Campo Elías Terán Dix, alcalde electo de Cartagena abandonará el cargo debido a los quebrantos de salud que hoy padece y que lo imposibilitan para seguir gobernando.*
Por Ricardo Chica Geliz, docente de la U. de Cartagena
Construir un sujeto político afro en Cartagena ha sido una experiencia compleja, difícil y frustrante, en especial si tenemos en cuenta la historia de Campo Elías Terán Dix, el primer alcalde negro de la ciudad.
Muchos culpan a Campo Elías del estado de postración generalizada en que se encuentra Cartagena, pero no es más que la práctica del viejo adagio de «al caído, caerle»: hay que matizar la situación.
Como se sabe, Terán Dix es uno de los más destacados periodistas deportivos de Colombia que, durante años, tuvo a cargo el «Noticiero Popular», desde donde fustigaba a los funcionarios públicos frente a los problemas que aquejaban a la comunidad.
Con el poder del micrófono, Campo emergió como un auténtico hijo del pueblo capaz de resolver problemas inmediatos y cotidianos al conseguir sillas de ruedas, medicinas y alimentos mientras practicaba el regaño social a los secretarios de gabinete y al alcalde de turno.
Campo ejercía un tipo de periodismo que, a la larga, terminaba legitimando el modelo socioeconómico imperante en Cartagena, pues jamás cuestionó los grandes intereses y poderes que están detrás de los cargos que administran la ciudad.
Y es que, precisamente, la experiencia de Campo alcalde evidenció la crisis de la administración de la pobreza y su inercia. Los grandes intereses legales e ilegales que inciden en la dinámica de la ciudad, están intactos.
De manera que la alcaldía de Campo Elías ha sido tan inservible como las anteriores. Ciertos datos señalados por el concejal David Múnera en junio de este año, nos ilustran al respecto:
Pobreza: Más de 330 mil personas sobreviven con dos dólares diarios y 59 mil con un dólar o menos al día.
Vivienda: Déficit habitacional supera las 80 mil unidades. Según Camacol, a partir del 2015 la demanda de vivienda amentará a razón de 14 mil nuevas casas cada año y en el cuatrienio del actual alcalde se aspira a construir 7.000.
Educación: Deserción escolar es de 40,7% en la zona urbana y en la rural es de 61.8%.
Salud: Más de 130 mil cartageneros no tienen cobertura en salud y por lo menos 500 mil se encuentran sisbenizados, lo que es señal de una baja participación de personas en el contributivo.
Empleo: con una población económica activa de 355 mil personas, más de 206 mil están en la informalidad, lo que significa que las 2/3 partes que trabajan están en la economía del rebusque, sin un salario mínimo, sin prestaciones sociales y sin seguridad social.
Desigualdad: mientras que en 1995 este índice estaba en el 0,38% en Cartagena, en 2011 se ubicó en el 0,48,9%; esto significa que en estos últimos 16 años la desigualdad aumentó 10 puntos porcentuales.
La riqueza se ha concentrado aún más en pocas manos, lo que significa que los pobres son hoy más pobres mientras que una minoría es más rica que nunca.
Los datos arriba señalados acaecen en la población negra, la misma que le dio a Campo Elías la votación más alta que alcalde alguno haya alcanzado en la historia.
La gente se preguntó: ¿Por qué no con Campo? Se trataba de uno de nosotros que, además, no venía de los sectores políticos; venía de los medios y de una de las cadenas radiales más prestigiosas del país; los demás candidatos podían estar mejor preparados que Campo, pero eran los mismos de siempre.
Al ver su triunfo inminente, todos los sectores políticos y económicos se montaron en el bus ganador y, entonces, fuimos testigos de un acontecimiento un tanto extraño: en las páginas sociales de los periódicos, los blancos de siempre se tuvieron que aguantar, se tuvieron que tomar la foto estrechando la mano de un alcalde negro en el Club Cartagena.
A principios de febrero murió mi tío Lico con casi cien años de edad y mientras lo velábamos, se formó un debate en el atrio de la parroquia del barrio. Mis tíos y otros hombres de la familia manifestaban su estupor y desconcierto por el extravío de Cartagena, justo cuando el alcalde era negro.
Y, ahí fue cuando uno de los mayores, el tío Rafael, me dijo con contundencia y para que todos lo oyeran: «Sobrino, lo que pasa es que los negros no servimos para mandar». En ese momento se acabó el barullo, mientras sacaban el cofre del muerto en medio del silencio, de la resignación.
Esto es: para que la gente negra de Cartagena coja escarmiento. O para que se preparen bien los pelados.
*Publicado en la revista Color de Colombia, cuya edición 4 fue posible gracias al apoyo del Programa para Afrodescendientes e Indígenas de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos, USAID.