundo en que creció. 

 

Desde muy
pequeña, en su querida Istmina en el Chocó, Ilia sabía que el racismo era una
realidad con la que se iba a encontrar en su camino, pero también pronto
descubrió cómo enfrentarlo. Su antídoto resultó infalible: el liderazgo.
Cuando
alguien habla y convence, solo los estúpidos terminales se quedan mirando el
color de la piel. 


A hablar y convencer se ha dedicado desde niña. Primero
convenció a su madre para que la dejara ir a Medellín con solo diez años a
estudiar en el Colegio La Presentación. 


Allí, rodeada de una palidez a la que
no estaba habituada, rápidamente ejerció de líder de sus compañeras y también
se fue acostumbrando a que, en su caso -a diferencia de sus amigas- en las
peleas juveniles una palabra insultante siempre venía precedida de una
referencia cromática, pero ella no dejaba que la ofensa diera en el blanco.

 

Un poco
sobrada de poder e insolencia juvenil acabó subiendo el ruedo de la falda del
uniforme más allá de lo prudente y retando más allá de lo posible a sus
profesoras hasta terminar expulsada, momento en que su madre retoma el control
mediante una cura de humildad que lleva a Ilia de regreso a Istmina a terminar
sus estudios básicos bajo techo de zinc en una escuela pública.

 

De regreso
al Chocó, estaba de nuevo en la tierra que para ella es su esencia, donde están
sus recuerdos, los alegres chapuzones en el río San Juan pero, sobre todo, su
abuelo del alma al que descubrió en el papel de niño Dios. Esa revelación fue
mejor que el regalo que ese hombre escondía debajo de la cama, pues al niño
Dios no lo conocía; a su abuelo sí y lo quería con locura, como al padre que no
tuvo.

 

El Chocó
era muchas cosas para ella pero no su destino
. Lo tenía claro y su madre le dio
dos opciones de salida: una, segura y rápida: a la niña linda del pueblo le propusieron
ser reina de belleza -el éxito estaba garantizado-. La otra opción: la
universidad. «Tengo dinero para lo uno o para lo otro, tu eliges».

 

Ilia
eligió el camino largo que terminó, sin pensarlo, convertido en un vertiginoso
tobogán de triunfos
. De los salones de la facultad de trabajo social en la
Universidad Bolivariana a los estudios de Teleantioquia; de allí, gracias al
ojo siempre agudo para el talento de Yamid Amat, a la televisión nacional. 


Unas
vacaciones en Miami terminan en cuestión de horas con un contrato en Telemundo
y poco tiempo después llega a Univision donde hoy es una de las figuras más
importantes de la televisión hispana.

 


Pero nada
es casualidad; la clave, la que aprendió de niña: hablar y convencer
, como lo
hace con la audiencia día a día, audiencia que la ve con la misma templanza y
seguridad en el cubrimiento de un huracán con el agua hasta las rodillas o
posando para la revista People en español como una de la más bellas. 


Un público
que se emocionó y aprendió con ella cuando les abrió su corazón y su expediente
médico en una batalla contra unos fibromas en el útero detectados en el 2005,
que la llevaron al quirófano en tres ocasiones; lucha de la que salió
revitalizada y con cientos de cartas y de e-mails de mujeres con el mismo sufrimiento
y que aún hoy le agradecen lo que hizo por ellas.

 

Aunque es
ciudadana de Estados Unidos desde hace un año y no ve el momento de estrenar su
derecho al voto en este país; ese Chocó olvidado, robado e insultado está en su
agenda permanente de preocupaciones, sigue con atención su dura realidad y hoy
se alcanza a ilusionar con la nueva administración de Zulia Mena en Quibdó.

 

Pero si de
algo está pendiente Ilia es de su familia sobre la que, cómo no, ejerce un
liderazgo constante que pasa por Itsmina -donde sigue su madre atendiendo la
papelería en que comenzó su travesía-, Medellín y Nueva Zelanda, donde viven
sus hermanas. El control remoto de afecto lo maneja desde su apartamento en
Miami donde vive con su pareja y su hija.

 

Al tanto
de todo y cerca de su gente, Ilia Calderón pisa fuerte por donde va, puede
fulminar con una mirada o derretir con una sonrisa
y siempre está a punto de
dar una nueva sorpresa. Como ahora, ya verán.


*Publicado en la revista Color de Colombia, cuya edición 4 fue gracias al apoyo del Programa para Afrodescendientes e Indígenas de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos, USAID.